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Juan 5, 31-47


Enviado por   •  26 de Mayo de 2013  •  Tesis  •  2.763 Palabras (12 Páginas)  •  368 Visitas

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Juan 5, 31-47

Juan, intérprete de Jesús. Juan es un buen intérprete de las palabras de Jesús. Un buen intérprete debe tener una doble fidelidad. Fidelidad a las palabras de aquel que habla, y fidelidad al lenguaje de aquel que escucha. En el Evangelio de Juan, las palabras de Jesús no son transmitidas materialmente al pie de la letra, sino que son traducidas y transpuestas al lenguaje de la gente de las comunidades cristianas del final del primer siglo en Asia Menor. Por este motivo, las reflexiones del Evangelio de Juan no son siempre fáciles de entender. Pues en ellas se juntan las palabras de Jesús y las palabras del evangelista que refleja el lenguaje de fe de las comunidades de Asia Menor. Por esto mismo, no basta el estudio erudito o científico de las palabras para poder captar el sentido pleno y profundo de las palabras de Jesús. Es necesario tener en nosotros también una vivencia comunitaria de la fe. El evangelio del día de hoy es un típico ejemplo de la profundidad espiritual y mística del discípulo amado.

Iluminación mutua entre vida y fe. Aquí vale repetir lo que Juan Cassiano dijo respecto del descubrimiento del sentido pleno y profundo de los salmos: “Instruidos por aquello que sentimos, no percibimos el texto como algo que solamente oímos, sino como algo que experimentamos y tocamos con nuestras manos; no como una historia extraña e inaudita, sino como algo que damos a luz desde lo más profundo de nuestro corazón, como si fueran sentimientos que forman parte de nuestro ser. Repitámoslo: no es la lectura (estudio) lo que nos hace penetrar en el sentido de las palabras, sino la propia experiencia adquirida anteriormente en la vida de cada día” (Collationes X,11). La vida ilumina el texto, el texto ilumina la vida. Si, a veces, el texto no nos dice nada, no es por falta de estudio ni por falta de oración, sino sencillamente por falta de profundidad en nuestra vida.

El valor del testimonio de Jesús. El testimonio de Jesús es verdadero, porque no se promueve a sí mismo, ni se exalta a sí mismo. “Otro es el que da testimonio de mí”, y es el Padre. Y su testimonio es verdadero y merece fe.

El valor del testimonio de Juan Bautista y de las obras de Jesús. Juan Bautista también dio testimonio respecto de Jesús y lo presentó a la multitud como enviado de Dios que debía venir a este mundo (cf. Jn 1,29.33-34; 3,28-34). Por esto, por muy importante que sea el testimonio de Juan, Jesús no depende de él. El tiene un testimonio a su favor que es mayor que el testimonio de Juan, a saber, las obras que el Padre realiza por medio de él (Cf. Jn 14,10-11).

El Padre da testimonio a favor de Jesús. Anteriormente, Jesús había dicho: “Quien es de Dios oye las palabras de Dios” (Jn 8,47). Los judíos que acusan a Jesús no tienen la mente abierta para Dios. Por ello, no consiguen percibir el testimonio del Padre que les llega a través de Jesús.

La escritura da testimonio a favor de Jesús. Los judíos dicen tener fe en las escrituras, pero en realidad no entienden la Escritura, pues la propia Escritura habla de Jesús (cf. Jn 5,46; 12,16.41; 20,9).

El Padre no juzga, pero confía el juicio al hijo. Los judíos se dicen fieles a la Escritura y a Moisés y, por ello, condenan a Jesús. En realidad, Moisés y la escritura hablan respecto de Jesús y piden creer en él.

Lucas 4, 1-13

Este domingo el evangelista nos dice que Jesús es llevado hasta el desierto para ser tentado. El desierto es el contacto con nuestro interior, con la soledad y el silencio. Durante este tiempo Jesús no come, pero el hambre se hace sentir, el demonio lo tienta: «Si eres el hijo de Dios convierte esta piedra en pan». Jesús no piensa en el Pan para Él sólo, sino en el Pan compartido para toda la humanidad.

En estos momentos que estamos viviendo,¿ pensamos sólo en nosotros y nuestra familia, o en nuestro comportamiento diario están presentes las familias que no tienen nada para comer, ni hogar, ni trabajo?

Jesús es tentado con el poder pero Él no quiere el poder, sabe que viene a compartirse, a darse. Él sólo adora y ama al Padre. Nosotros nos aferramos al poder, al mando, a tener, aunque pisemos a los demás.

En estos días, donde los políticos y los empresarios se aferran al poder y oprimen al ciudadano, nos encontramos con alguien que renuncia al poder, un seguidor de Jesús que deja vacante la sede de Pedro. Nosotros ejercemos de alguna forma el poder en nuestro hogar, en nuestras comunidades parroquiales, en nuestro trabajo, ¿seremos capaces de discernir que al igual que Jesús venimos a servir, a trabajar por el bien común y a practicar el amor y la solidaridad?

También es tentado con ser grandioso, milagrero, pero Jesús confía en el Padre y sólo se pone en las manos de Él. Nosotros preferimos a un Jesús grandioso, milagrero, aunque esto nos aleja de la verdadera esencia del cristianismo, y ésta no es otra que el amor al prójimo, confiar y ponernos cada día en las manos de Dios. En nosotros está dejar que Dios se manifieste en nuestros actos, en nuestro testimonio de vida.

En esta Cuaresma que comenzó el Miércoles de Ceniza, debemos también nosotros atravesar el desierto, la soledad, el silencio, la reflexión, la meditación, el ayuno, pero siendo conscientes de lo que significan. Ser cristiano, seguir a Cristo, es una forma de vida basada en el amor, la justicia y la esperanza.

Hoy comenzamos a caminar por el desierto, ¡no tengan miedo!, ¡seguro que salimos fortalecidos!

Juan 18, 1-19. 42

La pasión, muerte y resurrección de Jesús iluminan todo el evangelio de Juan. La mirada se dirige, especialmente, hacia el momento culminante: la muerte en la cruz, que es el triunfo, exaltación y glorificación del enviado del Padre: «El hijo del hombre tiene que ser levantado en alto, para que todo el que crea en él tenga vida eterna». La presentación de las diferentes escenas que dan unidad dramática a la Pasión recibe esta luz especial.

Prendimiento y proceso ante Anás. En el primer acto encontramos a Jesús dominando la situación. Es el protagonista, no solo porque la acción está centrada en él, sino porque todo lo que sucede manifiesta su poder y soberanía: no se relata la agonía en Getsemaní; Jesús sale al encuentro de los que vienen a detenerlo y se entrega libremente; en el proceso en casa de Anás, toma la iniciativa y marca el ritmo del diálogo. Todo en esta primera escena presenta a Jesús asumiendo con autoridad su destino: «ha llegado la hora».

Jesús ante Pilato. El acto más largo de la Pasión es

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