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La Teologia


Enviado por   •  31 de Julio de 2013  •  1.491 Palabras (6 Páginas)  •  252 Visitas

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INTRODUCCION

Hay que entender por teología en primer lugar el estudio, la especialidad universitaria que versa sobre Dios, y luego el ejercicio de esa especialidad. Teólogo sería el que aplica los conocimientos de esta carrera a su profesión de "cura de almas" o simplemente "cura", del mismo modo que el oftalmólogo aplica los conocimientos de la oftalmología a su profesión de "curador" de ojos. El teólogo es anterior a la teología: en efecto, se conoce por ZELOGOI (zeológoi) en la historia de la filosofía, a los poetas que como Hesíodo y Orfeo precedieron a los primeros filósofos jonios; incluso a éstos extendía Aristóteles la calificación de teólogos. Tienen éstos en común, que explican el mundo como obra de los dioses, o que asignan carácter divino a los principios de los que surge o sobre los que se forma el mundo. Y lo hacen siempre de forma poética, sin obligarse a ningún rigor científico.

Desde el momento en que el cristiano puede encontrar a Dios hasta en las cacerolas, que decía Santa Teresa, se hace difícil definir (ponerle fronteras y límites) a la teología; porque en un sistema teocéntrico es muy difícil que algo esté fuera de Dios. Del mismo modo que en el sistema solar es legítimo ver los planetas como elementos del mismo sol (como lo son los electrones del átomo) sumergidos en él, pero no en su núcleo que no lo resistiríamos, sino en su mente luminosa, del mismo modo en cuanto Dios atrae e ilumina todo lo que existe, en especial la actividad del cristiano, es difícil saber dónde termina Dios y dónde empieza el hombre, que se postula también como centro del universo.

Para describir la teología, lo más práctico es enumerar los adjetivos con que se acompaña. Está claro que la teología dogmática se ocupa preferentemente de Dios (hay en ella muchas cosas que atañen al hombre); en cambio la teología moral se ocupa del hombre, del comportamiento humano según los preceptos de Dios. He ahí, pues, al hombre ocupando un espacio importante en la ciencia de Dios.

TEMA: LOS COMIENZOS DE LA TEOLOGIA

1.1.- CONSECUENCIAS PARA LA CRISTIANIDAD CON EL ESTABLECIMIENTO DE LA PAZ CONSTANTINIANA.

Los historiadores llaman a Magencio tirano y usurpador, porque éstos se ponen con frecuencia de parte de los que consiguen éxitos. Era protector de la religión pagana, y Constantino empezaba a proteger a los cristianos. Siendo aquél pagano y vencido, no podía dejar de ser hombre abominable.

Eusebio dice que Constantino, cuando fue a Roma a pelear contra Magencio, vio en las nubes, lo mismo que su ejército, la enseña de los emperadores, que se llamaba Lábaro, ostentando una cruz y unas palabras griegas que significaban: «Vencerás con este signo.» Es muy extraño que el cielo haya hablado en griego en todos esos países. Parece más natural a la débil razón humana que ese signo hubiera aparecido en Italia el día de la batalla; pero entonces era preciso que la inscripción hubiera estado en latín. El sabio anticuario Loisel refuta este pasaje; pero esto basta para que digan que es un malvado.

Puede, sin embargo, conceptuarse que la guerra que ocurrió entonces no era una guerra de religión, porque Constantino no era un santo; por el contrario, cuando murió sospecharon que era arriano, porque persiguió a los ortodoxos. Por esto no hay interés evidente en sostener ese prodigio.

Cuando venció en dicha batalla, el Senado se apresuró a adorar al vencedor y a detestar el recuerdo del vencido. Despojaron el arco de triunfo de Marco Aurelio para adornar el de Constantino; le erigieron una estatua de oro, lo que no se hacía más que en honor de los dioses; él la aceptó a pesar del Lábaro y recibió además el título de «gran Pontífice», que conservó toda la vida. Su primera tarea, si hemos de creer lo que dicen Zonaro y Zósimo, fue exterminar la raza del tirano y sus principales amigos; después de esto asistió a los espectáculos y a los juegos públicos.

El decrépito Diocleciano estaba moribundo en su retiro de Salónica, y Constantino hubiera podido no darse tanta prisa en derribar las estatuas erigidas a aquél en Roma. Pudo recordar que ese emperador, que había caído en el abismo del olvido, fue el bienhechor de su padre, y que a él le debía el Imperio. Después de vencer a Magencio, sólo le faltaba deshacerse de Licinio, su cuñado, que era augusto como él. Licinio también pensaba en deshacerse de Constantino

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