El diálogo de un sacerdote y un moribundo
Pau17pcDocumentos de Investigación9 de Abril de 2023
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El cuestionamiento de la religión y la naturaleza humana en "El diálogo de un sacerdote y un moribundo" del Marqués de Sade
Por Leidy Tatiana Aguirre Castañeda, Carlos Andrés Jiménez Pedraza
En "El diálogo de un sacerdote y un moribundo", Sade nos presenta una conversación entre dos personajes que representan dos posturas opuestas en cuanto a la religión y la moralidad. El sacerdote, ingenuo en su fe, busca persuadir al moribundo para que se arrepienta de sus pecados y se salve de la condenación eterna. Por su parte, el moribundo defiende que sus "flaquezas" son en realidad su felicidad absoluta y que la idea de un Dios creador es ilógica. Según él, la naturaleza corrupta del ser humano es simplemente una serie de debilidades basadas en experiencias y hechos que han dado satisfacción. Al respecto, el sacerdote intenta argumentar desde su dogma, mientras que el moribundo sostiene que la fe debe ser comprendida a través de vínculos y que si no hay una explicación satisfactoria para la existencia de Dios, entonces ésta carece de sentido.
El moribundo plantea que la búsqueda de la felicidad y la generosidad hacia los demás son la clave para actuar con rectitud, sin necesidad de una religión o creencia que imponga su moralidad. Según él, la idea de un castigo divino es ilógica y no tiene fundamento. Como afirmó el moribundo: "He aquí amigo mío, he aquí los únicos principios que debemos seguir, y no hay necesidad ni de religión ni de dios para apreciarlos y admitirlos, sólo hace falta un buen corazón." (Sade, 1926, p. 27).
El moribundo le dice al sacerdote que abandone sus leyes y dioses, y que se entregue por completo al placer y la libertad. El sacerdote, sin embargo, se siente incapaz de explicar su visión de la naturaleza humana, lo que lo lleva a corromperse. Como lo expresó Sade: "Ah, amigo mío, si el dios que predicas existiera realmente, ¿tendría necesidad de milagros, de mártires y de profecías para establecer su imperio? Y si, como dices, el corazón del hombre fuese su obra, ¿no sería ese el lugar santuario para su ley?" (Sade, 1926, p. 25). Lo expuesto aquí muestra una visión hedonista de la existencia, en la que la felicidad individual y colectiva es el único fin moral, sin la necesidad de justificaciones divinas o religiosas.
La obra de Sade es un diálogo de un individuo consigo mismo, donde se busca justificar que los comportamientos y vivencias son correctos al margen de los preceptos cristianos enmarcados en la religión. De alguna manera, alude a que no es necesario acogerse a un credo religioso para obrar en consonancia con un sistema de principios éticos, con lo cual se cuestiona la existencia de Dios, de la religión y de la moralidad tradicional. En el diálogo, el moribundo sostiene que Dios no existe, y que la religión es una invención humana para controlar a las personas. Él afirma: "Me contestarás, sin duda a esto, que si Dios lo hubiera creado así, el hombre no tendría ningún mérito. ¡Qué tontería! Si lo hubiere hecho totalmente bueno, este hombre jamás hubiera podido hacer el mal; y solo en este caso sería obra digna de un Dios" (Sade, 1926, p. 12). Este pasaje muestra la postura de Sade en contra de la religión como un mecanismo para controlar a las personas y justificar el sufrimiento humano. Al mismo tiempo, el autor defiende la idea de que las personas son las responsables de su propio destino, y que no hay una fuerza divina que determine el curso de sus vidas.
Otro aspecto relevante tiene que ver con el cuestionamiento que se hace el moribundo relacionado con la creencia de que el ser humano ha sido creado a imagen y semejanza de Dios y, por ende, se deduce que debe guardar unos parámetros de perfección elevados en su conducta. Esta posición genera cierto ruido ya que el moribundo vivió muy lejano de los comportamientos que, en teoría, describe la perfección divina. Por esta razón, el texto cuestiona de fondo esos estándares de conducta celestial en lo que comporta la vivencia de las personas, donde no siempre se vive de acuerdo con mandamientos religiosos, sino en el marco de la ética de no hacer daño a otros, sin perder de vista el disfrute de la existencia y de los placeres a los que puede tener acceso. En este sentido, Sade defiende el hedonismo y la libertad individual en su obra. El moribundo argumenta que la felicidad es el único bien verdadero, y que cada persona debe buscar su propia felicidad. Él afirma: "Renuncia a la idea de otro mundo, no lo hay, pero no renuncies al placer de hacer feliz a los demás." (Sade, 1926, p. 27). Este pasaje muestra la postura del autor en favor de la felicidad y el placer como fines últimos de la vida humana. Sade defiende la idea de que cada persona debe ser libre para buscar su propia felicidad, sin ser limitado por las restricciones morales y religiosas.
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