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Si No Tengo Amro Nada Soy


Enviado por   •  4 de Septiembre de 2012  •  507 Palabras (3 Páginas)  •  316 Visitas

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El tema del amor nos remite a la esencia misma del cristianismo. “Dios es amor” (1 Jo 4, 8), como recordó el papa Benedicto XVI en su primera Encíclica. El mensaje de Cristo está centrado en el amor: el llamado a amar al prójimo es el Mandamiento Nuevo, la guía y el criterio que debe regir nuestra interacción con la comunidad en la que operamos. Es el amor el que explica los Evangelios y les confiere unidad. También es sobre el amor el texto más conmovedor de San Pablo: “Puedo ser y tener todas las cosas del mundo, pero si no tengo amor, nada soy” (1 Cor 13). Se antoja añadir: puedo ser el empresario o gerente más exitoso, pero si no tengo amor, nada soy.

El amor es la síntesis más completa de nuestra visión del mundo y de la forma en la que debemos encarar nuestro paso por él, cada uno como un ser único e irrepetible, cada uno como un hijo amado por Dios y llamado por Él a la vocación de amar.

Volver al tema del amor para conjugarlo con nuestra vida profesional en las organizaciones en las que trabajamos es volver a Dios – Padre e Hijo.

Subrayo tres ideas fundamentales del Congreso que se me quedaron grabadas: (i) la importancia de tener presente la centralidad del amor en todas las realidades sociales y en todas las facetas de nuestra vida (ii) La armonía creadora entre el mensaje de Cristo y la vida profesional y empresarial, y (iii) el imperativo de, con esfuerzo y humildad, avanzar, con pasos pequeños, en el camino de la santificación de la vida profesional.

El amor en todas las facetas de nuestra vida

El amor, como concepto nuclear del cristianismo, debe estar presente en todas las realidades sociales, incluyendo a las empresas en un ambiente competitivo, y en todas las facetas de nuestra vida, incluyendo la vida profesional.

El mensaje de Cristo no se aplica “a la carta”: aquí sí, pero allá no; el domingo sí, pero entre semana no; en la familia sí, pero en la empresa no; en trabajo de voluntariado sí, pero en el trabajo profesional no; en la relación con los amigos sí, pero en la relación con los colaboradores no; en la afirmación teórica de los valores sí, pero en la gestión práctica de los intereses no.

No podemos dejar a Cristo en la puerta de nuestra oficina. No es necesario (ni se supone que lo hagamos, me parece) que en la organización empresarial en la que trabajamos evidenciemos ruidosamente nuestra fe. Más que pregonar con palabras nuestros valores, Dios nos pide que los vivamos. Nos pide que seamos ejemplo. Ejemplo convincente por la consistencia y atractivo por los resultados. No pretendemos tener el monopolio de la ética en los negocios ni la exclusividad de la protección de la dignidad del hombre en la gestión empresarial, pero la implementación práctica de esos ideales debe ser una marca de la comunidad

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