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LLAVE A LA COMUNION, FRATERNIDAD Y AMOR: LA SOLIDARIDAD


Enviado por   •  1 de Junio de 2014  •  2.493 Palabras (10 Páginas)  •  182 Visitas

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LLAVE A LA COMUNION, FRATERNIDAD Y AMOR: LA SOLIDARIDAD

Llegar a las periferias humanas, muy alejados de nosotros nos resulta muy difícil pero no imposible, tenemos que detener el paso, el tiempo solo un momento y ponernos a mirar, escuchar, reflexionar a todo lo que pasa en nuestros alrededores con nuestros prójimos, ayudarlos si se quedaron en medio del camino y cuando lleguen a la “meta” pues esperarlos con una sonrisa y brazos muy grande, dándole todo el amor que Dios nos enseñó.

A veces sería bueno preguntarnos en como estarán la gente que habitan en las diversas periferias del mundo? Vivirán felices? Claro por una parte imagino que si porque tienen el amor de la familia, eso te motiva a poder salir adelante, por otro lado también estarán tristes en no poder conseguir el dinero suficiente para mantener a sus hijos, todos queremos dar lo mejor a todos en nuestra familia ya sea nuestros hijos, padres, etc.

Cada día buscan trabajo pero hoy en día vemos la realidad donde ahora se considera al ser humano un objeto que se puede usar para luego tirarlos como si nada, vemos una realidad materialista, consumista e individualista donde se aprovechan de las personas más necesitadas que se encuentran en las periferias, zonas pobres que tratan de vivir cada día en medio de los dolores que pasan diariamente y exactamente de ese mismo sufrimiento pues se aprovechan para dar en solución sus necesidades en vez de ir y ayudarlos vemos que hay casos realmente de gran pobreza sin embargo algunos lo ignoramos.

Tenemos que poner en práctica “La alegría del Evangelio”, llegar al corazón más frio por así decirlo, hacer volver a nacer la alegría que nos espera con ser fieles servidores de Jesucristo ya que el gran riesgo del mundo actual, es una tristeza individual que brota del corazón egoísta, que buscan solo las cosas superficiales, tienen la conciencia aislada. Los pobres no sólo son personas a las que les podemos dar algo. También ellos tienen algo que ofrecernos, que enseñarnos. ¡Tenemos tanto que aprender de la sabiduría de los pobres!-dijo Francisco.

Cuando estas personas manejan su vida interior pensando en ellas nomas pues clausura sus propios intereses, ya no tienen un espacio ni por más pequeño que sea en pensar por los demás, ya no entran los pobres, ya no se escucha la voz de Dios, ya no se vive la linda alegría de su amor, pierden el entusiasmo por ayudar, por hacer el bien. Los creyentes no se salvan tampoco de esto pues algunos caen en este mundo individualista y se convierten en seres resentidos, quejosos que ya no ven un sentido a la vida. Todos tienen el derecho de recibir el Evangelio. Los cristianos tienen el deber de anunciarlo sin excluir a nadie. No es para algunos sino para todos. No es sólo para los que nos parecen más cercanos, más receptivos, más acogedores. Es para todos. No hay que tener miedo de ir y llevar a Cristo a cualquier ambiente, hasta las periferias existenciales, también a quien parece más lejano, más indiferente.

En la jornada mundial de la juventud (Brasil 2013) Francisco vienen en nombre de Jesús a encender esa llama de amor fraternal que debemos de tener. Jesús tiene confianza en los jóvenes ya que es nos manda una misión de ir y hacer discípulos también nos considera como un ventanal por el que entra el futuro en el mundo. Es preciso afrontar los problemas que están a la base de su uso, promoviendo una mayor justicia, educando a los jóvenes en los valores que construyen la vida común, acompañando a los necesitados y dando esperanza en el futuro.

Nos llama a cada uno de nosotros para que nos convirtamos en sus discípulos misioneros, lo descubramos como el tesoro más precioso de nuestra vida y compartamos esta riqueza con los demás, los que están cerca y los que están lejos, hasta las extremas periferias geográficas de nuestro tiempo. Todos tenemos necesidad de mirar al otro con ojos de amor de Jesús, aprender a abrazar a aquellos que están en necesidad para expresarles cercanía, afecto, amor, compasión.

Tenemos que transmitir valores, crear un mundo justo, solidario, fraternal. El Papa Francisco también nos invita a cada creyente, en cada situación en donde nos encontremos para renovar nuestro encuentro o relación que tenemos con Jesús o por lo mínimo a aceptar dejarnos encontrar por El, diariamente. El Señor busca a todos, quiere que todos sientan el calor de su misericordia y de su amor.

