Apologia Del Economista
alekuri1620 de Noviembre de 2014
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En este libro el autor pretende desarrollar un discurso a favor de la economía como ciencia y de los economistas como sus pensadores, al objeto de conseguir un reconocimiento a la necesidad de su labor investigadora e intenta definir qué es lo que un economista tiene que hacer.
En primer lugar, reconoce las limitaciones que sufre la economía como ciencia, y analiza cuáles son las causas que provocan su mala imagen.
Para ello asume que la economía es la ciencia más vulgar de todas las ciencias, pues no busca el triunfo del racionamiento puro “la economía es un mercader entre las ciencias… es gris y plebeya.”
Respecto a esto hay que tener en cuenta que el texto se escribió hace 70 años, y aunque muchos de los planteamientos que desarrolla siguen siendo vigentes, la imagen que el autor tendría actualmente sobre el trabajo de los economistas actuales sería diferente. No obstante varios puntos clave que desarrolla Arthur Pigou en el texto, son de extrema actualidad.
Por una parte el hecho de que la ciencia de la economía sigue estando a un nivel diferente respecto a las ciencias empíricas y clásicas (como matemáticas, física, etc.). Un factor determinante que contribuye a ello es el hecho de que, hoy por hoy, cualquiera se atreve a hablar de economía como si fuera un experto. Lo que en otra ciencia sería impensable, en la economía es posible. Cualquiera nos atrevemos a realizar análisis económicos tanto a nivel micro como macroeconómico. Incluso nos atrevemos a criticar y proponer medidas socioeconómicas que solucionarían la actual crisis financiera calificando de ineptos a quienes nos gobiernan.
No ayuda tampoco el hecho de que la economía se ha involucrado en nuestras vidas cotidianas de manera extrema. Diariamente estamos siendo bombardeados por los medios de comunicación en el que toda nuestra vida gira en torno a las decisiones económicas. Conceptos y teorías de economía se han insertado en nuestro vocabulario cotidiano, y acabamos hablando de la “prima de riesgo” de una manera tan natural como si estuviéramos hablando de un miembro más de la familia; y entre tanto aficionado, para el profano de la materia, es muy difícil distinguir el discurso del científico de la economía.
Por otra parte, otra dificultad a la que tienen que enfrentarse los economistas, que ya Pigou planteaba en su texto, es la extrema “politización” de la economía, en su peor sentido de la palabra. El argumento económico esta tan contaminado por los discursos de los políticos, que únicamente buscan que las teorías económicas se adapten a sus necesidades políticas del momento.
El economista tiene que hacer frente a la gran tentación que le pueda suponer la ambición de desempeñar un papel trascendental en la sociedad de su tiempo, para lo que se le exige cambiar sus puntos de vista económicos a fin de hacerlos encajar con la política del partido de turno, y con ello pierde su credibilidad.
El ciudadano de a pie se pregunta cómo es posible que el planteamiento económico y las medidas planteadas, sean tan diferentes según tengan el tinte político de quien las presente y defienda.
Al final ¿a quién creer? Todo ello contribuye al desprestigio de la figura del economista.
Otro planteamiento desarrollado en el libro que me ha llamado la atención es reconocer que los teóricos de la economía suelen carecer del sentimiento de realidad indispensable para la comprensión total, ya que su contacto con lo que estudian no es directo. No pueden escribir con apego a la realidad porque carecen de la experiencia personal necesaria, y se limitan a realizar análisis de carácter general.
Hace ya 70 años el autor defendía la necesidad de una economía política más sencilla. Para ello una de las tareas esenciales del economista, no es tanto la de buscar nuevos conocimientos como la de difundir
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