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ANÁLISIS PRÁCTICAS REFLEXIVAS DOCENTES

Beatriz bastidasDocumentos de Investigación21 de Junio de 2018

2.902 Palabras (12 Páginas)430 Visitas

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República Bolivariana de Venezuela[pic 1][pic 2]

Ministerio del Poder Popular para la Educación Universitaria

Universidad Pedagógica Experimental Libertador 

Instituto de Mejoramiento Profesional del Magisterio

Extensión Académica Valera

ANÁLISIS

PRÁCTICAS REFLEXIVAS DOCENTES

CUATRO PILARES DE LA EDUCACIÓN

ALUMNOS:

Guedez González, Kevin José C.I 25.631.284

Méndez Materano, Yorgelis Yosuendis C.I 27.676.888

Primera Jiménez, Greymar Andreina C.I 27.139.204

Valera, Febrero 2018

INTRODUCCIÓN

Una pregunta interesante que se formuló Fersing (1999) es si es necesario debatir acerca de la relevancia de la práctica reflexiva cuando uno trata de ser un docente, o si ejercer esta profesión implica en sí misma la actividad reflexiva. Generaciones pertenecientes a distintas épocas han ejercido la docencia bajo paradigmas en los cuales la reflexión no tenía lugar como objeto de estudio porque estaban centrados sólo en la actuación de la propia labor pedagógica. En la actualidad se puede apreciar un cambio y desarrollo de la cuestión, alcanzándose un consenso en el sentido de que la reflexión guía el crecimiento profesional, estimula la construcción de conocimientos y constituye una estrategia formativa decisiva.

No obstante hay una pregunta que permanentemente circula en nuestro trabajo cotidiano, en la formación docente de profesionales en la universidad, es cómo es posible reconocer la reflexión y cómo la definimos, qué significa para un docente reflexionar sobre su práctica, cuándo realiza esta práctica. Reconocemos que la reflexión es opaca, invisible y requiere de diferentes dispositivos para hacerla visible; algunos dispositivos están basado en las narraciones como los diarios de clase, las bitácoras, los portafolios y otros dispositivos basados en las interacciones como las tutorías, los grupos de reflexión, entre otros.

La sociedad cambia y con ella las profesiones y su cultura. La profesión docente no es ajena al cambio, con sus ritos, procedimientos, metodología se les exige una nueva forma de aprender y, en consecuencia de enseñar; obviar esto equivale a negar el propio desarrollo como ciudadanos y como educadores.

El desarrollo de la cultura profesional se concreta en la adaptación inteligente de la actividad laboral al medio, para poder así interpretarlo y transformarlo según las necesidades de cada momento histórico. A los profesores ya no les es suficiente actuar desde la racionalidad técnica, han de transformarse en agentes investigadores de la nueva realidad a la que han de responder.

El profesor ha de definirse como investigador de su práctica profesional, reflexivo y crítico, formado en una mayor cantidad de autonomía y colaboración y un profesional que tenga como objetivo primordial mejorar la calidad de la vida humana. Urge potenciar la calidad de la formación permanente del profesor con tendencia a la innovación y con una visión realista de futuro

. La educación deberá transmitir, masiva y eficazmente, un volumen cada vez mayor de conocimientos teóricos y técnicos evolutivos, adaptados a la civilización cognoscitiva, porque son las bases de las competencias del futuro. Simultáneamente, deberá hallar y definir orientaciones que permitan no dejarse sumergir por las corrientes de informaciones más o menos efímeras que invaden los espacios públicos y privados y conservar el rumbo en proyectos de desarrollo individuales y colectivos. En cierto sentido, la educación se ve obligada a proporcionar las cartas náuticas de un mundo complejo y en perpetua agitación y, al mismo tiempo, la brújula para poder navegar por él.

Para cumplir el conjunto de las misiones que le son propias, la educación debe estructurarse en torno a cuatro aprendizajes fundamentales que en el transcurso de la vida serán para cada persona y que serán desglosadas en el siguiente análisis que contará con una metodología estructural para determinar cuáles son las unidades que componen al contenido referente a la práctica reflexiva docente así como también enumerar los cuatro pilares fundamentales de la educación, y aparte de enumerarlos, traerlos a la luz con conceptos reflexionados de manera que también sean desglosados un poco más personal.  

DESARROLLO

PRÁCTICAS REFLEXIVAS DOCENTES

Talaferro en su ensayo comienza resaltando un punto muy importante que es la manera en que la sociedad se mueve: con conocimiento, ya que esa es la clave del éxito. Para resaltar y tener un puesto en la sociedad se debe estar íntegramente estudiado, decía Simón Bolívar “un ser sin estudios es un ser incompleto”, ya que un individuo que viva su vida sin siquiera haber leído un libro o escuchado una clase, independientemente del tema, siempre tratará de llenar ese vacío con otras cosas pero la educación es un ejercicio que es irremplazable porque a una persona le pueden quitar todo, menos lo que es, lo que sabe, y lo que ha estudiado.

