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Analisis De La Real Nacional

kariiitopuga09038 de Febrero de 2014

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3. Proyección socioeconómica de la industria en México

BofA Merrill Lynch Global Research (BofAML) elevó su proyección de crecimiento económico de México para 2011, de 3.3 al 4.0 por ciento, derivado de la recuperación de Estados Unidos, que superó las expectativas.

En un análisis, señala que el nuevo paquete fiscal, aprobado a finales de 2010 por el Congreso estadunidense, tendrá un efecto positivo sobre la producción económica y continuará apoyando la actividad industrial, que es el impulsor clave del sector de exportaciones manufactureras en México.

Prevé que aunque de manera moderada (crecimiento de 3.9 por ciento en 2010), el sector industrial norteamericano mantenga el ritmo que adquirió en la recta final de 2010.

La correduría menciona que el Indicador de Global de la Actividad Económica (IGAE) de México avanzó 5.8 por ciento anualizado en noviembre del año pasado, mayor a lo que se esperaba.

En ese sentido y con un ajuste con base en la temporada, en noviembre la actividad económica que el IGAE calcula registró un incremento del 0.68 por ciento contra octubre, pues los tres sectores que lo componen registraron incrementos anuales.

Mientras el sector agropecuario aumentó 14.4 por ciento, los sectores industrial y de servicios crecieron 5.3 por ciento y 5.0 por ciento, respectivamente, abunda.

BofAML considera que la actividad económica aún muestra su resistencia, tras el clímax visto en el segundo trimestre de 2010, pero el crecimiento se mantiene robusto, como lo refleja el desempeño fuerte de la agricultura y la producción industrial de noviembre pasado.

Además, agrega, a pesar de que las ventas minoristas de noviembre pasado fueron menores de las esperadas, el sector servicios avanza y mantiene su impulso a la recuperación de la demanda doméstica.

3.1 Proceso de Industrialización en México.

En este apartado me interesa mostrar algunos elementos históricos que nos permitan grosso modo ubicar el papel del Estado, de la naciente burguesía, del partido político y de la injerencia extranjera, en un franco proceso de consolidación del capitalismo en México, con la intención de comprender el origen del proceso de industrialización y su vinculación con otros actores sociales. En este proceso, el tiempo de trabajo y el tiempo libre son una construcción social que tienen condiciones histórico-sociales específicas, de ahí que sea importante saber que lo que pasa en el ámbito del trabajo, nos permita entender lo que sucede en el tiempo libre.

México al igual que algunos países latinos ha tenido su propio proceso de industrialización, como país capitalista se encuentra inevitablemente enlazado con la economía mundial y de manera muy especial con la de Estados Unidos. No es desconocido el hecho de que la Segunda Guerra Mundial representó para México la coyuntura esperada a fin de iniciar una etapa de industrialización acelerada, “el desarrollo y la estructura actual de la industria mexicana han estado fuertemente determinados por los cambios que ha venido sufriendo el sistema capitalista internacional a partir de la crisis 1929-33, período en el que se inicia una nueva etapa en el desarrollo global del capitalismo” (Cordera y Orive 1981: 154). El gobierno mexicano en este período asumió desde el principio el papel de vanguardia de los intereses históricos de una burguesía contradictoria y débil, incapaz de realizar las transformaciones que exigía el desarrollo capitalista del país. Vía la llamada reforma agraria, la expropiación petrolera, la organización de los trabajadores en sindicatos y su integración al aparato del poder, lo que favoreció la acumulación de capital (Cordera y Orive 1981).

La industrialización para los países de América latina era como el paso necesario para crear un mecanismo primero de “desarrollo hacia dentro” con la Primera Guerra Mundial. Después a través de lo que conocemos como sustitución de importaciones, con la Segunda Guerra Mundial y en la posguerra. Se presentó entonces la necesidad de hacer coincidir las exigencias de la estructura económica con la llamada “superestructura” de la sociedad (Dos Santos 1970), diríamos en ajustar las formas de trabajo, con las formas de vida. Fue durante los años veinte que en México se empezaron a hacer algunas grandes fortunas, sobre todo en el marco de la reconstrucción económica y de las reformas del gobierno callista , de las viejas fortunas porfirianas casi no quedó ninguna. Para 1967 la mayoría de las fortunas eran nuevas, mismas que empezaron a formarse en 1939, aunque concentradas en el Distrito Federal incluía otros estados entre ellos Puebla y Veracruz como los más cercanos a Tlaxcala (Aguilar 1988).

