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El Tesoro Espiritual De San Basilio

pantonio26 de Noviembre de 2013

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La pobreza que enriquece

— sobre la virtud de la humildad.

Obispo Alejandro (Mileant)

Traducido por Dr. Elena Ancibor

Contenido:

Introducción.

La naturaleza de la humildad.

El "agujero negro" del orgullo.

El orgullo de la gente religiosa.

Frutos de la humildad.

Conclusión.

Relatos y citas sobre el tema del orgullo.

Introducción.

Un Cuento: Juan crecía como un niño tímido y miedoso. En la escuela primaria estudiaba mal. Para ayudarle a vencer su inseguridad sus padres comenzaron a inducirle: "Hijito tienes que saber que eres el más inteligente y dotado, que lo puedes todo, solo cree en ti mismo y todo lo cumplirás."

"Consejo perfecto"! Juan comenzó a estudiar bien, recibía las mejores notas. Con el tiempo se transformó en el mejor alumno de la escuela. La timidez e inseguridad anteriores se transformaron en la seguridad en si mismo. Sus éxitos lo siguieron no sólo en la escuela media, sino también en la universidad. En todas partes era el alma de la sociedad. Los jefes lo ponían como ejemplo, los amigos le pedían consejo. Paulatinamente a Juan le gustó ser el primero en la sociedad y consejero de sus compañeros. En cuanto tuvo su diploma, le propusieron trabajo en una prestigiosa empresa química. Trabajaba en la sección de la investigación y a causa de la competencia con otras personas, se le exigía publicar los resultados de sus trabajos en revistas científicas. Su nombre se hacia famoso entre los científicos.

Al sentir la presión de constante publicación de algo nuevo, comenzó, de a poco, a tomar préstamo de trabajos ajenos, poco conocidos, o sea, "plagiar." Sus superiores estaban contentos con su capacidad laboral y lo elevaban en el escalafón. Una vez más, terminando uno de sus artículos decidió usar los resultados de una poco conocida tesis, los publicó en su trabajo, no mencionando la fuente. Cuando el artículo salió publicado, el autor de la tesis reconoció su trabajo y protestó. Juan negó el plágio y afirmaba que el descubrimiento lo hizo él. Se produjo una fea confrontación.

La empresa, donde trabajaba Juan, tuvo que formar una comisión independiente, y ésta demostró el plagio. Cuando este inconveniente se aclaró se comenzó a mirar con mayor atención los trabajos de Juan y se vio que éste no era el primer caso de fraude por su parte. Surgió un gran escándalo. Juan no sólo tuvo que dejar su trabajo, sino, también, no pensar más publicar sus artículos en el futuro. En el mundo de la ciencia él quedo manchado para siempre.

El escándalo en el trabajo empeoro los problemas familiares. Su esposa, ya hace tiempo, se quejaba del carácter despótico y áspero de Juan. Tanto como antes, él era alegre y agradable — se quejaba ella — con los años se hizo cada vez más irritable y sarcástico. No aguantaba ninguna oposición. Cuando ella trataba de proponer algo, él inevitablemente la objetaba. No perdía la oportunidad de rebajarla, hasta delante de los niños. Al final se divorcio de Juan y se llevo a los hijos.

En esta forma trágica terminó la subida vertiginosa de un científico inteligente y talentoso. En el plano espiritual, la causa de su tragedia era su orgullo. El sentimiento vanidoso de auto seguridad, que le incularon sus padres, primero lo llevo, cada vez más alto, hasta que ruidosamente lo golpeó contra la tierra.

En este trabajo revelaremos las causas y el camino que lleva al orgullo. Mostraremos la ventaja de la humildad, como base de todas las virtudes. En el apéndice citaremos relatos y citas de las Sagradas Escrituras y de los Santos Padres, sobre ese tema.

La naturaleza de la humildad.

Según las Sagradas Escrituras la humildad es la virtud fundamental, sin la cual no se puede llegar a nada bueno. Con el llamado de la humildad Señor Jesucristo comenzó Su Sermón de Montaña diciendo:"Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos" (Mat. 5:3). Como los pobres comunes se sienten necesitados de todo, así los pobres en espíritu se sienten imperfectos y necesitados de la ayuda Divina. Este sentimiento, a su vez, atrae al hombre la benevolencia Divina que lo enriquece en todo.

Es una pena que muchos "laicos" no valóran y desprecian la virtud de humildad. Ellos piensan que predicando la humildad el cristianismo rebaja a la personalidad humana y destruye en la gente el sentido de la dignidad propia. Humildad, dicen ellos priva al hombre de la actividad vital, inhibe la iniciativa e induce en él la psicología de la complacencia servil. Este concepto erróneo de humildad nace de ignorancia espiritual.

La naturaleza de humildad, esta bien ilustrada en una serie de relatos Evangélicos. Comencemos por el ejemplo de la curación del sirviente de centurión romano.

