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Tomas De Aquino


Enviado por   •  22 de Marzo de 2013  •  1.512 Palabras (7 Páginas)  •  370 Visitas

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IV. LA CONCEPCIÓN DEL HOMBRE

1. La estructura de la realidad creada. El Aquinate parte de la contingencia de todo ser finito: la indigencia radical de todo ser finito exige un ser que sea fundamento de sí mismo y de todo lo real, Dios. Todas las criaturas tienen una composición metafísica de esencia y existencia (son contingentes, limitadas) frente al único ser necesario e infinito, Dios, que es la causa de su existencia. Partiendo de Dios, Sto Tomás nos ofrece una visión de la realidad creada en forma jerárquica. Para referirse a los seres creados (compuestos) se sirve de conceptos aristotélicos: acto y potencia, sustancia y accidentes, materia y forma, añadiendo la distinción esencia/existencia. La jerarquización de los seres vendrá dada por su mayor o menor simplicidad y su mayor cercanía al puro existir de Dios. En la cúspide de la creación están los ángeles (compuestos de esencia y existencia), después los hombres (con un alma que es su forma sustancial, unida a una materia). Las sustancias del mundo corpóreo están compuestas de materia y forma. En el hombre la "forma" es su alma y puede existir con independencia del cuerpo; en cambio, los seres sensitivos ―como los animales― o los puramente vegetativos ―como las plantas― tienen formas corruptibles y dependientes de la materia. Las formas de los seres inertes y las formas de los elementos primeros son las más imperfectas. En un grado inferior están las formas accidentales (que necesitan de las substancias para existir) y la absoluta potencialidad de la materia prima, que es pura capacidad de ser.

2. El hombre, imagen de Dios. El hombre se compone de cuerpo y alma espiritual; por el cuerpo se vincula con el mundo sensible y por el alma con el mundo espiritual. Es lo más perfecto en el orden sensible y lo menos perfecto en el orden de las sustancias intelectuales. La concepción del hombre tomista combina la óptica aristotélica y el pensamiento cristiano: a los vivientes les corresponde un conjunto de operaciones distintas de los no vivientes: nacer, nutrirse, crecer, reproducirse, moverse localmente y morir, y en los grados superiores sentir, pensar y querer. Santo Tomás define el alma como el principio de la vida y como la forma de un cuerpo físico que tiene vida en potencia. Es lo que distingue a los vivientes de los no vivientes. Hará mención también a las facultades o potencias activas del alma con los que realiza las operaciones vitales: corpóreas (requieren un órgano corporal), o incorpóreas (el entendimiento y la voluntad). Además del intelecto, dividido en teórico y práctico, el alma humana contiene tres facultades: la voluntad o apetito racional, las facultades de la sensación (vista, oído...) y la sensualidad o apetito sensible. Santo Tomás defiende el dualismo antropológico, pero su posición es más moderada que la platónica al entender que la palabra "hombre" designa la unidad de cuerpo y alma, y no únicamente alma, como era el caso de Platón.

3. El hombre hacia Dios. El hombre se encuentra en el orden sobrenatural por la gracia divina, merced a la cual alcanza un estado de perfección al que no puede llegar por sí mismo, pero ninguna esferas de la actividad humana se pueden comprender sin la referencia de lo humano hacia Dios:

a) Dios como objeto último del conocimiento: la vocación intelectual del hombre hacia Dios se cifra en el hecho de que la teología es la ciencia suprema y la máxima perfección de nuestra inteligencia, pero también porque el conocimiento se ordena a la verdad y Dios es la suprema verdad. Toda verdad está conectada con Dios, pues es el creador, sostenedor y lo que da inteligibilidad a todo lo real; además, conocemos a Dios en todo lo que conocemos, pues el mundo es la "revelación física" de Dios. Finalmente, el objetivo supremo del hombre es la visión de Dios en la otra vida, es decir, un conocimiento puramente intelectual y directo de Él.

b) Dios como objeto último de la voluntad: Dios, por ser el ser superior, es la bondad perfecta e infinita. También la vida moral está dirigida hacia el logro de la beatitud: Santo Tomás defiende un punto de vista teleológico o finalista del universo, pero el hombre es el único ser que tiene conciencia de los fines y de los medios y que puede ser impulsado a la acción por ideas de lo bueno y de lo correcto. La voluntad tiende naturalmente a buscar el bien, búsqueda que sería totalmente caótica sin la intervención de

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