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ENTRE LAS LENGUAS ROMANCES


Enviado por   •  15 de Julio de 2014  •  2.761 Palabras (12 Páginas)  •  162 Visitas

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1. ENTRE LAS LENGUAS ROMANCES. -

Al desmembrarse el Imperio romano se siguió usando el latín en gran parte de él, sobre todo en el Imperio occidental, la mayoría de cuyas provincias continuaron hablando dicha lengua, a pesar de las muchas invasiones de pueblos extraños que sufrieron; y podemos decir que aun hoy día siguen hablándolo, claro es que muy transformado y de diversa manera en cada una de esas provincias.

Los varios estados de transformación a que en esas provincias llegó el latín hablado, se llaman «lenguas romances o neolatinas». Enumeradas de Oriente a Occidente, son: el RUMANO, hablado en la antigua Dacia, o sea en Rumania, y al sur del Danubio, en parte de Macedonia y Albania; el DALMÁTICO, lengua muerta, hablada antes en parte de las costas de Dalmacia; el LADINO o RETO-ROMANO, hablado en la antigua Grecia, esto es, en parte de Suiza y de Italia; el ITALIANO, hablado en Italia; el SARDO, hablado en Cerdeña; el FRANCÉS y PROVENZAL, hablados en la antigua Galia, y el CATALÁN, CASTELLANO y GALLEGO-PORTUGUÉS, hablados en la antigua Hispania. El castellano, por servir de instrumento a una literatura más importante que la de las otras regiones de España, y sobre todo por haber absorbido en sí otros dos romances principales hablados en la Península (el leonés y el navarro-aragonés), recibe más propiamente el nombre de lengua española.

Propagada a la América, ha venido a ser la lengua romance que ha logrado mayor difusión, pues la hablan más de 100 millones de hombres, mientras el francés es hablado por 42 y el italiano por otros tantos.

Todas estas lenguas son una continuación moderna del latín, no tanto del LATÍN LITERARIO escrito como del LATIN VULGAR, hablado sin preocupación literaria por los legionarios, colonos, magistrados y demás conquistadores que se establecían en las provincias ganadas, los cuales, gracias a su poderío político, a su talento administrativo y a su cultura superior, romanizaban rápidamente las razas sometidas y les hacían ir olvidando su idioma nativo, que no podía menos de resultar pobre e insuficiente para las complejas necesidades de la nueva vida que la colonización traía consigo. Además, la imposición de una lengua tan difundida como el latín, aunque molestara cariños y vanidades patrióticas, resultaba cómoda y útil para el comercio y la cultura; asi que los idiomas nacionales se olvidaron casi del todo, de tal suerte, que de ellos en el español sólo se descubren algunos restos, a veces muy dudosos.

2. EL LATÍN VULGAR O HABLADO.-

El fondo primitivo del idioma español, su elemento esencial, es el latín vulgar, propagado en España desde fines del siglo III antes de Cristo, el cual no debe confundirse con el latín que se escribía en la decadencia del Imperio romano, ni menos con el bajo latín que se usaba en la Edad Media; aunque estos dos difieran a veces mucho del latín de Cicerón o de Livio, siempre están, al menos en cuanto a las grafías y formas, más próximos del latín clásico que del vulgar, si bien pueden acercarse más a éste en cuanto a la construcción. El latín vulgar no se diferencia del clásico por la fecha, pues es tan antiguo, y más, que el latín literario; vivió siempre al lado de él, aunque no siempre igualmente divorciado de él.

Es difícil el conocimiento del latín vulgar, pues nunca se escribió deliberadamente: el cantero más rudo, al grabar un letrero, se proponía escribir la lengua clásica. Sólo en los escritos menos literarios, sobre todo en las inscripciones, se escapan, gracias a la incultura del escribiente, algunas formas vulgares. También los gramáticos latinos, al condenar ciertas palabras o expresiones, nos dan testimonio de alguna forma interesante; el tratado conocido con el nombre de Appendix Probi, escrito probablemente en África hacia el siglo III de Cristo, es uno de los más ricos en indicaciones sobre tales vulgarismos. Pero fuera de estos escasos restos, la ciencia se tiene que valer, principalmente, de la restitución hipotética de las formas vulgares, por medio de la comparación de los idiomas neolatinos; pues claro es que un fenómeno que se halla a la vez como indígena en todos o en muchos de esos idiomas, provendrá del latín hablado comúnmente antes de la completa disgregación dialectal del Imperio romano. Este latín vulgar se distingue principalmente en la tendencia a expresar por perífrasis lo que en latín clásico se expresaba por una síntesis gramatical: las preposiciones sustituían a la declinación clásica que se servía de diversas terminaciones, y en vez del genitivo plural sintético cervorum, decía el vulgo: de cervos; el comparativo sintético, grandiores, se perdió también y se sustituyó por la perífrasis magis grande; la terminación pasiva, amabantur, se olvidó para expresar la idea pasiva con el rodeo erant amati; el futuro cantabo desapareció ante cantare habeo.

También por la comparación de los romances llegamos a conocer acepciones propias del léxico vulgar.

Al lado de estos fenómenos generales del latín vulgar, cada región tenía sus particularidades idiomáticas, sin duda escasas en un principio. Pero cuando el Imperio romano se desmembró, constituyéndose las naciones nuevas, cuando el mundo occidental cayó en extrema postración de incultura y de barbarie, cesando las relaciones íntimas entre las antiguas provincias, ahora ocupadas por suevos, visigodos, francos, borgoñones, ostrogodos, etc., las diferencias regionales se hubieron de aumentar considerablemente y cada vez divergió más el latín vulgar hablado en España del hablado en Francia o en Italia; mas como esta divergencia se fue acentuando por lenta evolución, no hay un momento preciso en que se pueda decir que nacieron los idiomas modernos. Cuando éstos empiezan a sernos conocidos en escritos de los siglos IX y X, los hallamos ya completamente diversificados unos de otros.

Los hispano-romanos, bajo el dominio visigodo continuaron hablando el latín; pero es igualmente difícil llegar a conocer el habla usual en la época visigótica, pues tampoco nos quedan monumentos escritos en el lenguaje entonces corriente, ya que no se escribía sino el bajo latín, última degeneración del latín clásico, y muy distinto de la lengua entonces hablada.

Dada la escasez de testimonios escritos, la única fuente copiosa para el conocimiento de algunas particularidades del latín español es la comparación de los romances modernos de España con el latín clásico; contra todos los demás casos en que se conserva la ō clásica. Durante la época Imperial estas diferencias eran escasas en la pronunciación y en la sintaxis, salvó en el vocabulario, como vemos que hoy pasa en

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