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LO QUE EL PAPA FRANCISCO NO CAMBIARA


Enviado por   •  4 de Noviembre de 2013  •  1.182 Palabras (5 Páginas)  •  195 Visitas

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Lo que no va a cambiar el Papa

Por Francisco de Borja SANTAMARÍA

El comienzo de un nuevo pontificado en la Iglesia católica abre en la opinión pública expectativas sobre lo que, en este caso, el Papa Francisco hará o dejará de hacer. En ocasiones uno tiene la impresión de que lo que manifiestan algunos “expertos” guarda más relación con los propios deseos que con lo que realmente es razonable que ocurra. En concreto me parece un error recurrente, y no sólo ante un nuevo pontificado, la convergencia de ciertos sectores católicos con corrientes de opinión alejadas del catolicismo, en la línea de un cambio total en la Iglesia. Sería el sueño de “otra Iglesia es posible”, similar a los “altermundistas” en versión eclesiástica.

El asunto tiene su historia y hay que remontarse a la convocatoria y desarrollo del concilio Vaticano II hace medio siglo. Desde entonces, se ha instalado en muchos católicos lo que yo denominaría una visión mítica del concilio (y de la Iglesia). La denomino mítica, queriendo aludir a que se trata de un constructo mental sin fundamento real, que proyecta una visión de conjunto de lo que deber ser el cristianismo y que, sobre todo, tiene la pretensión de transformar la realidad desde esos supuestos. Es decir, mítico en un sentido análogo a cómo opera la idea de Euskadi o de Cataluña en los nacionalismos: una versión irreal de la respectiva historia, que se proyecta hacia el futuro con el objetivo de transformar el estado actual de las cosas. Pues bien, de modo análogo al mito nacionalista, no pocos católicos son presa, en mi opinión, del “mito del concilio”.

La visión mítica del concilio (Vaticano II, se entiende) incurre, desde mi punto de vista, en un doble error. El primero, distinguir como dos realidades casi irreconciliables entre Iglesia pre-conciliar e Iglesia del post-concilio. El segundo error de perspectiva de lo que denomino mito conciliar consiste en distinguir entre los documentos y el “espíritu del concilio”, declarando auténtico éste y negando validez a aquellos.

La utilización de la expresión “espíritu del concilio” –frente a los documentos aprobados- me parece la mejor corroboración de que nos encontramos ante una lógica mítica: el espíritu del concilio acaba teniendo un contenido inefable, que puede incluir cualquier cosa y ninguna en concreto, que se aviene con cualquier propuesta que suene a nueva o, en cualquier caso, acorde a “los signos de los tiempos”, es decir, al pensamiento –a la ideología- imperante en cada momento: en su momento al marxismo; en la actualidad a la ideología de género –en sus diversas implicaciones- y al relativismo. Se trata, en todo caso, de una comprensión de la Iglesia de acuerdo con los moldes de la sociedad civil y política y con una visión secularizada – ¡no religiosa!- del cristianismo. Por eso, la perspectiva mítica del concilio tiende a no admitir la autoridad en el seno de la Iglesia, intenta su comprensión en clave democrática y reduce los objetivos de la Iglesia a la realización de la justicia en este mundo, obviando por completo el más allá.

Lógicamente, el “mito conciliar” tiene su explicación, porque el tan querido beato Juan XXIII, al convocar el concilio, se refirió a la necesidad de profundizar y presentar la “doctrina cierta e inmutable” de la Iglesia de acuerdo con las “exigencias de nuestro tiempo”. Digamos para simplificar que los “míticos” se han quedado sólo con las “exigencias de nuestro

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