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El año Liturgico


Enviado por   •  16 de Enero de 2013  •  3.608 Palabras (15 Páginas)  •  630 Visitas

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EL AÑO LITÚRGICO

En la liturgia, la Iglesia no celebra sino un único misterio: el de Cristo muerto y resucitado, que nos comunicó su vida divina por medio de los sacramentos de la fe, en especial el Bautismo y la Eucaristía. Cada vez que celebramos la cena del Señor, participarnos en su Pascua. Mas, al hacerse hombre, Cristo se sometió a la condición humana y por lo mismo, a las leyes de la comunicación entre los hombres.

Ahora bien, el hombre se halla inmerso en el tiempo y no puede descubrir la grandeza y profundidad del misterio de Cristo sino desarrollándolo en el tiempo. Los ritmos periódicos de semanas y años han configurado nuestra psicología. Por consiguiente, no nos tiene que extrañar el encontrarnos con ellos en el culto divino.

La Iglesia celebra cada domingo el misterio pascual de la muerte y resurrección de Cristo. Pero cada año hay un domingo en el que el pueblo cristiano celebra la Pascua con un gozo y una disponibilidad excepcionales: el domingo de Pascua. La Pascua es «la fiesta de las fiestas» y «la solemnidad de las solemnidades», por valernos de las expresiones entusiastas de Oriente. Nadie ignora que la fiesta es una de las expresiones más espontáneas de la vida social y que, en todas las civilizaciones, ha revestido desde un principio una forma religiosa. El pueblo de la Antigua Alianza celebró sus fiestas en honor del Señor. El de la Nueva Alianza celebra en la Pascua la fiesta que le otorga su identidad cristiana, y cuya alegría se difunde a todo lo largo de los domingos y fiestas del año.

Las solemnidades pascuales

El lazo de unión que Cristo quiso establecer entre su sacrificio y la celebración de la Pascua judía hace que la Pascua cristiana entronque con el Antiguo Testamento. La Pascua cristiana, más que la del Éxodo, supone una liberación de la servidumbre y constituye el nacimiento de un pueblo, el nuevo pueblo de Dios. Ya San Pablo da testimonio de que, desde el año 57, los fieles de Cristo daban una interpretación cristiana a la celebración de la Pascua judía: «Nuestro cordero pascual, Cristo, ha sido inmolado. Así que, celebremos la fiesta, no con vieja levadura, ni con levadura de malicia y perversidad, sino con ázimos de pureza y verdad» (1 Cor 5, 7-8).

Precisamente por esta unión con la Pascua judía fue por lo que la fiesta cristiana de Pascua se estableció no según el calendario solar -como las restantes fiestas-, sino de acuerdo con un calendario solar y lunar a un mismo tiempo -lo cual puede hacer que la Pascua varíe, según los años, entre el 22 de marzo y el 25 de abril-. Además, la divergencia en la computación de las fechas hace que los cristianos de Oriente y Occidente apenas celebren nunca la Pascua en un mismo día. Con todo, median negociaciones entre las diversas Iglesias con miras a fijar la Pascua en el segundo o tercer domingo de abril. De llegar a buen término, todos los bautizados, diseminados por el mundo entero, podrían celebrar juntamente la resurrección del Señor.

Triduo pascual

La solemnidad pascual está unida desde el principio a la Noche Santa, en la que «la Iglesia vela con amor» a la escucha de la palabra de Dios, y en la celebración los sacramentos de la iniciación cristiana: Bautismo, Confirmación y Eucaristía. Es el momento en que todos los fieles de Cristo renuevan junto con Él su caminar hacia el Padre. La Vigilia pascual constituye el culmen del año cristiano.

Pero «también el corazón posee sus razones». Por consiguiente, aun hallando en la celebración de los sacramentos durante la Noche Santa lo esencial de la gracia pascual, la Iglesia siente la necesidad de seguir paso a paso al Señor Jesús en su Pasión redentora, desde la cena en que instituyó la Eucaristía hasta las apariciones por medio de las cuales dio a conocer su resurrección a los discípulos.

El triduo pascual de Cristo muerto, sepultado y resucitado nace de esa necesidad. Tiene lugar desde la tarde del "Jueves santo hasta el Domingo de Pascua: el jueves, a la tarde, se celebra la Misa de la Cena santa; el viernes, en las primeras horas de la tarde, la Pasión de Jesús; el sábado, honra -con la ausencia de toda celebración litúrgica- el misterio de Cristo en el sepulcro, y en la Misa del domingo damos gracias a Dios por la maravilla que ha obrado al resucitar a su Hijo de entre los muertos y al franquearnos, mediante ese mismo hecho, las puertas de la vida.

Tiempo pascual

No basta un solo día para expresar la alegría de la Resurrección. Por consiguiente, la Iglesia celebra la solemnidad pascual durante los cincuenta días que separan la Pascua de Pentecostés. Guiada por la lectura diaria de los Hechos de los Apóstoles y del Evangelio Según San Juan, descubre durante siete semanas todo lo que la muerte y la resurrección del Señor han supuesto para el mundo, y hace elevarse a Dios la alabanza de los redimidos por medio del canto del Aleluya.

A los cuarenta días de la Pascua -o el domingo siguiente, en algunas regiones- celebramos la Ascensión del Señor. Desde ese día, en la celebración litúrgica se une el recuerdo de la venida del Espíritu Santo a la alegría pascual.

Cuaresma

La solemnidad pascual se prepara, desde el miércoles de ceniza hasta el jueves santo, con cuarenta días de penitencia, a lo largo de los cuales toda la comunidad acompaña a los catecúmenos en su preparación para el Bautismo y se dispone, por su Parte, a renovar su profesión de fe bautismal durante la Noche Santa. La liturgia diaria de la misa y las celebraciones penitenciales de Cuaresma, invitan al cristiano a someter a juicio ante Dios las directrices fundamentales de su vida, a fin de abrirse a la gracia de la renovación pascual.

El último domingo de Cuaresma -el Domingo de Ramos- comienza la Semana Santa: la procesión en que revivimos la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén y la lectura de la Pasión, que nos pone ante la vista a Cristo en cruz, forman el pórtico majestuoso de las solemnidades de nuestra redención.

Durante los tres meses que separan el primer domingo de Cuaresma del domingo de Pentecostés, la comunidad de los cristianos vive el período más intenso del año. Por importante que sea la celebración de las fiestas de la venida del Señor entre nosotros, no admite comparación con las de la Pascua. En el año cristiano sólo hay dos polos: Pascua y Navidad. Y un punto culminante, Pascua.

Tiempo de Navidad

Con toda legitimidad la piedad moderna ha revestido la fiesta de la Natividad de Jesús con la ternura y poesía propias del recuerdo del Niño.

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