Barreras de la participación popular y como se puede superar
angelaangelMonografía13 de Julio de 2011
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Barreras de la participación popular y como se puede superar.
Son las siguientes:
1. ESCEPTICISMO Y APATÍA: Es muy común encontrar en las comunidades más excluidas un gran nivel de incredulidad y apatía. La gente está cansada de promesas incumplidas. Desconfía de la política y de los políticos. Es necesario vencer ese gran escepticismo y apatía reinante siendo muy consecuentes a la hora de prometer soluciones. Jamás se debe prometer lo que no se pueda cumplir.
2. VENCER LA CULTURA CLIENTELAR Y DE OTORGAMIENTO DE FAVORES: En Venezuela existe una profunda cultura clientelar y de mediaciones políticas. Todo se consigue a través de intermediarios que cobran de diversas maneras sus favores (políticos, económicos y de ascenso social). Hay que vencer la cultura paternalista del Estado repartidor de dádivas pero castrador de dignidades. Para ello es fundamental que los recursos con que cuentan las instituciones estatales para otorgar servicios y realizar obras en la comunidad no sean distribuidas de acuerdo a criterios individuales de tal o cual funcionario del aparato administrativo, sino luego de una consulta popular donde colectivamente se determinen los criterios de distribución de esos recursos.
3. BUROCRATISMO: No hay que confundir burocracia con burocratismo. La burocracia es el ejército de funcionarios que garantiza el cumplimiento de las metas del Estado y del gobierno y, como tal, es necesaria. Otra cosa es el burocratismo, visto como el surgimiento de alcabalas, trámites y exigencias innecesarias que bloquean o impiden el logro de las metas de una administración. El burocratismo tiende a multiplicar las instancias y exigencias para solucionar los problemas de la gente. Para lograr este propósito las instituciones suelen incrementar de manera permanente el número de funcionarios, abriendo paso a prácticas clientelares. Cada nuevo grupo de funcionarios eleva la cantidad de procedimientos y con lleva una cadena de lealtades que propician el surgimiento de la corrupción. Las organizaciones deben construir formas de dirección que abran paso a formas de gestión donde los dirigentes sean simples facilitadores de las decisiones tomadas por la mayoría. Simplificar procesos, fusionar trámites, haciendo más expeditos los caminos para la solución de problemas, sin que ello implique un abandono de la calidad técnica ni la pertinencia de las soluciones, desconcentrar y descentralizar las tareas administrativas.
4. VERTICALISMO Y AUTORITARISMO: El estilo verticalista, autoritario, de algunos dirigentes y cuadros administrativos que dirigen autoritariamente, pretendiendo “bajar” líneas de acción a las comunidades sin consultarlas en ningún sentido. Lo que interesa es que se ejecute lo indicado desde arriba, no existiendo preocupación alguna por convencer a la gente acerca de las propuestas que se levantaban. La participación popular exige un estilo democrático de conducción, que incorpore a las bases al proceso de toma de decisiones. Tenemos que luchar por eliminar todo verticalismo ya que éste anula la iniciativa de las masas, nuestro papel es el de orientadores y no el de suplantadores de las masas. No se debe confundir autoritarismo con ejercicio del gobierno con autoridad.
La autoridad se apoya en el poder y la legitimidad, o lo que es igual, poder legitimado por la mayoría. Los líderes y gobernantes revolucionarios precisan prescribir el autoritarismo como herramienta empleada para imponer su visión de las cosas y, en esa medida, deben apostar por la generación de prácticas democráticas que privilegien el diálogo, busquen consenso y respeten las posiciones disidentes.
5. ESCASEZ DE TIEMPO: Muchas veces solemos ponernos metas cuyos plazos son muy cortos e impiden la maduración de los procesos participativos. Hay que tener claro que la participación necesita tiempo: tiempo para hilar una idea, tiempo para expresarse, tiempo para que unos reafirmen las ideas de los otros, tiempo para convencer, tiempo para concretar una idea en actividades prácticas, tiempo para señalar y resaltar las ideas correctas y esclarecerlas con argumentos.
6. INCAPACIDAD DE ESCUCHAR: Todos hemos estado presentes en reuniones poco productivas en las que se impone un diálogo de sordos. En tales espacios, los argumentos de unos pretenden ser impuestos a los demás sin que las partes logren ponerse de acuerdo para escucharse. No sólo durante las reuniones o mesas de trabajo se registra esta incapacidad de escuchar.
Es común apreciar como determinados gobernantes o líderes, una vez instalados en sus cargos le dan la espalda a la propia gente que le confirió tal responsabilidad. Los gobernantes y líderes no pueden perder el contacto con la gente. Los líderes formales y naturales, así como todos los ciudadanos requieren practicar la cultura del debate. Por ello, es imperativo que nunca se cierre la brecha de contacto permanente entre las partes. Cuando esto ocurre, siempre la fuerza de las mayorías puede apelar a una protesta organizada para que sean escuchadas.
