La Preeminencia Del Amor
shalomne24 de Noviembre de 2012
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Por MelisaF
1 Corintios 13: 4-8 (p.p.)
4 El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece;
5 no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor;
6 no se goza de la injusticia, mas se goza de la verdad.
7 Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta.
8 El amor nunca deja de ser…
¿Alguna vez te preguntaste qué es el amor en su sentido más sublime, el amor más allá de las emociones? Dios nos da la respuesta en su Palabra, describiendo al amor como el mayor don y fruto del Espíritu Santo.
En su primer carta a los corintios, Pablo habla sobre la superioridad del amor y menciona sus cualidades, además de su carácter eterno. “El amor nunca deja de ser…”, leemos en la primera parte del versículo 8.
Además de eso, declara que el amor es la base de todo. ¿Y Dios qué es? “Dios es amor” (1 Juan 4 ú.p.), Dios es la base sobre la que se debe asentar nuestra vida, Dios es la fuente que nos impulsa, que nos da libertad, que nos quita el miedo.
Si comparamos las características del amor (y las actitudes extrañas a él) con las de Dios, veremos que son las mismas para ambos. Y, por otro lado, éstas son las características que se encuentran en aquellos que aman realmente.
Dios… El amor… Quien ama de corazón…
Es sufrido. También traducido como paciente. Se refiere a tolerar y comprender las faltas y debilidades de los otros; a no irritarse ni enojarse sino permanecer tranquilo ante ciertas situaciones; a no ser precipitados.
Es benigno. Lo cual se relaciona con ser amable y dulce, actuando de manera comprensiva y con sensibilidad, anhelando hacer el bien, y siendo suave en la conversación y el trato.
No tiene envidia. Envidiar significa desear algo que otros tienen, y por ende manifestar sentimientos desagradables hacia ellos. Este sentimiento –la envidia– causa luchas y divisiones, lo cual es completamente contrario a lo que Dios nos enseña: el amor y la unidad.
No es jactancioso. Es decir, una persona que ama sinceramente no se vanagloria a sí misma ni a sus obras, no tiene un alto concepto propio ni confianza excesiva, sino que es humilde, reconociendo a Dios como dador de la vida, de los dones y de las virtudes.
No se envanece. Significa que, quien de verdad siente amor, no es vanidoso ni soberbio ni arrogante ni presumido, no se da importancia ni busca halagos.
No hace nada indebido. Quien tiene amor actúa con cortesía, de manera honrada, con respeto, con honestidad, con corrección, cuidando no herir a los demás por actuar impulsivamente sino más bien evitando aquello que pueda causar sufrimiento al prójimo. El amor va acompañado de la razón, es más que un sentimiento o una emoción, ya que tiene en cuenta los sentimientos y la sensibilidad de los otros.
No busca lo suyo. Aquel que ama no es egoísta, no se pone en primer lugar, no busca su propio bien. El verdadero amor antepone al prójimo, procurando su bienestar y felicidad, cuidándolo. Quien siente el amor desinteresado de Dios, desea hacer la voluntad de éste.
No se irrita. Las diversas situaciones no causarán ira, disgusto ni impaciencia a aquellos cuyo amor es auténtico. Tampoco se llenarán de resentimiento ni se enojarán fácilmente sino que las afrontarán con amabilidad, bondad y tranquilidad.
No guarda rencor. Es decir que no toma en cuenta el mal que ha sido hecho, no atribuye a alguien sus problemas ni es duro en el trato. Intenta comprender de la mejor manera posible el comportamiento de otros.
No se goza de la injusticia. Significa no sentir satisfacción por los defectos de otros, por sus pecados o errores, por su mal proceder, por su culpabilidad ante una circunstancia, por su castigo. El amor procura ayudar al prójimo, tanto a amigos como a enemigos.
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