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Señor llamado Cuchumaquic


Enviado por   •  19 de Noviembre de 2014  •  1.488 Palabras (6 Páginas)  •  224 Visitas

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- Llévense la cabeza y pónganla en aquel árbol que está sembrado en el camino -dijeron Hun-Camé y Vucub-Camé.

Y habiendo ido a poner la cabeza en el árbol, al punto se cubrió de frutas este árbol que jamás había fructificado antes de que pusieran entre sus ramas la cabeza de Hun-Hunahpú.

Y a esta jícara la llamamos hoy la cabeza de HunHunahpú, que así se dice.

Con admiración contemplaban Hun-Camé y Vucub-Camé el fruto del árbol.

El fruto redondo estaba en todas partes; pero no se distinguía la cabeza de Hun-Hunahpú; era un fruto igual a los demás frutos del jícaro. Así aparecía ante todos los de Xibalbá cuando llegaban a verla.

A juicio de aquéllos, la naturaleza de este árbol era maravillosa, por lo que había sucedido en un instante cuando pusieron entre sus ramas la cabeza de HunHunahpú.

Y los Señores de Xibalbá ordenaron:

- ¡Que nadie venga a coger de esta fruta! ¡Que nadie venga a ponerse debajo de este árbol! -dijeron, y así dispusieron impedirlo todos los de Xibalbá.

La cabeza de Hun-Hunahpú no volvió a aparecer, porque se había vuelto la misma cosa que el fruto del árbol que se llama jícaro. Sin embargo, una muchacha oyó la historia maravillosa. Ahora contaremos cómo fue su llegada.

III

Ésta es la historia de una doncella, hija de un Señor llamado Cuchumaquic.

Llegaron (estas noticias) a oídos de una doncella, hija de un Señor. El nombre del padre era Cuchumaquic y el de la doncella Ixquic. Cuando ella oyó la historia de los frutos del árbol, que fue contada por su padre, se quedó admirada de oírla.

- ¿Por qué no he de ir a ver ese árbol que cuentan? -exclamó la joven-. Ciertamente deben ser sabrosos los frutos de que oigo hablar.

A continuación se puso en camino ella sola y llegó al pie del árbol que estaba sembrado en Pucbal-Chah.

- ¡Ah! -exclamó-, ¿qué frutos son los que produce este árbol? ¿No es admirable ver cómo se ha cubierto de frutos? ¿Me he de morir, me perderé si corto uno de ellos? -dijo la doncella.

Habló entonces la calavera que estaba entre las ramas del árbol y dijo:

- ¿Qué es lo que quieres? Estos objetos redondos que cubren las ramas del árbol no son más que calaveras.

Así dijo la cabeza de Hun-Hunahpú dirigiéndose a la joven.

- ¿Por ventura los deseas? -agregó.

- Sí los deseo -contestó la doncella.

- Muy bien -dijo la calavera-. Extiende hacia acá tu mano derecha.

- Bien -replicó la joven, y levantando su mano derecha, la extendió en dirección a la calavera. En ese instante la calavera lanzó un chisguete de saliva que fue a caer directamente en la palma de la mano de la doncella. Se miró ésta rápidamente y con atención la palma de la mano, pero la saliva de la calavera ya no estaba en su mano.

- En mi saliva y mi baba te he dado mi descendencia (dijo la voz en el árbol). Ahora mi cabeza ya no tiene nada encima, no es más que una calavera despojada de la carne. Así es la cabeza de los grandes príncipes, la carne es lo único que les da una hermosa apariencia. Y cuando mueren se espantan los hombres a causa de los huesos. Así es también la naturaleza de los hijos, que son como la saliva y la baba, ya sean hijos de un Señor, de un hombre sabio o de un orador. Su condición no se pierde cuando se van, sino se hereda; no se extingue ni desaparece la imagen del Señor, del hombre sabio o del orador, sino que la dejan a sus hijas y a los hijos que engendran. Esto mismo he hecho yo contigo. Sube, pues, a la superficie de la tierra, que no morirás. Confía en mi palabra que así será -dijo la cabeza de Hun-Hunahpú y de Vucub-Hunahpú.

Y todo lo que tan acertadamente hicieron fue por mandato de Huracán, Chipi-Caculhá y Raxa-Caculhá.

Se volvió enseguida a su casa la doncella después que le fueron hechas todas estas advertencias, habiendo concebido inmediatamente los hijos en su vientre por la sola virtud de la saliva. Y así fueron engendrados Hunahpú e Ixbalanqué.

Llegó, pues, la joven a su casa y después de haberse cumplido seis meses, fue advertido su estado por su padre, el llamado Cuchumaquic. Al instante fue descubierto el secreto de la joven por el padre, al observar que tenía hijo.

Se reunieron entonces en consejo todos los Señores Hun-Camé y Vucub-Camé con Cuchumaquic.

- Mi hija está preñada, Señores; ha sido deshonrada -exclamó el Cuchumaquic cuando compareció ante los Señores.

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