Los Amantes despedidos

Los Amantes despedidos. Bocaccio

Hablante: Hubo en otro tiempo, en la ciudad de Pistoya, una viuda encantadora, Francisca de Lazzari a quien dos compatriotas, desterrados de Florencia, y refugiados allí, amaban en extremo, sin que se hubieran comunicado nunca su secreta pasión. El uno se llamaba Rinuccio Palermini, y el otro, Alejandro Chiamortesi.

En la casa principal.

Doña Florencia.--- (Hace sonar una campana) ven querida mía. Puesto que no puedo poner fin a mis oídos de los mensajes de amor de estos dos, he decidido darles una lección. Para que de una vez por todo acabe está tortura.

He aquí mi plan. Ya sabes querida que es de público conocimiento que ha muerto, Scannadio el hombre más perverso, feo y deforme que el mundo jamás ha conocido. Ve en primer lugar a casa de Alejandro y dile así: “Mi señora me manda haceros saber que ya ha llegado el tiempo de demostrarle su amor con hechos concretos, uno de sus parientes debe hacer traer esta noche, a su casa el cuerpo de Scannadio, a quien han enterrado está mañana. Aunque está muerto, a ella le da miedo y querría poder eximirse de recibir tal huésped. Por lo que debes ir está noche a la tumba de Scannadio y ocupar su lugar hasta que su pariente fuera a buscarlo y lo lleve a la casa de Doña Florencia, que lo estará esperando para ya nunca separarse.

(En otro tono) Hazle saber que en caso de que no acceda no podrá nunca más dirigirse a mí de ningún modo.

Luego iras a ver a Rinuccio y le dirás: “mi señora hará todo cuanto gustes, si haces lo que ella te pida. Se trata de ir está noche a eso de las doce, a la tumba en que enterraron a Sacannadio, y una vez allí sin decir una palabra, saques cuidadosamente el cadáver y lo traigas a casa. Si no cumpliera con la petición, suspenderá para siempre cualquier tipo de mensaje.

Hablante.--- la criada ejecuto puntualmente las instrucciones y comunico a los dos enamorados todo lo que su ama le había encargado que les dijese. Ambos accedieron.

Alejandro sale de su casa, a la hora señalada para ir a meterse la tumba.

Alejandro.--- ¿A dónde voy Dios Mío? ¡Qué animal más estúpido soy! ¿Sé yo acaso si los parientes de esta mujer?, ¡Ah!, ¡qué animal soy! ¿Dónde voy?, ¿y qué sé yo si los parientes de ésta, tal vez percatados de que la amo, creyendo lo que no es, la han hecho hacer esto para matarme en la sepultura ésa? Y si fuera así ¿quién acudiría en mi socorro? ¿Quién sabía jamás la aventura me vengaría? ¿No puede ser posible algún rival preferido le haya inspirado está estratagema para deshacerse de mí?

Y luego decía:

-Pero supongamos que ninguna de mis conjeturas sean falsas y que sus parientes me lleven a su casa: quiero que creer que el cadáver de Scannadio

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