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ANALISIS LITERARIO DE LA OBRA 100 AÑOS DE SOLEDAD


Enviado por   •  15 de Enero de 2015  •  Ensayos  •  9.294 Palabras (38 Páginas)  •  491 Visitas

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ANALISIS LITERARIO DE LA OBRA 100 AÑOS DE SOLEDAD

BIOGRAFIA

Gabriel José de la Conciliación García Márquez, nació en Aracataca (Magdalena), Colombia el 6 de marzo de 1928, nació en la casa de sus abuelos maternos, el coronel Nicolás Márquez, veterano de la guerra de los Mil Días, y Tranquilina Iguarán, Gabriel García Márquez, el primer hijo de Luisa Santiaga Márquez y el telegrafista Gabriel Eligio García, vivió sus primeros ocho años con los abuelos.

Las vivencias de esta primera infancia en Aracataca, entre una multitud de tíos y primos sobre la que reinaba el anciano coronel, quien había sido, entre otras cosas, testigo indirecto del colapso de la United Fruit Company y de los hechos que condujeron a la matanza de las bananeras en 1928, aderezadas con los relatos hiperbólicos y tremendistas de la cegatona abuela Tranquilina y la no menos ciega determinación de su tía Francisca, que tejió su propio sudario para dar fin a su vida, imprimieron una marca indeleble en su memoria, y acabarían formando parte de Cien años de soledad, novela que constituye un hito en la literatura latinoamericana del siglo XX.

García Márquez asistió al Colegio Montessori de Aracataca hasta la muerte de su abuelo el coronel, en 1936, cuando fue enviado al puerto fluvial de Sucre, en el departamento del mismo nombre, con sus padres, quienes decidieron matricularlo como interno en el Colegio San José, de Barranquilla, donde a la edad de 10 años ya escribía versos humorísticos, actividad que continuó luego en el colegio de los jesuitas de la misma ciudad. En 1940, gracias a una beca, ingresó al internado del Liceo Nacional de Zipaquirá. La lectura de los clásicos de la literatura lo consolaba, en su soledad, de un cambio de clima y entorno que le resultó traumático. Obtuvo el grado de bachiller en 1946 y regresó a Sucre, donde sus padres lo persuadieron para seguir la carrera de Derecho.Plegándose a la voluntad paterna, se inscribió en la Universidad Nacional en Bogotá al año siguiente. Entre sus profesores figuraba Alfonso López Michelsen, y entre sus condiscípulos Camilo Torres, "el cura guerrillero", con quien trabó amistad. El estudio de las leyes lo aburría, mientras que su vocación de escritor se consolidaba día a día; hacía tiempo venía trabajando en una extensa narración titulada "La casa", y Eduardo Zalamea Borda, editor literario del periódico El Espectador, publicó su cuento "La tercera resignación", saludando en su autor al nuevo genio de las letras colombianas.

El asesinato del líder liberal Jorge Eliécer Gaitán, el 9 de abril de 1948, y el subsecuente "Bogotazo" determinaron un nuevo cambio de rumbo en su vida. La mayoría de sus libros y manuscritos se perdió en el incendio de la pensión donde vivía, y el cierre indefinido de la Universidad Nacional lo obligó a gestionar su transferencia a la Universidad de Cartagena, donde siguió siendo un alumno irregular. No llegó a graduarse. En Cartagena, el escritor Manuel Zapata Olivella le consiguió una columna diaria en el recién fundado periódico El Universal, en la que trató temas tan distantes entre sí como el acordeón y el helicóptero, la astrología y los mellizos, Joe Louis y los loros. A lo largo de su vida, García Márquez habría de distinguirse como excelente columnista.

Por esos tiempos García Márquez anduvo con los escritores del Grupo de Barranquilla, entre los que se contaban Alvaro Cepeda Samudio, Alfonso Fuenmayor y Germán Vargas.

Al principio viajaba desde Cartagena cada vez que podía, regresando a la vera del padre espiritual del Grupo, Ramón Vinyes, erudito librero catalán y a su vez escritor y dramaturgo. Luego, gracias a una neumonía que lo obligó a recluirse en Sucre, cambió su trabajo en El Universal por una columna diaria, muy semejante, en El Heraldo de Barranquilla. A partir de enero de 1950, bajo el encabezado "La girafa", firmada por Septimus, en homenaje al introvertido personaje de La señora Dalloway, de Virginia Woolf, apareció la columna que le sirvió de pretexto para, a deshoras, escribir La Hojarasca (1955). Pasaba buena parte de las noches en el Japi Bar con los del Grupo y solía terminar en el Rascacielos, edificio de cuatro pisos ubicado en la Calle del Crimen [sic] que alojaba un prostíbulo, donde García Márquez -Gabo, como lo llaman sus amigos- tenía permiso de los propietarios para dormir un poco. La columna de El Heraldo duró hasta finales de 1952, cuando se pierde, por algo menos de un año, la pista de García Márquez.

Críticos como Jacques Gilard sostienen que durante este lapso Gabo vendió enciclopedias en la Guajira, junto con Alvaro Cepeda. Más tarde, ese mismo año, reapareció trabajando en El Nacional de Barranquilla. En febrero de 1954 García Márquez volvió a Bogotá como reportero de planta de El Espectador, donde realizó, entre otras cosas, reseñas cinematográficas que lo convirtieron en el primer columnista de cine del periodismo colombiano, y el memorable reportaje a Luis Alejandro Velasco, un marinero colombiano que sobrevivió a un naufragio en alta mar; el producto de esta entrevista fue un reportaje por entregas que apasionó al país y que luego tomó forma de libro bajo el título Relato de un náufrago (1970). Con todo, su publicación suscitó la animadversión de los censores del régimen del general Gustavo Rojas Pinilla, por lo que las directivas del periódico decidieron que García Márquez saliera del país rumbo a Ginebra para cubrir la conferencia de los Cuatro Grandes, y luego a Roma, donde el papa Pío XII aparentemente agonizaba.

En la capital italiana asistió, por unas semanas, al Centro Sperimentale di Cinema. Enseguida viajó por Polonia y Hungría. En enero de 1956 se trasladó a París, donde, para su sorpresa, descubrió que Rojas Pinilla había ordenado el cierre de El Espectador. En su reemplazo se lanzó en febrero El Independiente, con García Márquez aún en la nómina, pero dos meses más tarde el nuevo periódico corrió la misma suerte. En una buhardilla de la Rue de Cujas, en el Barrio Latino, debiendo el alquiler de varios meses y que obtuvo gracias a la caridad de sus admiradores, empezó a trabajar en La mala hora (1962).

La situación desesperada del escritor, paradójicamente, contribuyó en gran parte a dar forma a El coronel no tiene quién le escriba (1958), concluida en enero de 1957, originalmente un capítulo de La mala hora que adquirió vida propia. Entretanto, gracias a su amigo Plinio Apuleyo Mendoza, García Márquez publicó varias colaboraciones en la revista caraqueña Elite. Mendoza se le uniría a mediados de 1957 en un viaje por la República Democrática Alemana, Checoslovaquia y la Unión Soviética. Los apuntes de aquel

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