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Internet Y Las Bibliotecas: ¿mayor Cantidad De Información O más Dificultades Para Satisfacer Las Necesidades?


Enviado por   •  11 de Febrero de 2013  •  2.026 Palabras (9 Páginas)  •  551 Visitas

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Cuando hace apenas unos 10 ó 15 años se hablaba de vivir en una época de “boom” de la información, no se estaba ni medianamente cerca de imaginar lo que ocurriría a corto plazo con el acceso real y la popularización de los medios tecnológicos. Todavía en fecha tan cercana como los inicios de la década del 90, se trataba de entender el “nuevo orden internacional de la información”, el “flujo transfronteras de la información” o las “autopistas de la información”, pero más como ejercicio profesional que en función de una realidad, muy superada en estos momentos. Entonces surge una pregunta básica: ¿qué función desempeñarán, aunque de hecho ya realizan, los bibliotecarios en las condiciones de este nuevo entorno informacional?

Las telecomunicaciones

La implementación de los servicios de telecomunicación repercutieron inmediatamente en el trabajo de los bibliotecarios, al aumentar los volúmenes de información a los que se puede acceder. Internet permitió llegar a un amplísimo universo de datos, bien en forma de referencias o como fuentes de texto completo, todo ello con independencia de su ubicación geográfica. Se rompieron así las fronteras y se accedió a los fondos bibliográficos mediante un nuevo canal de comunicación de alcance global.

No quedan dudas que esto fue una especie de “panacea o paraíso” para todos aquellos que se dedicaban a la actividad de proveer servicios documentarios.

Ahora me vuelvo a referir a un tiempo tan cercano como la segunda mitad de la década de los 80, todavía se trazaba como meta establecer el mejor sistema posible de intercambio bibliotecario. Si se recuerda la situación de un país como Cuba, limitado de recursos, en el que se veía como única solución el establecer un buen trabajo de canje, cuyo resultado generaría un intercambio capaz de engrosar los fondos con obras las cuales no se podían comprar. La otra variante, obvia por demás, era lograr unas buenas relaciones con entidades capaces de realizar donativos. En aquellos tiempos disponer de una obra de referencia actualizada, incluso un buen diccionario, se convertía en un logro y aseguraba, de hecho, una alta concurrencia a la institución. Claro, no es posible olvidar tampoco que los bibliotecarios tenían que actuar como guardianes permanentes para que no se mutilaran las obras porque las fotos y las gráficas en general, eran muy llamativas.

Una década más acá, cuando a través del Instituto de Información Científica y Tecnológica (IDICT) se estableció en Cuba el acceso remoto a bases de datos, radicadas principalmente en los países de Europa Oriental, se abrió un caudal de información que advertía lo que ocurriría después. Eran tiempos en que nos sentíamos satisfechos con cantidades “impresionantes” de textos acompañados por algún que otro gráfico, las referencias nos hacían “la boca agua” por un respaldo a texto completo que llegaría tal vez un mes o varias semanas después.

Hasta aquel momento no había variado en ninguna forma el papel del bibliotecario o del especialista en documentación o información, como desee llamársele. Si bien su trabajo era más ágil, y las computadoras, las comunicaciones, así como otros medios tecnológicos comenzaban a hacerse parte tan imprescindible como los kilómetros de estantes o los metros cuadrados de tarjeteros, todavía su omnipresencia como intermediario, como el ente que organizaba todo aquel universo documental y lo ponía al servicio del usuario, era algo imprescindible y, de hecho, indiscutible.

Pero el tiempo, nunca decidido a detenerse, y mucho menos unido a las nuevas tecnologías, continuó su ya rápido y digitalizado decursar, entonces apareció de pronto con una palabrita alguien que empezaba a exigir su lugar en el desarrollo humano: INTERNET tan nueva que todavía los hispanoparlantes no se ponen de acuerdo si la hacemos femenina o masculina. Surgió un nuevo juguete que sin saberlo ubicar, nos ponía ante la disyuntiva de utilizarlo, analizarlo, volverlo a utilizar y entenderlo, siempre a menor velocidad de lo que cada día traía como aporte nuevo, porque el problema a enfrentar no está sólo en Internet, pues las nuevas tecnologías, incluso sin estar conectado a ningún servidor, llegan al lector por medio de las más diversas formas: la compra de sistemas multimediales, el recibo de adjuntos gratuitos a publicaciones suscritas y otros que amplían el horizonte y complican el problema, pues, como dice un reciente cable de AFP, “…el mundo se hunde bajo un océano de datos, a causa de la multiplicación de ordenadores y del desarrollo de Internet, se produce el equivalente de 250 millones de ‘mega-octetos’ de datos por cada habitante de la Tierra...” (un ‘octeto’ es la representación de un carácter alfanumérico).1

El mismo cable expresa la contradicción, no desde el punto de vista del bibliotecario, sino de un investigador, que plantea: “…la explosión de información es una semibendición. Lo positivo es que la información digital representa el 93 % del total y que la información disponible en Internet está accesible a todo el mundo, pero no existen los instrumentos para encontrarla, la mayor parte de las veces se ubica en la parte oscura de Internet, no está registrada en los exploradores de la red y en consecuencia, no está accesible, esa parte sumergida de la red abarca casi 2 500 millones de documentos y se incrementa diariamente a un ritmo de 7,3 millones de nuevas páginas de Internet. Si se consideran las informaciones no sistematizadas, se encuentran 550 000 millones de documentos en Internet, según el estudio…”

Pero, ¿qué hacer? Lo más interesante comienza ahora. Estamos en la disyuntiva que siempre pareció lejana e incluso imposible de analizar en el tiempo. Internet ofrece hoy una gran facilidad de acceso, el lector pantalla-teclado-conexión mediante, accede a lo mejor y más importante del acervo de la humanidad. Cuando nadie habla de ficheros de autor, título o materia, de fondos activos o pasivos, de kardex, entradas, salidas, préstamos o plazos de vencimientos y devoluciones, porque un click lo lleva a la Real Academia de la Lengua, la Enciclopedia Británica, a los fondos de la C.I.A. o el Pentágono, ¿para qué hacen falta las bibliotecas y los bibliotecarios? ¿Y qué respondemos? Porque no quedan dudas de que lo dicho con anterioridad, es todo cierto, tanto desde el punto de vista del lector como desde el del bibliotecario. Más información, más vías de acceso, más variantes de solución. ¿Tenemos

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