Sin embargo, las personas no estudiadas no son menos ni ocupan un eslabón menos en la sociedad, porque hay distintos factores que obstruyen la educación y que muchas veces son inevitables para los niños, jóvenes o personas que le interesa instruirse, como por ejemplo la falta de recursos, de motivación, de ayuda en casa, de prejuicios de la sociedad, incluso por baches en los sistemas educativos como malas instalaciones para la impartición de clases o falta de profesional calificado; pero del otro lado de la historia Talaferro también sugiere los recursos informativos que la mayoría poseen deben  aprovecharse para que las personas que aprenden las distintas profesiones y roles asuman la noción de aprender durante toda la vida.

Saber que la práctica docente no es ni un pasatiempo ni tiene una duración limitada es la clave para encontrar la vocación, cuando se sabe y se acepta a vivir con eso es cuando la vocación y el amor por lo que hará o hace el docente aflora; ya que se es maestro desde el primer momento en que se decide adentrarse a estudiar, en ese transcurso ya se debe estar 100% que se está donde se debe estar, para luego llegar a la práctica donde se está en contacto con la verdadera labor y se debe entregar todo lo que una persona es, todo lo que una persona sabe, de manera que se nutra a los niños o jóvenes a los que va dirigida la educación. A partir de estos momentos hasta el último día que un maestro se para enfrente a sus alumnos, hasta ese día se es un maestro.

La práctica educativa es compleja. Se espera de los docentes que preparen los programas, que seleccionen contenidos actualizados, que propongan actividades de aprendizajes adecuados e innovadores, que planteen preguntas críticas e interesantes, que propongan una variedad de recursos didácticos, que evalúen eficazmente el aprendizaje, que consideren a cada estudiante y al grupo en su conjunto, entre múltiples cuestiones. Muchas veces la participación del docente a la hora de pensar cambios pedagógicos, se limita a la implementación de lo que teóricos y expertos han desarrollado, y sólo se les pide que sean ejecutores de las acciones elaboradas por otros.

La corriente que desarrolla las ideas del docente como profesional reflexivo y como investigador de sus propias acciones, reconoce, que ningún cambio educativo es posible si no se cuenta con profesores en diálogo e interacción entre sus prácticas y las teorías, como los sistemas de creencias que van produciendo a partir de ellas. Una de las claves básicas del desarrollo efectivo de cualquier diseño curricular está en un docente activo y comprometido con las acciones de transformación.

REALIDAD INSTITUCIONAL A TRAVÉS DE LAS PRÁCTICAS REFLEXIVAS DOCENTES  DESCRIBIENDO LAS RELACIONES DOCENTE - ALUMNO, DOCENTE - INSTITUCIÓN, DOCENTE- COMUNIDAD, ALUMNO -COMUNIDAD

En términos de materia y realiad educativa, bien vale la pena reflexionar, criticar pero sobre todo transformar la realidad educativa basándonos en el principio ético del bien común a los fines de prever cambios que siempre vayan en beneficio de todos los seres humanos que conviven en un ámbito geo-humano o comuna. La labor docente, ésta se impregna básicamente de un referente teórico (idealista) sustentado en la existencia inequívoca, perfecta y válida del conocimiento científico, creencia admitida culturalmente en nuestra sociedad occidental.

 A partir de esta referencia la labor docente se orienta en función de una teoría educativa básicamente "piagetana”, la cual ha venido sufriendo una serie de transformaciones o mejor dicho adecuaciones por sus defensores o representantes de manera permanente (constructivismo, constructivismo social, constructivismo radical, etc). Pareciera ser que es el "mehoyo" para la justificación académica de la labor docente en el contexto universitario y científico y también para mantener el entramado de relaciones institucionales en los diversos espacios educativos.

La relación entre el profesor y el alumno no se establece sobre la base de simpatía mutua, afinidad de caracteres o de intereses comunes. Más bien, se funda en una cierta ‘imposición’: están ahí sin consulta o consentimiento previos, lo cual genera -sobre todo en los comienzos de cada periodo lectivo -expectativas mutuas que se confirman o no con arreglo al desempeño del profesor y del alumno como tales.

Por su parte, El profesor tiene obligaciones morales para con la escuela donde ejerce, sus compromisos son con la dirección del establecimiento y con la propia escuela. El trabajo de una escuela fracasará si no se cuenta con una estrecha colaboración entre la dirección y el cuerpo docente, de modo que los esfuerzo de uno u otros deben confluir con un mismo objetivo: la educación del alumno.

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