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Homilía del Cuarto Domingo de Pascua – El Buen Pastor

stvBREnsayo19 de Mayo de 2025

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Soneto del Buen Pastor

Pastor eterno, luz en nuestro andar,     (A)

te honramos hoy, en Pascua florecida;    (B)

tu voz resuena, mansa, bendecida,      (B)

semilla viva en la celeste altar.       (A)

No somos tuyos por necesidad,        (A)

sino por fe que sigue tu salida;        (B)

tu amor no juzga tiempo ni caída,      (B)

nos cubre en toda lucha y adversidad.    (A)

Tu voz, Señor, nos llama y nos transforma,  (C)

nos lleva a amar, servir, sin condición,   (D)

a darlo todo, aún desde la sombra.      (C)

Nadie arrebata esta consolación;      (D)

tu cruz nos da la paz que no se nombra,   (C)

y en ti hallamos fiel resurrección.      (D)

Amén.

Homilía del Cuarto Domingo de Pascua – El Buen Pastor

Hoy celebramos el cuarto domingo de Pascua, conocido tradicionalmente como el Domingo del Buen Pastor. Esta fiesta adquiere un significado especial este año, ya que tiene lugar justo después de la elección del nuevo Papa, León XIV. Rezamos por él y pedimos al Señor que le conceda, a él y a todos los obispos, ser pastores según su corazón, como nos dice la Escritura.

Cada vez que leemos el capítulo 10 del Evangelio de San Juan, donde Jesús se presenta como el “Buen Pastor”, veo en muchos rostros —niños, jóvenes y adultos— cierta extrañeza en los rostros. La imagen de un pastor con su rebaño no nos resulta tan familiar ni atractiva hoy, y puede sonar incluso anticuada. En nuestra cultura que valora la independencia y la originalidad, tal vez alguno preferiría que lo compararan con un dragón por su fuerza, o con un unicornio por su belleza y singularidad, o un grifo con cuerpo de león y cabeza y alas de águila. Pero es necesario revisar lo que entendemos por “oveja” en este contexto bíblico. No se trata de una figura sumisa, sin pensamiento propio, sino de alguien que ha sido escogido con predilección y que voluntariamente escucha una voz y decide confía.

¿Qué nos está revelando Jesús de sí mismo y de nosotros en este Evangelio?

"Mis ovejas escuchan mi voz" (Jn 10,27).

Ser cristiano no significa simplemente cumplir normas, ni vivir “siendo contreras” solo por llevar la etiqueta de creyente. Ser cristiano es mucho más profundo: es tener una relación viva y personal con Cristo resucitado. No seguimos un libro de instrucciones, seguimos a una Persona viva que nos habla, que nos conoce, que camina con nosotros. Esta relación se hace real y concreta, especialmente en la vida en comunidad parroquial y en los sacramentos.

Es verdad que muchas veces lo que Cristo nos dice puede desconcertarnos. Sus enseñanzas no siempre encajan con nuestra lógica: amar al enemigo, poner la otra mejilla, servir en vez de dominar, dar más que recibir.... Pero hay una fuerza en su voz que inspira confianza. Cuando uno se encuentra con Cristo y descubre que "me amó y se entregó por mí", algo en el corazón se mueve. Y es posible cambiar de rumbo.

La clave no está en nuestros logros. Lo que nos define como bautizados no son nuestros éxitos, sino el hecho de ser amados por Dios, a pesar de nuestras caídas y errores. No nos ama por lo que hacemos, sino porque somos suyos. Eso es gracia, y es también un llamado a la confianza. ¡Qué consuelo tan grande, y qué compromiso tan profundo!

Jesús dice:

"Nadie las arrebatará de mi mano" (Jn 10,28).

Mientras permanezcamos en su amor (su redil), mientras escuchemos su voz y vivamos desde esa relación, nadie nos podrá arrebatar la paz ni la esperanza. Dios no nos promete una vida sin dificultades, pero sí nos asegura

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