Así que no hay justificación para que alguien piense que esta invitación no es para él, porque en la alegría dada a conocer por el Señor pues nadie queda excluido, ni tampoco quedaremos defraudados si nos arriesgamos a seguir sus pasos ya que cuando nos quedamos por decir atrás el Señor nos espera al otro lado con los brazos más que abiertos y con una felicidad inmensa con todo el amor infinito que tiene por nosotros, Jesús jamás nos abandonará el espera que demos un paso tal vez el primero en la misión que nos encargó en este mundo, debemos “Amar a nuestro prójimo como a sí mismo”.

Es tan desesperante ver que hay personas que necesitan con urgencia un plato de comida para su familia, cuando en realidad existe comida suficiente para todos pero no todas lo obtienen.

Un ejemplo muy puntual pues es la parábola del Buen Samaritano, que habla de un hombre asaltado por bandidos y abandonado medio muerto al borde del camino. La gente pasa, mira y no se para, continúa indiferente el camino: no es asunto suyo. En la actualidad hay casos donde evadimos la ayuda hacia el otro diciendo: No es mi problema, volteamos la cara como diciendo no haber visto nada, ignorándolos que solos salgan de tal problema. Sólo un samaritano, un desconocido, ve, se detiene, lo levanta, le tiende la mano y lo cura (Lc 10, 29-35).

La gente sencilla siempre tiene espacio para albergar el misterio, porque el misterio entra por el corazón. En la casa de los pobres, Dios siempre encuentra sitio. Hay pocos que todavía saben escuchar el dolor; al menos, hay que calmarlo.

A veces perdemos el entusiasmo por la misión al olvidar que el Evangelio responde a las necesidades más profundas de las personas, porque todos hemos sido creados para lo que el Evangelio nos propone: la amistad con Jesús y el amor fraterno. Cuando logramos expresar adecuadamente y con belleza el contenido esencial del Evangelio, seguramente ese mensaje hablará a las búsquedas más hondas de los corazones. Tenemos un tesoro de vida y de amor que es lo que no puede engañar, el mensaje que no puede manipular ni desilusionar. Es una respuesta que cae en lo más hondo del ser humano y que puede sostenerlo y elevarlo. Es la verdad que no pasa de moda porque es capaz de penetrar allí donde nada más puede llegar. Nuestra tristeza infinita sólo se cura con un infinito amor.

Hoy en día hace falta una Iglesia capaz de acompañar, de ir más allá del mero escuchar; una Iglesia que acompañe en el camino poniéndose en marcha con la gente; una Iglesia que pueda descifrar esa noche que entraña la fuga de Jerusalén de tantos hermanos y hermanas; una Iglesia que se dé cuenta de que las razones por las que hay quien se aleja, contienen ya en sí mismas también los motivos para un posible retorno –dijo Francisco en el discurso del episcopado brasileño.

Nosotros tenemos que darles a las personas que necesitan un brillo de esperanza, alegrías, que nos lleve a nosotros los creyentes a amar al prójimo, como el propio Jesús nos enseñó. Lo que Cristo exige es el desprendimiento del alma de las cosas de este mundo, llevando una ayuda sencilla, consientes en todo momento de la pobreza del hombre frete a Dios, viviendo esta virtud que es muy fundamental para el cristiano: la humildad. Con la misericordia llegamos a medida con la que se nos medirá y solo alcanzara misericordia de Dios quien se incline, apiade tan profundamente ante el prójimo que sufre, decirles que si se puede salir adelante todos en unión.

Sabemos de sus necesidades diarias mediante sus peticiones y su sufrimiento al no tener un techo donde vivir, ni pan, ni salud, son unas de los tantos problemas sociales que vemos diariamente. Es una constante del ser humano en este mundo, perjudicar de alguna forma a sus semejantes, hay que ser limpios de corazón es decir mantener un corazón libre de pecado, amar al hombre, que, como tiene un corazón de carne necesita querer, pero necesita querer rectamente sabiendo que elegir.

Debemos de relegar el egoísmo de nuestros pensamientos y sustituir por el amor a la Iglesia y la gente, demostrar el amor a todos aquellos con los que tengamos contacto el día de hoy y los que viven en las periferias.

Hay que agradecer a Dios porque en el mundo hay comunidades, instituciones eclesiásticas, movimientos y otras formas de asociación que están en función para servir, ayudar a los más necesitados, son una riqueza de la Iglesia que el Espíritu suscita para evangelizar todos los ambientes y sectores. Muchas veces aportan un nuevo fervor evangelizador y una capacidad de diálogo con el mundo que renuevan a la Iglesia. Pero es muy sano que no pierdan el contacto con esa realidad tan gustosa de la parroquia del lugar, esta integración evitará que se queden sólo con una parte del Evangelio y de la Iglesia.

La mayoría tenemos una Iglesia cercana a la que asistimos y somos partes, el obispo de dicha iglesia también forma parte de esta misión debe siempre fomentar la comunión misionera de su Iglesia diocesana siguiendo ideales de las primeras comunidades, donde los creyentes tenían un solo corazón y una sola de alma, Para eso a veces estará siempre indicar el camino y cuidar la esperanza del pueblo y en ocasiones caminar detrás de ellos para ayudar a los rezagados y encontrar nuevos caminos.