Durante una de sus visitas de Jesucristo a Capernaúm se acerco a El un centurión romano (oficial), rogándole: "Señor! mi criado esta postrado en casa, paralítico, gravemente atormentado." No negando ningún pedido, el Salvador prometió pasar por su casa y sanar a su sirviente. Cada creyente estaría contento con ésta promesa, pero el centurión reacciona de forma insólita: "Señor! no soy digno que entres bajo mi techo, solamente di la palabra, y mi criado sanará." La fe profunda y la humildad del centurión conmovieron al Señor, de manera que El no solo sano instantáneamente a su sirviente, si no que lo puso como ejemplo a otros: "ni en Israel encontré una tal fe!" (Mt. 8:6-13).

Habiendo escuchado sobre numerosas curaciones realizadas por el Salvador, el centurión se impregnó profundamente con la fe en Su fuerza omnipotente. No rebajándose él, al mismo tiempo tenia concienciaque no era digno de exigir una atención particular, mas aun porque era pagano y extranjero. Además el centurión mencionó que él, siendo un hombre común, cuando ordena a sus subalternos, éstos le obedecen sin discutir — más todavía todo esta bajo el mando de un enviado de Dios.

La aceptación, por un lado, de la omnipotencia Divina y, por otro lado, de la insuficiencia propia, son la base de lo que se llama la humildad.

Cuando el hombre, con su profunda fe toca la infinita potencia del Creador, no puede no percibír su propia pequeñez y debilidad, se ve como un ínfimo insecto al borde de un ilimitado océano. Por eso, en relación con Dios, la humildad es el sentimiento más natural. Es vanidoso y se enorgullece sólo aquel que esta lejos de Dios y se compara con seres tan ínfimos como él mismo. La fe fuerte, según las palabras del Salvador, puede hasta mover las montañas (Mat. 17:20), no porque esta convicción, por si misma, posea alguna fuerza sobrenatural, como enseñan algunas sectas, si no porque atrae a la fuerza Divina, la que hace lo imposible. Es por eso que todos los casos conocidos de una fuerte y prodigiosa fe, al mismo tiempo son ejemplos de profunda humildad: la mujer que sufría de hemorragia (Marcos 5:25-28) la madre-cananea (Mat. 15:22-28) y muchos otros casos Evangélicos. Cuanto más fuerte es la fe del hombre, tanto más humilde es él; y al revés, el orgulloso no es capaz de creer profundamente, ya que es absorto totalmente por sí mismo. Siendo débil espiritualmente, es inquieto y miedoso, aunque con todos los medios trata de esconder esto de otros.

Tanto la literatura espiritual como la láica, conoce muchos ejemplos de personalidades grandes y geniales. Muchos hombres, muy dotados tenían la conciencia que todavía no han alcanzado tal medida de perfección o conocimiento, como podrían. Esta conciencia no los hacia indolentes o tristes, todo lo contrario, los llamaba a seguir trabajando sobre si mismos y perfeccionarse. Pensar que la humildad mata en el hombre a la iniciativa y lo hace inerte o servil, significa no entender la esencia del cristianismo. La característica particular del cristianismo es que llama al hombre al perfeccionamiento por el camino de elevación sobre el estado actual, vulnerado por el pecado, hacia la semejanza a Dios, como está dicho: "Sean perfectos como es perfecto vuestro Padre Celestial" (Mt 5:48). Un orgulloso satisfecho de si, es digno de lástima porque está ciego, hasta el punto de no percibir a su propia indigencia (Apoc. 3:17).

Para no parecer arbitrarios en la afirmación que la verdadera grandeza está unida siempre a la humildad, mencionemos algunos ejemplos: El gran profeta Moisés quien aprendió toda la sabiduría egipcia, quien con solo movimiento de su báculo, realizaba magnos milagros, quien hablaba con Dios "cara a cara," como uno habla con su amigo, era, al mismo tiempo, según el testimonio de la Biblia, un hombre humilde y manso (Num. 12:3). El rey David, quien venció al gigante Goliat, y demostraba un increíble coraje en las guerras, era también muy humilde (Sal 24). El profeta Juan el Bautista, este profeta más grande de todos los tiempos, que encendía con su prédica los corazones de miles de hombres, era también muy humilde (Mc. 1:7). La Santísima Virgen María, a La que el cristianismo considera como más alta que querubines y serafines, tenia una muy modesta opinión de si misma, a pesar de ser la Madre del Salvador del Mundo (Lc. 1:48).

Finalmente, señor Jesucristo, Hijo de Dios, que bajó del Cielo, a cuya palabra obedecían la naturaleza y los espíritus de otro mundo, quien devolvía a los muertos la vida, es para todos el más grande ejemplo de humildad. El Creador de todo lo visible e invisible era el ejemplo de obediencia a sus "padres" terrenales, obedecía también

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