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Envia Una Vida En Diamond Dash


Enviado por   •  22 de Junio de 2015  •  1.520 Palabras (7 Páginas)  •  103 Visitas

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CAPITULO VI: NUEVO CARÁCTER DE LA PENETRACION IMPERIALISTA Y CAMBIOS EN LA ESTRUCTURA SOCIAL Y POLITICA

Resumen

A raíz del GOLPE MILITAR instigado por los exportadores, Odria inicio una encarnizada persecución contra los Partidos Apristas y comunistas, así como contra las organizaciones sindicales vinculadas a ellos. Los dirigentes políticos y sindicales fueron apresados o deportados y Haya de la Torre tuvo que asimilarse en la Embajada de Colombia, de donde no salió hasta 1954. El capital norteamericano durante la post-guerra, encontró en el Perú una situación que se amoldaba a sus intereses: “paz laboral”. Le permitieron lograr una apreciable tasa de beneficios. A partir de entonces la economía del Perú volvió a experimenta, como a principios del siglo, un considerable flujo de inversiones norteamericanas en la minería y del comercio exterior. La ley de Promoción Industrial de 1959 con las facilidades tributarias que contenía favoreció que las empresas extranjeras iniciaran el procesamiento de su producción. Paralelamente, el proceso de urbanización que experimentaba el país, permito la llamada sustitución de importaciones.

A su vez en 1961, el ingreso personal de los departamentos costeños (donde se concentraron la industria y la agricultura de exportación) era equivalente a 260 dólares al año, mientras que en la sierra (donde se concentra la agricultura tradicional y la minería), con el 50% de la población, era de 100 dólares. La ciudad de lima, que generaba el 42% del ingreso nacional, ofrecía un ingreso de 368 dólares por persona, cuando en el resto del país era de 192.

La importación de alimentos, el control de sus precios, así como la concentración de exportaciones, propicio el decaimiento de la agricultura serrana y la transferencia de la exigua renga de los terratenientes de esta región a las áreas urbanas y sectores de mayor rentabilidad. Sin embargo, el peligro político que debía producir este dislocamiento de la estructura social hizo que el Estado, que pese a los anotados cambios seguía teniendo una poderosa influencia política sobre los terratenientes, optara por seguir en su política de aliento al capitalismo, pero sin provocar una ruptura en el ordenamiento social, postergándose la solución del problema agrario. La migración hacia las ciudades agudizo el sentimiento ambivalente de desprecio y temor de los tradicionales sectores medios urbanos y la clase dominante hacia los sectores populares campesinos. En la medida que la “indiada” bajada de las serranías rodeando tumultuosamente las ciudades costeñas, inundando con sus hábitos campesinos y su extraño hablar las ciudades “blancas y criollas”, abriéndose paso y destruyendo “el puente el rio y la alameda” colonial, desdibujaban rápidamente esa “lima que se va”.

El gobierno de Odria amplio la seguridad social, otorgo el salario dominical e inauguró una nueva modalidad de incorporación de la población trabajadora al decretar la participación de esta en las utilidades de las empresas, antecedente de la “comunidad industrial” creada por el gobierno de las Fuerzas Armadas en 1970. Por otro lado la fracción moderna de la clase dominante, desarrollada al amparo de las inversiones extranjeras y por lo tanto subordinada a ellas, había madurado lo suficiente como para depender su autonomía de la fracción oligárquica. Lo que en 1936 había sido una pretensión ilusoria, veinte años más tarde parecía una realidad. En este sentido el pradismo se presentaba como el compañero ideal del APRA, capaz de coordinar y complementar la acción del partido representativo de las clases medias y populares, destinada a lograr paulatinamente la modernización del país.

El campesinado, desde 1956 inicio de manera sostenida un movimiento para recuperar la tierra usurpada por los terratenientes y erradicar las relaciones de dominación pre-capitalista. A su vez, la población de las barridas presiono masivamente al gobierno para obtener la titulación de las tierras invadidas y la expansión de los servicios públicos. En el Perú, al igual que en resto de América Latina, la Iglesia Católica estuvo tradicionalmente identificada y enlazada al poder Oligárquico, puesto que como él era miembro constitutivo de la “herencia colonial”. En 1937 el Arzobispo de Lima en una pastoral decía “la pobreza es el camino más cierto hacia la felicidad humana. Solo el Estado que triunfe en hacer apreciar al pobre los tesoros espirituales de la pobreza puede resolver sus problemas sociales”. Si bien esta última versión, eminentemente tradicional, hasta los años 50 se manifestó como dominante en la ideología política de la iglesia, a partir de entonces comenzó a ganar cuerpo “la doctrina social de la iglesia”.

Es así como en la década de los años 30 y al conjuro de la emergencia política de las clases populares, el APRA y la iglesia, cada cual por su lado, buscaban una tercera solución de naturaleza corporativa, a fin de meditar en el enfrentamiento clasista. Pero simultáneamente a estas

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