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COLÓN GALLEGO


Enviado por   •  4 de Marzo de 2013  •  4.801 Palabras (20 Páginas)  •  240 Visitas

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“Algo sabemos hoy con seguridad y es que Colón no era italiano.”

A las puertas del V Centenario del descubrimiento de América, Salvador Freixedo defiende en este documentado y polémico artículo el origen gallego del Descubridor. Y lo hace con una serie de argumentos convincentes, más irrefutables que los que proponen otros orígenes. Según las pruebas que ha reunido Freixedo, Colón fue un judío gallego, natural de la ría de Pontevedra y en Galicia están su patria, su casa y su herencia.

Una razón profunda y poderosa movió al Almirante a ocultar su cuna y sus raíces: el conocido encono y la persistente hostilidad que siempre demostraron los Reyes Católicos y la Iglesia contra Galicia y contra los judíos.

Estamos entrando en el 1992, cuando se cumplen 500 años del descubrimiento, o redescubrimiento de América, y por ello es muy natural que vuelva a ponerse sobre el tapete el tema de la cuna del Almirante de la mar océana. La literatura en torno a ello es muy abundante y para escribir este artículo he manejado no menos de veinte libros, aparte de los viajes que he hecho a la que, según creo, es la cuna del Descubridor. No desconozco, por tanto, las tesis de los que defienden que Colón era mallorquín, ibicenco, castellano, portugués, catalán o corso y, por supuesto, tenemos en cuenta la tesis oficial del Colón genovés. Pero si algo sabemos hoy con seguridad es que Colón no era italiano, por la sencilla razón de que nadie puede olvidar su lengua materna, cuando la ha hablado hasta los 23 años, tal como nos dicen los documentos italianos de la Raccolta.

Posteriormente, cuando hablemos del lenguaje de Colón, haremos hincapié en lo extraño que resulta ver a alguien que escribiendo a una persona importante de su propia tierra, y más para pedirle un favor, lo haga en otro idioma diferente al de ambos. Por ello tenemos derecho a sospechar que no sabía escribir italiano ni genovés; y llegamos al pleno convencimiento de lo mismo, cuando vemos que las pocas líneas que Colón escribió, o intentó escribir, en italiano son un completo disparate; algo que parece proceder de una mente desquiciada, tal como comenta Madariaga. La tesis genovesa se cae además debido a las fechas que los mismos documentos italianos nos dan. Si Colón nació cuando ellos dicen, no tuvo tiempo de aprender las artes del mar –y menos aún de una manera tan eminente como él las sabía- para la época en que nos lo presentan como un marinero ya consumado, y hasta como capitán de barco. En la actualidad hay veintiuna ciudades o lugares italianos que se disputan el honor de haber sido la cuna de Colón: Albísola, Bogiasco, Calvi, Cogoieto, Cossería, Cúcaro, Cugureo, Finale, Fontanabuona, Chiavari, Módena, Nervi, Oneglia, Palestrello, Pradello, Piacenza, Quinto, Terrarosa y Cásale Montferrato, además de Génova y Savona. Frondosa imaginación italiana. Veintiún lugares son demasiados y no hay más remedio que aplicar el dicho escolástico: “quod nimts probat, nihil probat” (lo que prueba demasiado, no prueba nada). El resumen de toda la cuestión lo da el académico Ricardo Beltrán y Rózpide en su trabajo Cristóbal Colón y Cristóforo Colombo: “El Colón de los documentos españoles no es el Colombo de los documentos italianos” y “el Colombo de los documentos italianos no puede ser el Colón que descubrió el Nuevo Mundo”.

Últimamente ha hecho una incursión, en la palestra en la que se discute la cuna del Almirante, un documento aparecido en los forros de un libro del siglo XVI de un bibliófilo italiano. Es un breve texto llamado “Borromeo”, por haberlo escrito un tal Juan Borromeo, de una muy ilustre familia italiana. En él, el mencionado Juan Bor-romeo afirma que no quiere irse a la tumba con el cargo de conciencia de no haber dicho la verdad sobre el origen de Colón. Y esta verdad consiste -según su confesión- en que “Colonus Christoforens era de Mallorca y no de la Liguria”. Dejemos al buen Belarmino con sus escrúpulos de conciencia, que bien pudo haberlos hecho públicos en vida o a la hora de morirse, en vez de dejarlos escondidos en los forros de un libro para que los encontrase Dios sabe quién y cuándo. El “documento”, en vez de solucionar el problema, lo embrolla aún más. Documentos directos en los que se muestre la existencia de una familia apellidada Colón o de Colón, tal como firmaba y afirmaba el Almirante, y no Colom, o Columbus, o Coullon, o Coulomp, como quieren otros, sólo los tienen los defensores de la tesis gallega. En cuanto a que su apellido fuese en realidad Columbus o Colombo, y que él lo cambiase al llegar a España por Colón, es algo que no tiene sentido y que, además, va contra la tesis genovesa. Si él quiso que creyesen que era genovés, es absurdo que teniendo un nombre auténticamente genovés lo abandonase por uno que no lo era. No es extraño, pues, que, años más tarde, su hijo Fernando confesase que después de haber buscado entre los Colombo de la Liguria no encontró nada en concreto.

EL ORIGEN JUDÍO DEL ALMIRANTE

¿Qué poderosas razones tenia Colón para ocultar con tanto embrollo el lugar de su nacimiento? A nuestro parecer eran dos: el ser judío de origen y el ser gallego. Hoy día apenas hay dudas acerca de lo primero. Colón pertenecía al grupo de judíos conversos que vivían en el barrio de la Moureira de Pontevedra, adonde habían llegado huyendo de las persecuciones, y que, al parecer, estaban emparentados con los Colom baleares y catalanes y con los Colombo genoveses. Abona en favor de esta tesis la abundancia de nombres judíos que hay en la familia de Colón.

No quiero repetir ahora los argumentos en que se basan Madariaga, Wasserman y otros autores para defender la “judeidad” de Colón, porque sería demasiado prolijo. Únicamente fundamentaré un poco más su tesis dejando ver la inclinación de Colón a bautizar lugares del Nuevo Mundo con nombres relativos a la cultura judaica: David, una pequeña bahía en Jamaica; San David, un cabo y una ensenada en la isla de Granada y una ensenada en la isla Dominica; Isaac, una punta de la isla de Santa María la Antigua; Salomón, un cabo de la isla de Guadalupe; Sinaí, un monte de la isla de Granada. Frente a esta realidad está el hondo rechazo –debido a su fanatismo religioso – que la soberana sentía por los judíos y, por otro lado, el complejo que ambos reyes tenían al verse rodeados y, en cierta manera, económicamente dominados –por una gran cantidad de judíos o cripto-judíos, que tenían una gran influencia no sólo en el pueblo, sino en la propia corte. La drástica medida de la expulsión de los judíos fue como una explosión de este hondo complejo, que era mitad resentimiento y mitad miedo. Un Colón abiertamente judío hubiese encontrado la puerta y los oídos de palacio

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