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Calidad De Vida

JoseGutVenc4 de Mayo de 2015

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El término “calidad de vida” (CDV) empezó a utilizarse durante la década de los sesenta, pero principalmente a partir de 1970, como una reacción a los criterios economicistas y de cantidad de los llamados “informes sociales”, la “contabilidad social” o los estudios del nivel de vida. Durante la década de 1990, el término CDV se adoptó como concepto sensibilizador que podía ofrecer a los profesionales de dis¬tintas disciplinas un lenguaje común y guiar las prácticas de los servicios humanos, más orientados ahora hacia la persona, su autodeterminación y el logro de una mayor satisfacción en su vida. En los años noventa, las preocupaciones en tomo al concepto y su evaluación tuvieron un mayor carácter metodológico.

Superadas estas inquietudes, el siglo XXI se presenta como aquel en el que el término CDV no sólo influirá en las intenciones y acciones de individuos que gozan, por un lado, de mayores posibilidades de elección y decisión para optar por una vida de mayor calidad, y por el otro, la dinámica del mundo actual, la cual pone en riesgo la CDV de las personas.

La CDV es un concepto amplio que engloba tres significados:

1. calidad del entorno en que vivimos;

2. calidad de acción, y

3. disfrute subjetivo de la vida.

La calidad del entorno en que uno vive abarca diferentes perspectivas, por ejemplo, los ecologistas la ubican en su lucha contra la degradación del medio ambiente; los sociólogos, por su parte, la relacionan con aspectos de la riqueza y la igualdad. La Conferencia de las Naciones Unidas sobre los Asentamientos Humanos, celebrada en Estambul, Turquía, del 3 al 14 de junio de 1996, declara como objetivos universales garantizar una vivienda adecuada para todos y procurar que los asentamientos humanos sean más seguros, salubres, habitables, equitativos, sostenibles y productivos. Gracias a las recientes conferencias mundiales de las Naciones Unidas, se reconoce el deterioro de condiciones que, en la mayoría de los casos y sobre todo en los países en desarrollo, han alcanzado dimensiones críticas: personas sin hogar; aumento de la pobreza; desempleo; exclusión social; inestabilidad de la familia; insuficiencia de recursos; falta de infraestructura y servicios básicos; ausencia de una planificación adecuada; aumento de la inseguridad y de la violencia; degradación del medio ambiente y aumento de la vulnerabilidad ante los desastres. Los países participantes en estas reuniones mundiales reiteran su determinación de que para mejorar la CDV en los asentamientos humanos se deberá disponer de un programa amplio para lograr de ma¬nera equitativa la paz, la justicia y la democracia, sobre la base del desarrollo econó¬mico, el desarrollo social y la protección del medio ambiente, que son componentes interdependientes y complementarios del desarrollo sostenible. En este sentido, las condiciones externas para una buena vida se equiparan realmente con la buena vida en sí. Un término más apropiado sería “vida llevadera”.

La CDV, considerada como calidad de acción, se suele medir según la capacidad física, llamada a veces “estado de acción”. En el discurso psicológico, el término alude generalmente a distintas inclinaciones mentales, como el realismo y la vitali¬dad, aunque en términos médicos tiende a centrarse en la ausencia de enfermedad. Esto nos acerca, necesariamente, a la misma definición de salud que la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha propuesto: “no sólo la ausencia de enfermedad o padecimiento, sino también el estado de bienestar físico, mental y social”. La OMS también declara que la CDV es:

[...] la percepción que un individuo tiene de su lugar en la existencia, en el contexto de la cultura y del sistema de valores en los que vive y en relación con sus objetivos, sus expectativas, sus normas, sus inquietudes. Se trata de un concepto muy amplio que está influido de modo complejo por la salud física del sujeto, su estado psicológico, su nivel de independencia, sus relaciones sociales, así como su relación con los elementos esenciales de su entorno.

Analizar la CDV requiere una postura ideológica de partida, la cual llevará a una valoración del contexto de la salud, en su aspecto comunitario, médico y asistencial, y en su aspecto de calidad; de la interacción social, en el contexto ambiental y económico, en cuanto a la disponibilidad y calidad de los recursos dentro de un equilibrio que supera lo meramente ecológico (pero que lo incluye). También parece como si el concepto de CDV apareciera cuando está establecido un bienestar social (salud, consumo de alimentos, seguridad social, ropa, tiempo libre, derechos humanos), como ocurre en los países desarrollados. En este sentido, la capacidad interna para tratar los problemas de la vida se equipara con la buena vida. Otro término más apropiado podría ser la “capacidad para vivir” o el “arte de vivir”.

