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“Ignacio y la Tradición de Occidente”


Enviado por   •  7 de Enero de 2021  •  Ensayos  •  1.536 Palabras (7 Páginas)  •  137 Visitas

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“Ignacio y la Tradición de Occidente”

Villy Terzan Peters

        ¿Qué herencia recibimos? ¿Cuánto de esta herencia nos graba a fondo? ¿Somos verdaderos depositarios de lo que hemos recibido? Estas preguntas son el puntapié inicial de una disyuntiva presente a lo largo de toda nuestra historia de vida. Somos hijos de una familia, de una cultura, de un país, etc. Sin embargo, que, de ellos, lo apropiamos como tal, o más bien dicho, qué hace que yo me adhiera a dicha tradición. Podríamos señalar que todo está basado en los modos y formas en que fuimos aprendiendo, lo que se nos enseñó. Sin embargo, llega un momento en la vida personal, que nos hace ponernos en un punto de inflexión. Es decir, qué es lo mío, qué es lo heredado, con qué me quedo.

        San Ignacio, el peregrino, fue un hombre que no estuvo ajeno a esta realidad. Vivió una fuerte lucha interna, tratando de entender, con los elementos que tenía a su alcance y según las experiencias que iba viviendo, cómo su vida, que él creía tener armada, se iba desmoronando pedazo a pedazo. Este proceso se dio de modo natural y con las situaciones más simples que, con circunstancias, como, por ejemplo, le iban provocando efectos directos en su cuerpo, hasta llegar al que jamás pensaría que iba a vivir. Es decir, el cambio interior.  

         

          Para llegar a dicho proceso, ¿qué proceso personal interior, debe vivir una persona? ¿El entorno, la historia, la herencia influyen en la vida? En este sentido, tenemos dos caminos, uno que se da en lo que recibimos como tradición y otro que es el proceso interior. Sin embargo, nos hace falta un elemento importante para despejar esta ecuación, y esto tiene que ver con lo que la persona es capaz de sintetizar y discernir como propia, para presentarse al mundo con una propuesta única hacia él mismo, hacia los demás y hacia Dios. En palabras sencillas, lo específico que toda persona tiene para vivir su proyecto de vida.

         Toda tradición heredada, debe tener un modelo, en nuestro caso, damos por sentado que el modelo es Cristo. Sin embargo, como señala Melloni, “la devoción de Ignacio por la humanidad de Jesús tiene procedencias múltiples.” Sin embargo, en esto se debe destacar la influenza franciscana, con la imagen del Cristo pobre y sufriente; la lectura de la Vita Christi, la cual entrega el marco para situarlo en la búsqueda de que es lo que busca y desea vivir. Entender la figura de la humanidad de Cristo, no es otra cosa que ser testigo del misterio de la encarnación y para el peregrino, este hecho marcará el modo de pensar de los ejercicios, pues hará que la persona se encuentre con la figura de la humanidad de Cristo.

        La experiencia personal de Ignacio se ve traducido en lo específico de los ejercicios espirituales, pues en la vía unitiva expresa claramente que es un movimiento dinámico de encarnación, no de elevación. Por lo tanto, él entiende muy bien, que, para alcanzar la propuesta mistagógica, se hace necesario comprender el abajamiento. Este marco, abre dos caminos en el quehacer mismo de los ejercicios. Por un lado, a través de la contemplación de la vida, pasión y resurrección de Jesús, que tiene por finalidad grabar la imagen de Cristo en el corazón del que realiza los ejercicios. Por otro lado, el discernimiento que produce tener la imagen de Cristo como referente, ya que esto se confronta con las mociones interiores que provoca la contemplación de tal figura.

        Por tanto, el inicio de todo aquel que desea ejercitarse debe tener como modelo la imagen del Cristo pobre y humilde. En el cual, se manifiesta el misterio de la encarnación denotando la dinámica que provoca este movimiento, dando espacio para que el encuentro sea íntimo, significante y despierte las mociones del espíritu. En lo personal, me identifico con la imagen del Cristo pobre y humilde, ya que, por mi experiencia de vida, he vivido distintas experiencias de servicio con los más desposeídos. Sin embargo, este hecho que es externo, quizás habitable en el campo de lo exterior, me ha permitido tomar conciencia de que esas personas, a las cuales serví, también representan momentos que han sido gravitantes en mi experiencia vital, manifestado en palabras, gestos que me han ayudado a discernir aspectos de mi vida, con los demás y con Dios.

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