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La Educaion

jhonatan15196 de Julio de 2014

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LA EDUCACIÓN

ELENA G. DE WHITE

"El temor de Jehová es el principio de la sabiduría".

LOS PRIMEROS PRINCIPIOS

"Por tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria

del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma Imagen".

La Fuente de la Verdadera Educación y su Propósito

"El conocimiento del santísimo es la inteligencia". "Vuelve ahora en amistad con

él".

NUESTRO concepto de la educación tiene un alcance demasiado estrecho y bajo.

Es necesario que tenga una mayor amplitud y un fin más elevado. La verdadera

educación significa más que la prosecución de un determinado curso de estudio.

Significa más que una preparación para la vida actual. Abarca todo el ser, y todo el

período de la existencia accesible al hombre. Es el desarrollo armonioso de las

facultades físicas, mentales y espirituales. Prepara al estudiante para el gozo de

servir en este mundo, y para un gozo superior proporcionado por un servicio más

amplio en el mundo venidero.

Las Sagradas Escrituras, cuando señalan al Ser infinito, presentan en las

siguientes palabras la fuente de semejante educación: En él "están escondidos

todos los tesoros de la sabiduría".* "Suyo es el consejo y la inteligencia".*

El mundo ha tenido sus grandes maestros, hombres de intelecto gigantesco y

abarcante espíritu investigador, hombres cuyas declaraciones han estimulado el

pensamiento, y abierto a la vista vastos campos de conocimiento; y estos hombres

han sido honrados como guías y benefactores de su raza; pero hay Uno superior a

ellos. Podemos rastrear la ascendencia de los maestros del mundo hasta donde

alcanzan los informes humanos: pero antes de ellos 14 estaba la Luz. Así como la

luna y los planetas de nuestro sistema solar brillan por la luz del sol que reflejan,

los grandes pensadores del mundo, en lo que tenga de cierto su enseñanza,

reflejan los rayos del Sol de Justicia. Todo rayo del pensamiento, todo destello del

intelecto, procede de la Luz del mundo.

En estos tiempos se habla mucho de la naturaleza e importancia de la "educación

superior". Aquel con quien están "la sabiduría y el poder"* y de cuya boca "viene el

conocimiento y la inteligencia"*, imparte la verdadera educación superior.

Todo verdadero conocimiento y desarrollo tienen su origen en el conocimiento de

Dios. Doquiera nos dirijamos: al dominio físico, mental y espiritual; cualquier cosa

que contemplemos, fuera de la marchitez del pecado, en todo vemos revelado

este conocimiento. Cualquier ramo de investigación que emprendamos, con el

sincero propósito de llegar a la verdad, nos pone en contacto con la Inteligencia

poderosa e invisible que obra en todas las cosas y por medio de ellas. La mente

del hombre se pone en comunión con la mente de Dios; lo finito, con lo infinito. El

efecto que tiene esta comunión sobre el cuerpo, la mente y el alma sobrepuja toda

estimación. En esta comunión se halla la educación más elevada. Es el método propio que

Dios tiene para lograr el desarrollo del hombre. "Vuelve ahora en amistad con él"*,

es su mensaje para la humanidad. El método trazado en estas palabras era el que

se seguía en la educación del padre de nuestra especie. Así instruyó Dios a Adán

cuando, en la gloria de una virilidad exenta de pecado, habitaba éste en el

sagrado jardín del Edén.

A fin de comprender lo que abarca la obra de la educación, necesitamos

considerar tanto la naturaleza del hombre como el propósito de Dios al crearlo. 15

Necesitamos considerar también el cambio verificado en la condición del hombre

por la introducción del conocimiento del mal, y el plan de Dios para cumplir, sin

embargo, su glorioso propósito en la educación de la especie humana.

Cuando Adán salió de las manos del Creador, llevaba en su naturaleza física,

mental y espiritual, la semejanza de su Hacedor. "Creó Dios al hombre a su

imagen", con el propósito de que, cuanto más viviera, más plenamente revelara

esa imagen -más plenamente reflejara la gloria del Creador. Todas sus facultades

eran susceptibles de desarrollo; su capacidad y su vigor debían aumentar

continuamente. Vasta era la esfera que se ofrecía a su actividad, glorioso el

campo abierto a su investigación. Los misterios del universo visible "las maravillas

del Perfecto en sabiduría", invitaban al hombre estudiar. Tenía el alto privilegio de

relacionarse íntimamente, cara a cara, con su Hacedor. Sí hubiese permanecido

leal a Dios, todo esto le hubiera pertenecido para siempre. A través de los siglos

eternos, hubiera seguido adquiriendo nuevos tesoros de conocimiento,

descubriendo nuevos manantiales de felicidad y obteniendo conceptos cada vez

más claros de la sabiduría, el poder y el amor de Dios. Habría cumplido cada vez

más cabalmente el objeto de su creación; habría reflejado cada vez más

plenamente la gloria del Creador.

