El sermón de las 7 palabras

El sermón de las 7 palabras

Autor: Anónimo

Por la tortuosa senda, de Gólgota empinado camina bajo el peso terrible de la cruz.                       Aquel que hizo los montes, el valle y el collado, y pronuncio en el caos, el hágase la luz.

Aquel que dio a la flor su perfumado aliento                       y tachono los cielos de estrellas mil por mil, aquel que puso freno a fuego, mar y viento diciendo; deteneos, no pasareis de aquí.

Aquel que colocare con mano poderosa del sol a pura lumbre en lo alto del cenit, aquel que diera sones de música armoniosa, al arpa gemidora del inmortal David.

Miradle allí su faz entristecida, sus ropas aun mojadas por la sangre que vertió.

Mirad como atormenta su frente escarnecida

la pérfida corona, que el tiempo entretejió.

Esta la tarde tiste, opaca, silenciosa, las fuentes no murmuran, las aves no se ven,

y un velo de ceniciento de nubes misteriosas

envuelven en sus gasas la indómita Salem.

Curiosa muchedumbre se agolpa en el camino

cual ola de vivientes moviéndose en tropel;

Ese es Jesús; exclaman el loco, el peregrino;

que en vano se intitula el hijo de Israel.

Jesús camina en tanto y arrastra fatigado

por la tortuosa senda el leño abrumador

y en su semblante augusto se mira retratado

Lo servo de su pena, lo cruel de su dolor.

Y llegan, lo desnudan, lo acuestan inhumanos

sobre el madero tosco que el tiempo endureció

y un golpe, y otro golpe y por su mano abriendo roja herida el hierro penetro.

Ya escarban y taladran sobre la tierra dura

el agujero el leño han de clavar

con cuerdas lo sujetan, lo elevan a la altura

mirad, allí está el justo, el hijo de Jehová.

Contémplale María, la madre cariñosa,

la tierna, la sencilla, la flor de Jericó; la dulce más que el aura, que vaga silenciosa, más pura que los rayos, purisismos del sol.

¿No veis como en sus ojos se agrupan y rebosan, y escapan esas perlas, lenguaje de su amor? Son lágrimas ardientes que queman y destrozan, es sangre que se escapa del hondo corazón.

Desconsolada y triste, cansada y sin aliento, solloza y se acongoja, no puede más sufrir más hay que es impotente, fatídico y sombrío el cuadro que mis labios se atreve a descubrir.

Feroces los verdugos de víctimas ansioso insultan y escarnecen, se mofan de Jesús y en su hondo escepticismo con frases injuriosas ¡si Dios eres, le dicen, desciende de la cruz.

Jesús eleva al cielo, sus ojos empañados por lagrimas que arrancan la mano del dolor y dice hablando al padre, en tono acongojado no saben lo que hacen, perdónalos Señor.

Más escuchad Dimas, Señor; dice sumiso; cuando en tu reino vuelvas, acuérdate de mí;        y el justo le contesta: allí en el paraíso, de cierto de predigo daré lugar a ti.

Su vista vuelve al suelo, y al ver sola a María: Mujer dice mostrando al buen amado Juan; ahí tienes a tu madre, murmura con afán, retratase en sus ojos la angustia y el tormento.

Su vista eleva y mira llorosa hacia el cenit y exclama desgarrando en su pecho, el sentimiento ¿por qué, por qué, Dios mío, me abandonaste así?

Sed tengo, dice entonces su labio amortecido, aquel que diera el agua al pueblo de Israel ¿no veis aquella esponja que acercan al Ungido? pues en su seno lleva, vinagre y amarga hiel.

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