Para Agustín ¿en dónde radica el origen del pecado?

Para Agustín ¿en dónde radica el origen del pecado?

La reconocida obra de San Agustín titulada “De libero arbitrio”, nace a partir de un cuestionamiento que atormenta al autor desde su juventud; el origen del mal.

Sin embargo, al responder sobre el mal se debe hacer una importante distinción: Existe un mal que se padece y un mal que se comete. ¿Puede Dios ser autor del segundo? ¿Si no lo es quién puede serlo? ¿Por qué cometemos el mal? ¿Es aprendido? Para comprenderlo, al igual que Agustín se procederá en orden.

Para Agustín, en primer lugar y por fe, deberá tomarse como verdad intachable que Dios es eterno, creador de todo aquello cuanto conocemos y cuanto no, justo, bueno y de él procede todo bien y, por lo tanto, se considerará herejía considerar lo contrario. Pero, si Dios ha creado todo cuanto hay, ¿por qué no habríamos de considerarle autor del pecado puesto que creó al hombre que es quien lo comete y por qué lo lleva a cabo este último?

La respuesta que haya, es que el hecho de haber creado al hombre y que este peque, no tiene porqué atribuir a Dios dicha autoría, puesto que el obrar mal no puede ser atribuido a una determinada entidad, mucho menos a Dios, puesto que él mismo es amor y por ello no atentaría de dicha manera contra su propia creación, sino que cada hombre es autor de sus actos ya sean buenos o malos, esto debido a la voluntad del hombre, es decir, la libertad y el querer o desear que lleva a alguien a actuar de determinada forma. Pero ¿por qué es así?, ¿aprende el hombre a pecar o por qué lo lleva a cabo?

El aprendizaje es una disciplina por la cual se adquiere un conocimiento y se asocia por ello al razonamiento (propio del ser humano) y a la obtención de la virtud, es por lo tanto un bien y de ella no podría provenir el mal y si éste pudiese aprenderse no sería sino para repelerle y evitarle. Queda por tanto la pregunta más importante, ¿por qué peca el hombre?

Finalmente, el ser humano peca (actúa mal) como ya se mencionó por la voluntad y libre albedrío, es decir, por la toma libre de decisiones según el deseo y el querer, pero la voluntad es dada por Dios, por lo tanto no implicará que en todos los casos posibles sea mala sino sólo cuando el hombre se deja regir por la concupiscencia, es decir, el amor desordenado (no guiado por la razón), por aquellas cosas que podemos perder contra la voluntad; un deseo reprobable; aquella pasión no grata a Dios, que lleva al hombre a despreciar el bien eterno.

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