La Biblia, El Diablo Y Los Demonios
walther20054 de Noviembre de 2014
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La Biblia, el diablo y los demonios
Por Les Thompson
La Biblia nos dice que «el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quién devorar» (1 P 5:8). Es una declaración general que sencillamente explica la presencia de Satanás en el mundo y habla de su naturaleza devoradora. El texto no da detalles, meramente explica que Satanás se parece a un león. El problema salta cuando tan breve explicación no satisface a los curiosos. Quieren saber más de ese misterioso ser. Pero la Biblia no nos cuenta más. San Pablo, en el capítulo seis de su carta a los Efesios, habla de una lucha que no es contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los poderes de este mundo de tinieblas, y contra unas huestes espirituales de maldad en las regiones celestes. Repetimos, la Biblia no nos cuenta más.
A su vez, estas breves frases, aunque contienen poco detalle, están preñadas con múltiples posibilidades, refiriéndose no sólo a poderes demoníacos, sino también a los ángeles buenos de Dios. El que quiere ser bíblico templaría sus interpretaciones estudiando las enseñanzas claras acerca de estos ángeles buenos y ángeles caídos a través de la Biblia, ya que se encuentran importantes referencias al tema desde Génesis tres hasta Apocalipsis veinte. Si ese cuerpo de enseñanza bíblica es ignorado, la tendencia será exagerar o añadir a lo que la Biblia dice. Ahí, precisamente, estriba el problema, cuando alguien con una imaginación viva comienza a inventar y a añadir (recordemos la advertencia en contra de añadirle a la Biblia en Apocalipsis 22: 18-19). El resultado es que se difunde un mundo de fantasía demoníaca, ideas inventadas que pueden ser totalmente falsas y equivocadas ideas sin base bíblica sólida.
No hay duda que la existencia de estos seres diabólicos funestos despierta interés —y no sólo entre cristianos. Fíjense en lo que muchos cineastas incrédulos han creado y presentado: EL BEBÉ DE ROSMERY;RESCATE EN EL BARRIO CHINO; EL POZO Y EL PÉNDULO; LA NOCHE DEL DEMONIO; EL ABOGADO DEL DIABLO; LAS ABUELITAS SATÁNICAS; ESCALOFRÍO DIABÓLICO; EL ESPIRITISTA; EXORCISMO; GRITOS EN LA NOCHE; EL JOROBADO DE LA MORGUE; LAS JOYAS DEL DIABLO, por nombrar algunas.
Imaginaciones lubricadas y libros llenos de diablos
No es de sorprenderse que autores cristianos también hayan aportado sus propias creaciones. Convencidos de la realidad de un mundo diabólico, y armados con algunas ideas bíblicas, han pretendido contarnos cómo se manifiestan los demonios, cómo están organizados, cuánto poder tienen, los lugares donde aparecen hoy, y cuál es la manera de controlarlos y vencerlos. ¡Increíble la cantidad de conclusiones a que han podido llegar, a pesar de que hay tan poca base bíblica para ello! Presentamos como ejemplo libros como Líbranos del mal (Don Basham), El adversario (Mark Bubeck), Lo que los demonios pueden hacer a los santos (Cerril Unger), La posesión demoníaca y el cristiano (Fred Dickason), etc. Pareciera que con cada nuevo título se suman más ideas novedosas infernales. Por supuesto, el tema atrae a lectores curiosos que quieren conocer a este mundo de espanto tenebroso.
Escuché a un colega (de otra organización) defender estos excesos: «La Biblia— dijo— no tiene suficiente información acerca del diablo y sus demonios, por tanto tenemos que ir a otras fuentes para saber cómo son y cómo contrarrestarlos». Las fuentes a las que él se refería eran brujos y personas poseídas de demonios, cosa que la Biblia rotundamente condena: «Y cuando os digan: Consultad a los médium y a los adivinos que susurran y murmuran, decid: ¿No debe un pueblo consultar a Dios? ¿Acaso consultará a los muertos por los vivos? ¡A la ley y al testimonio [la Biblia]! Si no hablan conforme a esta palabra, es porque no hay para ellos amanecer» (consulte también Dt 18:10-13). Cuando se llega a la conclusión que la Biblia no nos da suficiente información sobre un tema tan importante como lo es la doctrina de Satanás y sus demonios, equivale a decir que Dios nos ha fallado —¡pensamiento equivocado!
Varios de nuestros autores cristianos han lubricado muy bien sus imaginaciones, han llenado sus células cerebrales de gasolina, y han pisado el acelerador a fondo, creando un tremendo mundo demoníaco. Sus lectores se han vuelto locos con estas fabricaciones, imaginándose demonios donde quiera que miran. Lo triste es que muchas iglesias han aceptado estos libros como si fueran inspirados, confundiendo la ficción con la teología, demonizando los pecados, y creado un exagerado mundo lleno de diablos y demonios.
