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Jose De Anchieta


Enviado por   •  5 de Noviembre de 2014  •  983 Palabras (4 Páginas)  •  198 Visitas

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José de Anchieta, nacido el día 19 de Marzo de 1534 en la Ciudad de San Cristóbal de La Laguna, Tenerife, Islas Canarias, ingresó en la Compañía de Jesús en la Provincia de Portugal el día primero de mayo de 1551. Dos años más tarde fue enviado a la Misión de Brasil, donde por amor a Cristo se dedicó por entero a la promoción humana y cristiana de los indígenas, perseverando hasta la muerte entregado a múltiples actividades apostólicas.

Ordenado sacerdote en 1566, un año después fue designado superior de las comunidades de S. Vicente y S. Pablo, habiendo sido nombrado más tarde Prepósito Provincial de toda la Misión de Brasil, cargo que desempeñó durante diez años con singular prudencia y celo apostólico.

José de Anchieta fue el primero que escribió la gramática en la lengua de los indígenas; a él se debe también la primera redacción del Catecismo en el mismo idioma. Llevado de su celo apostólico, y haciendo uso de todos los medios a su alcance, mejoró la condición humana, social y moral de los habitantes de aquellas tierras. Su actividad en favor de aquellos pueblos le mereció el título de «Apóstol del Brasil».

Murió el día 9 de junio de 1597 en la ciudad de Reritiba que, en su memoria y honor, cambió su nombre por el de Anchieta, con el que se le conoce actualmente.

Comentario Papa Francisco: «Un incansable y genial misionero es José de Anchieta, que a los 17 años, ante la imagen de la Santísima Virgen María, en la catedral de Coimbra, hace voto de virginidad perpetua y decide dedicarse al servicio de Dios. Habiendo ingresado en la Compañía de Jesús, parte, el año 1553, para el Brasil, donde, en la misión de Piratininga, emprende múltiples actividades pastorales con el fin de acercar y ganar para Cristo a los indios de las selvas vírgenes. Ama con inmenso afecto a sus hermanos «brasís», comparte con ellos su vida, estudia profundamente sus costumbres y comprende que su conversión a la fe cristiana debe ser preparada, ayudada y consolidada por un apropiado trabajo de civilización, para su promoción humana. Su celo ardiente le mueve a realizar innumerables viajes, cubriendo distancias inmensas, en medio de grandes peligros. Pero la oración continua, la mortificación constante, la caridad ferviente, la bondad paternal, la unión íntima con Dios, la devoción filial a la Virgen Santísima —a quien dedica un largo poema de elegantes versos latinos— dan a este gran hijo de San Ignacio una fuerza sobrehumana, especialmente cuando debe defender contra las injusticias de los colonizadores a sus hermanos los indígenas. Para ellos compone un catecismo, adaptado a su mentalidad, que contribuye grandemente a su cristianización. Por todo ello, bien merece el título de «Apóstol del Brasil».

Volviendo al año 1554, y dejando otros temas por falta de espacio, tenemos que referimos a uno que el Hermano Anchieta llevaba muy hondo en el corazón. En la Navidad de ese año los Hermanos Coadjutores Juan de Sousa y Pedro Correa merecieron ser los primeros jesuitas mártires de América. Escuchemos, como siempre, al primer historiador del Brasil:

Volviéronse los indios Cariyós contra nuestro Hermano Juan de Sousa, que andaba enfermo, y comenzaron a tirarle flechas. Éste, por su parte, cayó de rodillas, alabando al Señor, y de este modo lo mataron. Viendo nuestro Hermano Fedro Correa que así maltrataban a Juan, comenzó a razonar con los indios, no sabemos de qué asunto, mas creemos que se trataba de Nuestro Señor. La respuesta que le daban eran flechazos, y, al recibirlos, no cesó de clamar durante algún tiempo. Viendo que no podía soportar más, dejó caer el bordón que traía, y se arrodilló, encomendando su alma a Dios, y así lo acabaron de matar, lo desnudaron y lo dejaron en el camino...

Bienaventurados ellos que merecieron lavar sus estolas en la sangre del Cordero Inmaculado, dándole a ellos y al prójimo la vida, que mayor caridad no podían practicar... Procuraremos recoger sus cuerpos o parte de ellos.

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