En cuanto a la CDV como disfrute subjetivo de la vida, podría decirse que ésta incluye la felicidad. Según Veenhoven (2001a), la felicidad es el grado en el que una persona evalúa positivamente la calidad de su vida actual en su conjunto; dicho con otras palabras, la felicidad es cuánto le gusta a una persona la vida que lleva. El concepto de felicidad puede no decir mucho, pero la sensación de felicidad es clara para todos. Existen sinónimos que pueden ayudar, como satisfacción, que entraña el mismo significado y se emplea a menudo en lugar de felicidad. Una ventaja del término satisfacción sobre la palabra felicidad, según Veenhoven, es que pone énfasis en el carácter subjetivo del concepto. Cuando concebimos la CDV en cuanto al disfrute, el punto culminante se encuentra en la experiencia personal. Por lo tanto, la buena vida es la vida que a uno le gusta. Este último significado se refiere a una calidad que sólo puede apreciar uno mismo; por ello, se le suele llamar calidad de vida subjetiva. En este sentido, el disfrute subjetivo de la vida se centra en los resultados y cómo se disfrutan éstos, dentro de la CDV de cada persona.

Veenhoven (2001b) plantea que el concepto de felicidad indica una evaluación total de la vida, abarca todos los criterios que figuran en la mente del individuo: qué tan bien se siente, cómo se cumplen sus esperanzas, cuán deseables encuentra que éstas son, etc. El sentido de la felicidad no sólo es diferente en cada persona, sino que se vuelve diferente en cada etapa y hasta en cada momento de la vida de esa misma per¬sona. Un juguete, viajes, amor, juventud eterna, dinero; el ser humano ha perseguido a lo largo de la historia esta plenitud a la que llaman felicidad, pero ésta es sólo un instante fugaz que, a veces, justifica nuestra propia existencia. Sin embargo, la CDV es muy semejante a la felicidad, mucho más duradera, y su logro depende de cada uno.

Pero si el concepto de felicidad está tan estrechamente relacionado con la CDV, ¿cómo podemos aproximarnos a ella? ¿Se puede medir la felicidad? En sus investi¬gaciones, Veenhoven (2001b) señala que la medición de la presión sanguínea es una evaluación objetiva y externa, pero la felicidad no se puede medir de esa manera. Ha resultado complicado encontrar comportamientos abiertos ligados de manera consistente al disfrute interno de la vida. A pesar de que algunos comportamientos sociales tienden a ser más frecuentes entre la gente feliz (activo, extrovertido, sociable), tales conductas se observan también en personas infelices. Igualmente, comportamientos no verbales como la sonrisa frecuente o movimientos entusiastas parecen estar sólo modestamente relacionados con las valoraciones personales de la felicidad. Por lo tanto, estimar la felicidad de una persona sólo por sus apariencias puede dar lugar a equivocaciones. Veenhoven sugiere que al ser imposible alcanzar una conclusión por el comportamiento directo de las personas, es posible acercarnos a la medición de la felicidad preguntando sencillamente a la gente cómo disfruta su vida, considerada en su conjunto. Tales preguntas se pueden plantear en diversos contextos: entrevistas clí¬nicas, cuestionarios sobre la revisión de vida y encuestas comunes. Las preguntas se pueden plantear de diferentes maneras: directa o indirectamente y de manera sencilla o múltiple. La práctica más común es realizar preguntas directas y sencillas mediante entrevistas en forma de cuestionario.

En un estudio publicado por Veenhoven (2001b), se observó que el promedio de felicidad difiere enormemente entre las naciones y se encontró que la felicidad es claramente más elevada en los países más modernos y prósperos. Los estudios correlacionales de Veenhoven (1984) han mostrado que existe menos estrés entre la gente feliz: hay menos informes de sucesos no placenteros, menos preocupaciones y menos quejas psicosomáticas, tales como el insomnio y los dolores de cabeza. Anteriormen¬te, dos estudios de seguimiento, que suponían la evaluación de estados de humor, demostraron que los evaluados más alegres tendrían en un futuro menos momentos desagradables y más momentos positivos (Lewinsohn, 1975; Heady, 1984). Sin embargo, Clarck (1977) no encontró diferencias. Otro estudio reporta que cabe la posibilidad de que los felices también tengan realmente más suerte, posiblemente porque son gente más agradable (Heady, 1984). Un estudio longitudinal muestra cómo el mismo suceso desagradable hiere menos a los felices que a los infelices. Estudios correlacionales sobre la satisfacción de vida muestran una mejor salud entre los felices; ellos creen

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