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Papelucho


Enviado por   •  19 de Mayo de 2013  •  2.352 Palabras (10 Páginas)  •  291 Visitas

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PAPELUCHO Y MI HERMANO HIPPIE

Marcela Paz

¡No puedo soportarlo!- clamó el papá tirándose las mechas! ¡ Un hijo mío hippie... ¡- y dio un puñete en la mesa. Tuvo que chaparse los dedos y por el dolor y también para enredar los garabatos que le arrancaba ese dolor.

Javier venia llegando de vacaciones. Traía el pelo largo y crespito, un cinturón a lo indio, pantalón verde con lagartijas blancas y en lugar de camisa, una cadena de laboratorio de la que colgaba una estrella de mar que se enredaba en unos pelos colorines que le habían salido en el pecho. En lugar de zapatos sus patas gordas y casposas se agrandaban silenciosas en el suelo y cada uña de los dedos de los pies tenía pegado un caracol y algún color cataclíptico.

Yo no me convencía bien de que era él el mismo Javier – cadete de marina, hermano mío.

Esto pasó el domingo por la tarde.

El lunes nadie vió a Javier ni pregunto tampoco. El martes igual.

El papá partió a todas las casas conocidas y volvió acezando y con cara de otro. La mamá llegó a despintar el teléfono de tanto marcar números. A la Domi le dio por llorar y llorar y amontonar gente para contarles que Javier había desaparecido.

Yo le encontraba razón a Javier de irse, con ese recibimiento. Total no había hecho nada malo, solo se había dejado crecer el pelo. Y cuando ha sido cadete tanto tiempo y obedecer y obedecer, le tienen que bajar ganas de hacer lo que se antoja, aunque se le antoje usar caracoles en las uñas.

Pero ¿ Dónde estaría?

Tenía una pila de ideas, pero igual que los teléfonos cruzados. Y se aclaró el asunto: perdido o secuestrado, desaparecido o pulverizado, ¡Yo era quien lo iba a encontrar!. Estaba decidido.

¿Qué tanto cuesta rastrear el mundo de tierra o del agua, el subterráneo o el aéreo?. En mis horas libres bien podía olfatear el universo y encontrar huella o pista.

Para saber lo que hacen los desaparecidos es lógico tratar de desaparecer.

Así que apenas me encontré una de esas tapas de cemento que hay en las calles medio corridas a un lado, tapando algún hoyo misterioso, me metí en él.

Y a medida que iba desapareciendo de este mundo, iba viendo más lindo y más azul el cielo.

Había un ruido de aguas profundas, de sapitos solitarios, de ranas hipodérmicas. Ninguna voz mandona o asustada; ni afanes, ni inquietudes.

Mis pies tocaron una agüita helada, pero siguió bajando y me llegó a las rodillas.

La suave agüita subterránea me traía ideas muy geniales. Tan geniales que ya ni me acordaba del Javier.

Así que seguía caminando y haciendo olitas. De pronto me di cuenta de que algo como un culebron me perseguía. Y empecé a hacerle el quite. Y otra vez y otra, dale con perseguirme esa culebra maldita. Así que hundí la cabeza para escapar de ella. Era inútil...

La culebra era flaca, larga, ondulante, como sin fin. Con la mirada la recorrí toda entera y vine a pillar su oin en las manos!de un hombre que me la disparaba como lazo. Junto a ese hombre había muchos: uniformados, bombe{os, curiosos y hasta intrusos que corrían jugando a echarme el lazo. Y seguí haciendo el quite hasta que, me elevaron por la orilla como si fuera un náufrago o un cordero con dueño...

Y entonces me aturdieron a preguntas, estupefactas.

Yo los dejé contestarse solos y por fin me sacudí el agua como los perros los salpiqué a todos y les dije:

-Yo me voy a mi casa y ustedes a la suya. Si quieren que les dé las gracias se las doy, pero fregaron mi aventura. ¡Chao!- y partí.

Cuando llegué a la casa, ya estaba seca mi ropa y había en la cocina un pan quemado y chicharrones. Nunca comí una cosa más rica en toda mi vida.

Y esa noche ni pude dormir. Soñaba en teletipo porque Javier se comunicaba conmigo vía satélite, y se entendía bien claro: estaba secuestrado.

Al otro día fui al colegio y conversé del tema del secuestro con unos compaðeros y les dije)si me ayudarían a buscar a Javier pero, me dijo que no se metía)en esos asuntos.

Cuando llegué a mi casa no había nadie. La radio daba noticias a nadie y las ollas hervían con olor a cochayuyo y coliflor. ¿Dónde se habrán ido todos con su desesperación de encontrar a Javier?. Pasee por todos los cuartos de la casa y grité en cada uno para ver si había eco.

Entre al baño sintiéndome Javier.

Quizá encontraría una salida secreta, algún rastro o una pista del hippie incomprendido... Me senté en el water y barrí con los ojos murallas, techo y suelo.

De repente buscando una pista, revisé los ladrillos que están sueltos y, uno de ellos se desprendió y cayó un papel.

Era un papel de algún cuaderno mío, pero doblado como carta.

Decía: “No me busquen. No me encuentran. Piensen... ¿Por qué tenemos que vestir, peinarnos y fregarnos haciendo lo mismo que los antepasados? Yo vivo mi verdad – Javier”

Había encontrado la clave. La pista que buscaba. Aunque ni entenmiera mucho lo que él quería decir, ese papel era un mensaje del propio Javier.

Salí corriendo en busca del papá y me acordé que no estaba. Ni la mamá ni la ji, ni la domi.

-De pronto me acordé que el papel estaba ahí desde el domingo, la tarde en que desapareció Javier.

Entré en la casa y me senté a pensar... Y ahí me vino la idea. ¿Y si Javier hubiera vuelto ayer u hoy para dejar el papel?.

La cabeza se me enredaba sola. Hasta que decidí irme haciendo las preguntas y contestarlas por radio. Así que la apagué un momento e hice mi primera pregunta:

1° ¿En que momento dejó Javier su mensaje?

2° ¿Este mensaje era secreto, o para mí o para cualquiera?

3° Eso de que no quiere que lo busquen ¿Es en serio?.

Justo En ese momento llegaron la domi, el papá, la mamá y por fin la ji. Venían radiantes y alborotados hablando todos al mismo tiempo.

¡

...

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