Concepciones
edgarvilba13 de Noviembre de 2014
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La cita de Boaventura de Souza Santos con la que comienzo contiene una provocación epistemológica, teórica y metodológica. Y aun cuando esté especialmente dirigida a poner en evidencia la “crisis paradigmática” que desde hace algunas décadas sacude a la racionalidad dominante del conocimiento científico (transformación de la realidad sin comprensión crítica del mundo), también alcanza e interpela a la tradición crítica de las ciencias sociales (crítica de la realidad sin transformación) . En efecto, además de poner en tela de juicio los criterios de verdad a partir de los cuales se edificó la ciencia social moderna, supone un sutil cuestionamiento a las formas de trabajo y los productos que ha logrado elaborar la teoría crítica en tanto que proyecto de superación de aquella. Después de todo, la “crítica de la racionalidad instrumental” que orientó gran parte de sus esfuerzos e investigaciones no ha dado los resultados prácticos esperados y el “momento de la posibilidad” (del cambio, de la transformación, de la emancipación) recurrentemente prometido por los teóricos críticos no ha tenido lugar.
Por eso, la cita también sugiere un programa de renovación teórica y metodológica de los supuestos que informan y de las estrategias con los que vino operando la tradición crítica en ciencias sociales . Y lo hace a partir de proponer su revisión con arreglo a una “concepción pragmática de saber” que reformule los términos a partir de los cuales una determinada forma de producción de conocimiento adquiere validez y legitimidad. “Lo importante no es ver cómo el conocimiento representa lo real –nos aclara Santos- sino conocer lo que un determinado conocimiento produce en la realidad; la intervención en lo real. Estamos intentando una concepción pragmática de saber. ¿Por qué? Porque es importante saber cuál es el tipo de intervención que el saber produce” (Santos, 2006: 26 y 27). Y es importante saberlo porque, como aprendimos con Foucault, las operaciones de saber no son tan sólo efectos de relaciones de poder, sino que son en sí mismas operaciones de poder y, en consecuencia, son altamente productivas en materia social y política. De esta forma, para la “epistemología pragmática y hermenéutica” que propone Santos, el objetivo existencial de la ciencia social crítica y los criterios de validación que se derivan de él hay que buscarlos “fuera de ella” (no en su semántica y sintaxis internas) , en el análisis crítico de sus consecuencias prácticas y potencialidades transformadoras, en su encuentro con otras formas de saber y con otras prácticas sociales que también se interrogan por el mundo y el lugar del hombre y el conocimiento en él, en su capacidad de entrar en diálogo y traducir en nuevos términos la diversidad epistemológica del mundo social, en su potencia por profundizar y democratizar la sabiduría práctica, la phronesis aristotélica, el hábito de decidir bien.
Puesto de otro modo, este viraje en los criterios y estrategias para valorar el conocimiento crítico producido por la ciencia social, o por alguna otra forma de construcción de saberes y comprensiones sociales, se fundamenta en la convicción de que la racionalidad que subyace a la ciencia moderna, y que sigue orientando hegemónicamente la construcción de sus objetos y las formas de problematizarlos, estudiarlos y ponerlos en relación, ha tenido efectos prácticos sobre la realidad. Ha producido realidad y, sobre todo, ha generado negaciones, ausencias y silencios, a partir de un doble olvido y un doble extrañamiento que se han tornado naturales y extendidos, inclusive para la tradición crítica. Olvido de que las ciencias sociales son una práctica social entre otras y de que las diferencias que ellas construyen sobre la realidad social (sus objetos teóricos) no son diferentes de las diferencias que les permiten afirmar su autonomía
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