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Alejo Carpentier Una Poetica Intertextual


Enviado por   •  18 de Octubre de 2011  •  3.901 Palabras (16 Páginas)  •  821 Visitas

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Fernando Fierro,

Sergio Rojas,

Alexander Tovar,

ANÁLISIS INTERTEXTUAL AL PRÓLOGO “LO REAL MARAVILLOSO DE AMÉRICA” DE ALEJO CARPENTIER.

“Poetas y mendigos, músicos y profetas, guerreros y malandrines, todas las criaturas de aquella realidad desaforada hemos tenido que pedirle muy poco a la imaginación, porque el desafío mayor para nosotros ha sido la insuficiencia de los recursos convencionales para hacer creíble nuestra vida.”

G.G.M., Estocolmo, 1982.

En este primer intento de análisis intertextual dentro del curso abordamos el prólogo que anuncia, con profética voz, no sólo “El reino de este mundo” (1949) sino, fundamentalmente, lo real maravilloso americano, en la obra de Alejo Carpentier.

Queremos analizar el texto en sí mismo, pero también lo queremos conocer en sus múltiples referencias, tanto implícitas como explicitas, a diversas disciplinas y dominios de saber. Pretendemos desagregar el cúmulo casi inabarcable de rutas que introduce el autor en tan escasas líneas (hemos retomado algunos aportes que trae Klaus Müller Bergh en su estudio llamado “El prólogo a el reino de este mundo, de Alejo Carpentier (1904-1980) apuntes para un centenario” . Queremos, en últimas, dejarnos maravillar por la potencia intertextual que está presente en este escrito.

1. EL PRÓLOGO “LO REAL MARAVILLOSO DE AMÉRICA”

DE ALEJO CARPENTIER

1.1 Antecedentes

“Lo real maravillosos de América” es conocido universalmente como el prólogo de la novela del mismo Alejo Carpentier titulada “El reino de este mundo”. Esta novela, del escritor cubano de origen europeo, fue terminada el 16 de marzo de 1948 en Caracas, ciudad a la que había llegado Carpentier unos años atrás por invitación de un amigo suyo: Carlos Augusto Frías . Aunque el autor la confeccionó en Caracas, la novela sólo vería la luz en Ciudad de Méjico, un año después, en 1949.

La novela aborda, con rigor histórico, acontecimientos ocurridos en la isla de Santo Domingo y ligados con la primera gran sublevación de América. La inspiración para escribir la monumental novela le fue dada al autor cuando visitó “el reino de Henri Cristhophe”, a finales de 1943. Tal viaje inspirador lo realizó en compañía de Louis Jouvert y de su esposa Lilia y en él tuvo contacto con una realidad maravillosa que ofrecía una nueva estética. Con la novela -según lo declara él mismo en el párrafo- Carpentier pretende explicitar las profundas impresiones vitales que le sugirió el mencionado viaje.

1.2 Aparición

El texto del prólogo, aunque es hoy parte integral de la novela, apareció originalmente en el periódico El Nacional de Caracas el 8 de abril de 1948, es decir, un año antes que se publicara la novela. Se publica en este periódico en donde nuestro escritor tenía una columna, sin duda alguna, un espacio precursor de lo que será en la década siguiente su rincón periodístico denominado “Letra y solfa” en el mismo diario caraqueño.

No hallamos las posibles razones que lo movieron a publicar con anticipación el prólogo, a fortiori, cuando esa publicación fue hecha en un periódico. Sólo conjeturas en este punto. Sin embargo una de todas puede ser explicativa: la conciencia que se tenía en aquellas décadas del papel fundamental de la prensa como medio para ir forjando, en la adversidad, la conciencia latinoamericana. Pudiera explicarse también por el compromiso político que siempre acompañó la praxis de Carpentier y que lo forzaba a no guardarse nada para sí y, por el contrario, entregárselo todo al gran público americano.

Dejamos consignado, pues, que el prólogo aparece antes que la novela, publicado en EL Nacional de Caracas, a inicios de 1948 y que fue allí donde apareció con el título “Lo real maravilloso de América”.

1.3 Implicaciones

No exento de ironía, en su juicioso estudio sobre el prólogo el profesor Klaus Müller Bergh consigna lo siguiente: “Se trata de un caso singular, un texto programático polémico que ha tenido una fortuna literaria casi mayor que la del relato mismo. Por eso, Emir Rodríguez Monegal fue el primero en notar que hasta cierto punto, el prólogo… ha conocido una fortuna mayor que el texto mismo de la obra. Multiplicado por el comentario de críticos y profesores, reproducido en revistas y en colecciones de ensayos, el prólogo ha sido citado y vuelto a citar, hasta completar la vuelta sobre sí mismo e independizarse de la obra que precedía”

Pensamos que la anterior consideración, que a primera vista puede llegar a parecer una autentica exageración y hasta una excentricidad académica, no es sino un síntoma palpitante de la importancia axial que juega, frente al relato, el prólogo. Las explicaciones y argumentos presentes en el prólogo son imprescindibles para dar un cabal entendimiento al relato que es El reino de este mundo, al menos para interpretarlo como una obra que pretende contar lo real maravilloso americano. El alcance que pueden llegar a tener las situaciones narradas en el relato, sin la advertencia de que son episodios reales de un continente que no tiene (o que por lo menos con los que cuenta son insuficientes) los recursos convencionales para hacer creíble su vida, son intangibles. Porque para quien no sepa, o no le hayan advertido, que Mackandal es un personaje histórico, o que la Ciudadela La Ferriére fue construida a causa de los delirios paranoicos de un negro ex cocinero de origen francés, estos personajes o estos lugares pueden llegar a ser artimañas de la imaginación o, simplemente, quimeras inverosímiles, al estilo, por ejemplo, de los Cantos de Maldoror. Por eso mismo, una insoslayable implicación del texto, en los arduos dominios del arte, es que el prólogo está indisolublemente ligado con el golpe de gracia o la bendición postrera que al surrealismo le da un intelectual.

De manera pues que no resulta imprudente afirmar que, en el prólogo, traza nuestro escritor, con erudición incorregible, la emergencia conceptual de lo real maravilloso a partir del contraste, de la diferencia clara entre la imaginería eurocéntrica desgastada y la maravillosa realidad latinoamericana, suficientemente asombrosa y extraordinaria como para tener que acudir “a la vieja y embustera historia del encuentro fortuito del paraguas y de la máquina

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