La aparición de esta nueva clase, requería también establecer vínculos con el partido político en el poder que les permitiera asegurar su futuro, lo que le faculta afirmar a Alonso Aguilar (1998) (con información reunida por otros autores), que muchos de los nuevos ricos de esa época “están en el PRI y prácticamente todos están con el PRI” (Aguilar, 1988: 76). Estar ligados al gobierno y al partido oficial les permitía obtener favores que los hacía cada vez más poderosos políticamente. No obstante este pequeño grupo de capitalistas empezaba a estrechar relaciones con consorcios del exterior y prefería el extranjero en educación para sus hijos, al igual que para compra de enseres, ropa, viajes, consumo cultural, diversión en una actitud francamente “malinchista ” (Aguilar 1988).

Felipe Leal (1976) comenta que uno de los recursos del estado mexicano para 1939, no solo era controlar los sectores más importantes de la economía, sino expedir indirectamente leyes, controles, subsidios y aranceles que le posibilitaban promover la industrialización de México. También colocó bonos para captar recursos, obtener préstamos de la banca extranjera y seleccionar, avalar y promover las nuevas inversiones industriales en el período 1940-1945 (Leal 1976). Para este autor una de las formas para captar recursos era otorgar beneficios para la inversión, por eso, “el Estado Mexicano mantiene constantes esfuerzos en ese período para incrementar la acumulación de capital, favoreciendo a las transnacionales para quienes los bienes y servicios producidos por el Estado se venden a los capitalistas por debajo de sus costos de producción” (Leal 1976: 110). Indudable que todos los esfuerzos estaban encaminados a promover el desarrollo, “para 1946 el clima nacional y la mentalidad oficial estaban ya conformados para hacer de la industria el objetivo predilecto del gobierno y de la iniciativa privada” (Cosío 1990: 89).

Uno de los aspectos considerados por los teóricos del desarrollo es su vinculación con Estados Unidos como el representante del capital mundial considerado un imperio, por ello señalan que, en el marco de una nueva etapa de industrialización, “la necesidad de incrementar la exportación de bienes manufacturados y los mayores requerimientos tecnológicos, tienden a que el capitalismo mexicano acentúe sus lazos de subordinación al imperialismo estadounidense” (Leal 1976: 56). Por lo mismo, no es desconocido que después de la Segunda Guerra Mundial se hizo evidente que la reproducción internacional del capital era capaz de englobar a los aparatos estatales de los países dependientes, por más nacionalistas que fueran. La absorción se dio mediante la creación de organismos y agencias multilaterales, establecidas por convenios, acuerdos, o conferencias de jefes de estado. Como expresión de la hegemonía estadounidense sobre el conjunto de los Estados capitalistas, se crearon en 1944, el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento (BIRF) hoy conocido como Banco Mundial (Leal 1976).

Específicamente “en América Latina, los Estados Unidos auspiciaron la formación de la Organización de Estados Americanos (OEA), el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), la Asociación Latinoamericana de Libre Comercio (ALAC), es por intermediación de estos organismos como se concretan los intereses y los proyectos de las empresas transnacionales, que están en la base de la producción y exportación de capital, de América Latina a los Estados Unidos” (Leal 1976: 58) El Estado mexicano es, pues, un Estado capitalista dependiente. Su misión primordial en este período consiste en promover el desarrollo capitalista del país dentro de condiciones impuestas por el sistema hegemónico.

Otro factor que ha propiciado la acumulación de capital sobre todo a partir de los años cuarenta, es indudablemente el aprovecharse del trabajo asalariado, “desde que surgió una burguesía nacional que, pese a su dependencia directa o indirecta respecto al capital extranjero, retiene para sí un aparte sustancial del excedente de trabajo que el pueblo crea”, favorecido por los rápidos avances técnicos que configuran el patrón de desarrollo. En consecuencia “la riqueza social y el ingreso se distribuyen en forma siempre perjudicial para las masas y para los pequeños productores” (Aguilar 1988: 81). Junto con lo anterior contribuyeron en este proceso de acumulación por ejemplo, la inflación que implica el aumento constante de precios derivado de las contradicciones del capitalismo y desequilibrios entre la producción y el consumo, en consecuencia se propicia en varios sectores de la economía la especulación.

El mercado de bienes raíces es un claro ejemplo de la inflación en esta época, el impulso al proceso de urbanización facilita la adquisición de propiedades baratas, a costa del despojar de sus modestas casas a centenares de familias pobres y vender a precios que dejen un alto margen de ganancia, situación que

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