Pero por su desobediencia perdió todo esto. El pecado mancilló y casi borró la

semejanza divina. Las facultades físicas del hombre se debilitaron, su capacidad

mental disminuyó, su visión espiritual se oscureció. Quedó sujeto a la muerte. No

obstante, la especie humana no fue dejada sin esperanza. Con infinito amor y

misericordia había sido trazado el plan de salvación y se le otorgó una vida de

prueba. La obra de la redención debía restaurar en el 16 hombre la imagen de su

Hacedor, devolverlo a la perfección con que había sido creado, promover el

desarrollo del cuerpo, la mente y el alma, a fin de que se llevase a cabo el

propósito divino de su creación. Este es el objeto de la educación, el gran objeto

de la vida.

El amor, base de la creación y de la redención, es el fundamento de la verdadera

educación. Esto se ve claramente en la ley que Dios ha dado como guía de la

vida. El primero y grande mandamiento es: "Amarás al Señor tu Dios con todo tu

corazón, y con toda tu alma, y con todas tus fuerzas, y con toda tu mente".* Amar

al Ser infinito, omnisciente, con todas las fuerzas, la mente y el corazón, significa

el desarrollo más elevado de todas las facultades. Significa que en todo el ser - el

cuerpo, la mente y el alma- debe restaurarse la imagen de Dios.

Semejante al primer mandamiento, es el segundo: "Amarás a tu prójimo como a ti

mismo". La ley de amor requiere la dedicación del cuerpo, la mente y el alma al

servicio de Dios y de nuestros semejantes. Y este servicio, al par que nos

constituye en bendición para los demás, nos proporciona a nosotros la más grande bendición. La abnegación es la base de todo verdadero desarrollo. Por

medio del servicio abnegado, adquiere toda facultad nuestra su desarrollo

máximo. Llegamos a participar cada vez más plenamente de la naturaleza divina.

Somos preparados para el cielo, porque lo recibimos en nuestro corazón.

Puesto que Dios es la fuente de todo conocimiento verdadero, el principal objeto

de la educación es, según hemos visto, dirigir nuestra mente a la revelación que él

hace de sí mismo. Adán y Eva recibieron conocimiento comunicándose

directamente con Dios, y aprendieron de él por medio de sus obras. Todas las

cosas creadas, en su perfección original, 17 eran una expresión del pensamiento

de Dios. Para Adán y Eva, la naturaleza rebosaba de sabiduría divina. Pero por la

transgresión, el hombre fue privado del conocimiento de Dios mediante una

comunión directa, y en extenso grado del que obtenía por medio de sus obras. La

tierra, arruinada y contaminada por el pecado, no refleja sino oscuramente la gloria

del Creador. Es cierto que sus lecciones objetivas no han desaparecido. En cada

página del gran volumen de sus obras creadas se puede notar todavía la escritura

de su mano. La naturaleza aún habla de su Creador. Sin embargo, estas

revelaciones son parciales e imperfectas. Y en nuestro estado caído, con las

facultades debilitadas y la visión limitada, somos incapaces de interpretarlas

correctamente. Necesitamos la revelación más plena que Dios nos ha dado de sí

en su Palabra escrita.

Las Sagradas Escrituras son la norma perfecta de la verdad y, como tales, se les

debería dar el primer lugar en la educación. Para obtener una educación digna de

tal nombre, debemos recibir un conocimiento de Dios, el Creador, y de Cristo, el

Redentor, según están revelados en la Sagrada Palabra.

Cada ser humano, creado a la imagen de Dios, está dotado de una facultad

semejante a la del Creador: la individualidad, la facultad de pensar y hacer. Los

hombres en quienes se desarrolla esta facultad son los que llevan,

responsabilidades, los que dirigen empresas, los que influyen sobre el carácter. La

obra de la verdadera educación consiste en desarrollar esta

...

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