Frank Peretti y Esta Patente Oscuridad
No hay duda que el novelista Frank Peretti —junto a varios otros escritores— dio rienda suelta a su imaginación cuando escribió Esta Patente Oscuridad en 1986. Creó una serie de ideas que sus lectores tristemente han convertido en doctrina. La venta de esta novela, editada en varios idiomas, excede a ocho millones de ejemplares, así de popular ha sido. Como obra de ficción ciertamente es loable. Le mantiene al lector atado a sus páginas, absorto en el complot. Con tal que se tenga presente que es todo un invento, no hay problema. Es cuando esas ideas se toman como revelación doctrinal que es abominable. El mismo Peretti, en una entrevista con la revista World, admite que se ha quedado asombrado por la manera en que tantas iglesias han aceptado su creación como doctrina inspirada.
¿De dónde sacó Peretti esos demonios tan gráficos y tan atormentadores? Algunos apuntan a un escrito reciente de índole biográfico, The Wounded Spirit, (Espíritu herido) donde él cuenta su difícil niñez. Nos dice Peretti que era hijo de misioneros pentecostales que trabajaban en Canadá. Nació en medio de una terrible tormenta de hielo. De muy niño descubrieron en su cuello un quiste higromático que, cuando fue operado, se convirtió en un enigma para los médicos. Después de siete operaciones infructuosas, dice: «mi lengua se inflamó, quedando extendida fuera de la boca, goteando una sustancia que al exponerse al aire se convertía en costra negra. Se me caía la baba constantemente, dejando mi boca y barbilla cubierta de sangre y de esa sustancia negra». En la secundaria llegó a ser objeto del abuso y ridículo de sus compañeros de clase. Oraba pidiendo de Dios auxilio y rescate, pero, al parecer, nunca fue escuchado. Dice que sus padres insistían en que «tenía que ir a la escuela, hacer sus deberes, cumplir con sus estudios, mantener sus zapatos amarrados, ir a la cama a la hora indicada, comer sus vegetales sin quejarse, y cumplir sin cuestionar la autoridad de ellos.»
Con una niñez como esa es fácil comprender cómo se puede imaginar un mundo lleno de terribles demonios, y rodeado de un enorme y poderoso ejército de demonios. Luego, mirando todo lo horrible que ocurre todos los días en nuestro triste mundo, nos podemos imaginar a millones de demonios en acción—sea cual sea su colorido y repugnante apariencia. Pero ¿es eso lo que dice la Biblia? Está claro que si los demonios tienen la culpa de todo el mal que ocurre en el mundo, han de ser miles de incontables miles, un enorme ejército bien organizado, con sus príncipes, con sus territorios bien delimitados, con sus órdenes claramente especificadas, haciendo guerra espiritual contra Dios, su iglesia —incluso a ti y a mi.
¿Serán los demonios los que nos atormentan?
El problema teológico es que la Biblia no asigna la culpa del mal en el mundo ni al diablo ni a sus demonios. La Biblia dice: cada uno [persona] es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido. Entonces la concupiscencia, después que ha concebido, da a luz el pecado; y el pecado, siendo consumado, da a luz la muerte (Stg 1:14-15). Otra vez: He aquí, no se ha acortado la mano del Señor para salvar, ni se ha endurecido su oído para oír, pero vuestras iniquidades han hecho separación entre vosotros y vuestro Dios, y vuestros pecados le han hecho esconder su rostro de vosotros para no escuchar. Porque vuestras manos están manchadas de sangre, y vuestros dedos de iniquidad; vuestros labios hablan mentira y vuestra lengua murmura maldad (Is 59:1-3; véase también Ro 3:10-17). La raíz del mal en el mundo no es el diablo. ¡La Biblia culpa todo lo horrible en el mundo a la pecaminosidad misma de los seres humanos!
Pero, continuando con la historia, si lo que Peretti dice fuera cierto, entonces tendríamos razón para, como el Quijote, aceptar lo propuesto en la novela, y con la ayuda de Sancho y Mengano hacerle frente a estos monstruos e invisibles fortalezas. Si aún el 60 por ciento de lo que cuenta Peretti fuera correcto —doctrinalmente hablando— entonces podríamos atribuirle al diablo y a sus demonios todo lo malo que ocurre en el mundo, desde guerras y plagas, hasta la pérdida de aquellos costosos aretes que se le cayeron a mi mujer en el lavamanos. Además, cuando se pincha una llanta, podemos culpárselo a un demonio. Cuando se cayó el niño de la mesa (donde no debiera haberse trepado), «¡fue un demonio que lo tumbó!» También reclamarle el guiso que se quemó, porque el desgraciado demonio se metió en la cocina. Incluso, esa cortada en el dedo picando zanahorias fue nada menos que un condenado demonio que hizo resbalar el cuchillo.
En fin, bien podríamos concluir que estas aborrecibles criaturas se encuentran atormentándonos día y noche, queriendo poseernos, impidiendo nuestro progreso, molestándonos a cada paso y, por supuesto —ya que así son—, tentándonos con los peores pecados. Por supuesto, arrastrando tales ideas podríamos declarar que ellos son los causantes de nuestras caídas espirituales, de nuestros desvíos en el error, y de nuestra indiferencia espiritual (sin mencionar
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