7. INTOLERANCIA: Es habitual que en las reuniones de trabajo, surjan posiciones antagónicas, discrepancias de opiniones y divergencias de fondo y forma. No todos pensamos igual, no todos vemos los problemas por una única ventana. No puede ser que se quiera imponer una sola visión a raja tabla. Es necesario ser tolerante; hay que adquirir una cultura de diálogo y de debate. Y esto sólo es posible si se abandona la idea de que uno posee toda la verdad y los demás están absolutamente errados. Si se acepta que las demás personas pueden tener, al menos, una parte de la verdad. Nuestra norma debe ser la tolerancia. Todos y todas tienen el derecho de ser oídos respetuosamente, independientemente de que no se compartan sus criterios.
8. DESCONFIANZA EN EL PUEBLO: Hay dirigentes que no confían en el pueblo, que consideran que dedicar horas a conversar con la gente es pérdida de tiempo. Es necesario confiar en la capacidad creadora del pueblo y atreverse a liberar el potencial creativo de la ciudadanía. Una revolución como la bolivariana pasa por la emancipación de la inteligencia colectiva que se oculta entre los sin sabores de las derrotas, las frustraciones, la apatía y la resignación. Inventar o errar es la consigna que guía esta idea.
Una vez que la gente adquiere confianza en sí misma, en su capacidad creativa y en sus potencialidades de acción, eso redunda en una mejor disponibilidad para participar en nuevas empresas comunitarias, en la medida que se decide a organizarse para participar.
9. LA ESPONTANEIDAD DE LAS COMUNIDADES: La improvisación de los funcionarios tiene su complemento en la espontaneidad comunitario. Éste pretende fundamentarse en el desprecio por los teóricos y la teoría, cuando en realidad revela un precario desarrollo de la sistematización, la revisión crítica de las experiencias y una limitada cultura de socializar la información entre todos los integrantes de las organizaciones o comunidades. No basta con hacer.
La parábola popular que dice: “el camino del infierno está lapidado de buenas intenciones,” sintetiza los riesgos de la espontaneidad. Éste no es otra cosa que una práctica comunitaria sin definición de objetivos, sin centrar esfuerzos, sin identificar los ámbitos reales de desarrollo. Los esfuerzos se dispersan en un afán de la acción por la acción.
Las comunidades y sus liderazgos deben estar alerta ante las expresiones de espontaneas que se presentan en su seno. Se debe convocar a la gente a que discuta y participe bajo una agenda construida de manera compartida entre todos los líderes de la localidad.
10. ASAMBLEÍSMO: Aún cuando las grandes asambleas aparecen como el espacio ideal de participación para mucha gente, no necesariamente lo son. Por el contrario, reuniones con una gran asistencia y falta de preparación pueden ser el lugar propicio para que líderes inescrupulosos manipulen a los asistentes a través de discursos muy floridos pero con escaso contenido. Por eso la práctica aconseja que para agilizar la discusión de los problemas y la elaboración de los planes de trabajo sectoriales es conveniente recurrir a reuniones menores (entre 20 y 50 personas), que algunos han denominado mesas técnicas o comisiones de trabajo.
11. FORMALISMO DECLARATIVO: Por lo general, suelen ser más activas en las discusiones las personas que poseen títulos universitarios, preparación especial, dominio del tema tratado o actitudes como líder. Este hecho configura una distorsión de las reuniones, por cuanto los oradores más aventajados del foro hacen prevalecer sus opiniones por encima de quienes poco intervienen, poseen limitaciones para armar su discurso o simplemente se inhiben para hacerlo. Muchos de ellos se limitan a hacer intervenciones declarativas, de lucimiento personal, que no aportan al análisis ni a la solución de los problemas. En tales situaciones, se debe llamar la atención del exponente, en aras de que concrete su intervención.
No se trata de castrar el derecho que tienen los participantes de hacer uso de la palabra, sino de auspiciar el aprovechamiento del tiempo de todo el colectivo. Generar disciplina en las reuniones, concluir y tomar decisiones consensuadas, debe ser el norte de las sesiones de trabajo.
12. PERFECCIONISMO: La realidad es siempre contingente, es decir, en constante cambio. La intención de comprensión acabada del mundo expresa mitos sociales pues la realidad cambia a cada rato y su abordaje demanda una buena dosis de improvisación. A menudo, muchas cosas dejan de hacerse por la escasa disposición a asumir riesgos que tienen determinados actores sociales e institucionales. Se aprecia una marcada tendencia a buscar mejorar indefinidamente
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