En Jesucristo se cumple la esperanza del pueblo de Israel
camila0620Trabajo1 de Agosto de 2013
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EN JESUCRISTO SE CUMPLE LA ESPERANZA DEL PUEBLO DE ISRAEL
La esperanza de la liberación definitiva
La experiencia que vive el pueblo de Israel es la li¬beración que Dios le trae. Esta liberación, como la ocurrida en Egipto y durante el éxodo, Dios la reali¬za por medio de sus "siervos".
Siervo, según la Biblia, es aquella persona a la que Dios elige y envía a cumplir una misión especial. Abrahán, Moisés, David son siervos porque han sido elegidos por Dios para colaborar en la historia de la sal¬vación. Ellos confían no en sus propias fuerzas, sino en la fuerza de Dios, que es el que libera.
A los elegidos, a veces, se les unge la cabeza con aceite. De ahí que los términoselegido, enviado, un¬gido y siervo de Dios sean generalmente intercam¬biables. (Las palabras mes/as, de origen hebreo, y cris¬to, de origen griego, significan "ungido".)
La unción señala a la persona como sagrada y por¬tadora de Dios; es decir, recibe la fuerza de Dios o el poder misterioso que le permite comprender los acontecimientos con mayor profundidad y actuar en diversas situaciones.
Diferentes imágenes del Mesías
Poco a poco, a lo largo de la historia, Dios revela a su pueblo que vendrá un Mesías que traerá la salvación definitiva y que será descendiente de David.
Sin embargo, el Mesías que esperaban los judíos en tiempos de Jesús era imaginado de muy diferentes maneras:
• Algunos pensaban que sería un sumo sacerdote, la autoridad religiosa suprema de los judíos.
• Otros esperaban que el Mesías viniera con fuerza y ejércitos como un rey poderoso que restauraría el reino de David.
• Otros, en fin, se lo imaginaban como un ser so¬brenatural que descendería de los cielos con toda su gloria.
Jesús, el Mesías esperado
Jesús, al comienzo de su vida pública, sufrió la ten¬tación de convertirse en un Mesías poderoso. Sin em¬bargo, venció la tentación y optó por ser el liberta¬dor enviado por Dios, humilde y sufriente.
Cada una de las tentaciones representa un reto: el del poder y el prestigio, haciendo de los otros simples vasallos; el del placer, huyendo de las dificultades; el del tener, sucumbiendo al atractivo de las riquezas.
Frente a todo ello, Jesús acepta la voluntad de Dios y se entrega de una manera radical a servir a todos obedeciendo así a Dios. De este modo, Jesús rompe todos los esquemas de la religión judía de su tiempo, que esperaba un Mesías fuerte y poderoso.
Jesús demostró con esta opción que la fuerza de Dios se manifiesta no en el poder y el prestigio, sino en la entrega humilde a favor de la libertad de todos. En él se cumple la promesa que Dios hizo a David. Jesús es el Mesías esperado.
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