El futuro nos exige también una visión humanista de la economía y una política que logre cada vez más y mejor la participación de las personas para erradicar la pobreza. Hay que crear un mundo de hermanos, un mundo de justicia, de amor, de paz, de fraternidad, de solidaridad. La Iglesia necesita de nosotros, de nuestro entusiasmo, creatividad y la alegría que nos caracteriza. Hay que practicar la capacidad de servicio, pedir a Jesús que nos de su voz, aliento todo el tiempo que nos ensene el camino que debeos seguir, que nos de sus sueños, anhelos, sentimientos, su visión de un mundo mejor y fraternizado, su manera de sentir, que nos dé sentido a nuestros corazón y a nuestros prójimos necesitados para que encuentran reposo con Jesús.

Sin embargo no es tan fácil como suena pues en el Discurso en la solemne apertura del Concilio Vaticano II (11 octubre 1962) del papa Juan Pablo II dijo que de cualquier modo nunca podremos convertir las enseñanzas de la Iglesia en algo fácilmente comprendido y felizmente valorado por todos. La fe siempre conserva un aspecto de cruz, alguna oscuridad que no le quita la firmeza de su adhesión. Pues la Iglesia está llamada a ser siempre la casa abierta del Padre. Uno de los signos concretos de esa apertura es tener templos con las puertas abiertas en todas partes. De ese modo, si alguien quiere seguir una moción del Espíritu y se acerca buscando a Dios, no se encontrará con la frialdad de unas puertas cerradas. Pero hay otras puertas que tampoco se deben cerrar. Todos pueden participar de alguna manera en la vida eclesial, todos pueden integrar la comunidad, y tampoco las puertas de los sacramentos deberían cerrarse por una razón cualquiera.

El persiste de su amor en nuestro camino ya nos lavó de nuestros pecados, culpas, al morir en la cruz, hay que agradecerle llevando una vida en comunión, practicando el evangelio, ensenándolo a niños a aprender a vivir en unas sociedad más justa, como siempre se ha debido de ser sin tantos problemas.

Jesús planeó cosas para cada uno de nosotros, tenemos que cumplir los sueños de Jesús, decirle que estamos dispuesto a servir, realizar los objetivos que tiene planeado, pedirle que sea nuestro aliento, que sea nuestro mundo entero que este en todo nuestros pensamiento, sentimientos y así poder alimentarnos de su infinito amor, gloria que cada día nos da, que nos ilumine como una luz tan visible, que nos llene de gozo y felicidad, para cada día ayudar a salir adelante a la gente que más necesita crear una familia que es lo que realmente todos nosotros somos, pedirle también que a los hombres que tienen el corazón frio pues que se les ablande que los sumerja en el espíritu de Jesús ellos necesitan ese amor que les es tan difícil tener y mucho más dar. Necesitan el hambre que los creyentes sentimos por encontrar a Jesús y darle esa alegría que el necesita al vernos a todos tener una vida en paz, comunión y solidaridad. Jesús mismo es el modelo de esta opción evangelizadora que nos introduce en el corazón del pueblo.

Al proclamar las Bienaventuranzas, Jesús nos invita a seguirle, a recorrer con Él el camino del amor, el único que lleva a la vida eterna. No es un camino fácil, pero el Señor nos asegura su gracia y nunca nos deja solos. Pobreza, aflicciones, humillaciones, lucha por la justicia, cansancios en la conversión cotidiana, dificultades para vivir la llamada a la santidad, persecuciones y otros muchos desafíos están presentes en nuestra vida. Pero, si abrimos la puerta a Jesús, si dejamos que Él esté en nuestra vida, si compartimos con Él las alegrías y los sufrimientos, experimentaremos una paz y una alegría que sólo Dios, amor infinito, puede dar, toda la vida de Jesús, su forma de tratar a los pobres, su generosidad cotidiana, sencilla y finalmente su entrega total, es precioso y le habla a la misma vida. Cada vez que uno vuelve a descubrirlo, se convence de que eso mismo es lo que los demás necesitan, aunque no lo reconozcan.

Estamos en un tiempo en el que tantas personas sufren a causa de la crisis económica, poner la pobreza al lado de la felicidad puede parecer algo fuera de lugar y difícil pero no imposible con la ayuda que podemos ofrecerles.

No nos demos por vencido reflexionemos sobre las cosas que hacemos diariamente y siempre habrá un espacio para Dios y nuestro prójimo cada día practiquemos esta linda alegría del evangelio.

Quisiera compartirles esta oración de amor: “Querido Jesús, remueve de mi todo egoísmo de pensamiento, palabra y obra. Infunde en mi corazón querido Jesús, un profundo y constante amor por todo lo que es santo, por la Santísima Trinidad, por la Iglesia sobre la Tierra, y por toda la gente. Ayúdame a mostrar este amor a todos aquellos con los que tenga contacto el día de hoy. Amen “

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