Contantin Ritter
RosaestrellaTesis5 de Octubre de 2012
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ION
INTRODUCCIÓN
Desde que, en 1910, Contantin Ritter en su conocido libro sobre Platón trató de mostrar, apoyándose en rasgos característicos de su estilo, la inautenticidad del Ion, una larga polémica se desató en torno a este tema. Si, por un lado, era difícil probar, inequívocamente, la paternidad platónica de este diálogo, por otro, la gracia, la profundidad
también y el contenido de esta pequeña obra maestra parecían encerrar algunos de los temas esenciales del platonismo.
H. Flashar, en su monografía, ha interpretado el diálogo como una pieza ejemplar para entender la filosofía de Platón, que inicia aquí un
tema que recibe su última modulación en las Leyes, pasando por el Menón y el Fedro.
El personaje que provoca esta discusión sobre la poesía es el rapsodo Ion. Si no tuviésemos datos suficientes, sólo por este diálogo
podríamos descubrir la importancia de estos cantores ambulantes que constituyeron los primeros fundamentos de la educación griega 1. Los
rapsodos llegaron a constituir distintas asociaciones, especializadas, sobre todo en temas homéricos, y a través de ellos tomaron cuerpo los dos grandes poemas épicos.
1
La importancia de esta cultura oral ha sido puesta de manifiesto, entre otros, por Eric A. HAVELOCK, Preface to Plato, Cambridge,
Massachusetts, 1963. También C. M. BOWRA, Heroic Poetry, Londres, 1952; W. SCHADEWALDT, Vom Homers Welt und Werk,
Stuttgart, 19593.
Pero el interés del Ion reside fundamentalmente en haber planteado el tema de la inspiración poética que ya Demócrito había mencionado (fr. 18), describiendo el contenido de ese fenómeno que recorre, desde Homero y Hesíodo con sus invocaciones a las Musas, toda la literatura griega.
El diálogo pretende mostrar que no es por un arte, o un cierto aprendizaje, por lo que se está en contacto con la poesía, sino por una especie de predisposición, de don divino, que engarza, como una
cadena, los componentes y comunicadores del mensaje poético. Esta imagen de la cadena que magnetiza a todos sus eslabones, desde la
Musa hasta el últimó oyente, es una de las grandes metáforas de Platón. Sin embargo, la conversación con Ion no trata de mostrar qué clase
de conocimiento tiene el rapsodo. Lo decisivo de la obra platónica lo constituyen los dos largos monólogos de Sócrates.
Goethe, en su escrito de 1796 sobre Platón y el Ion, había sostenido el carácter irónico que posee toda la explicación socrática 2; pero hay
aquí algo más que una ironía.
La oposición fundamental se da entre conocimiento racional, inteligencia (noûs) y arrebato o entusiasmo. El noûs tendría que ver con un tipo de conocimiento capaz de organizar un saber sobre cuyos presupuestos pueda construirse un cierto sistema conceptual. Este
sistema nos permite dar cuenta de hechos que, de algún modo, tengan que ver con él. El poeta, sin embargo, no goza de esta claridad.
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Sumergido en un extraño poder cósmico, su voz no hace más que trans- mitir mensajes de los que no puede dar cuenta.
2 Reproducido en la edición del Ion de H. FLASHAR, Munich, 1963, págs. 42-46.
A pesar de las hermosas definiciones y comparaciones: «es una cosa leve, alada y sagrada el poeta» (534b), «son los poetas quienes nos hablan de que, como las abejas, liban los cantos que nos ofrecen, de las
fuentes melifluas que hay en ciertos jardines y sotos de las musas» (534a-b), Platón, efectivamente, parece situar esta especie de conocimiento «poético» por debajo del aprendizaje que ofrece la
técnica 3.
Buscando un objeto adecuado sobre el que versase exactamente el quehacer poético, no surge, en el Ion, el gran recurso que habría
solucionado la aporia: el lenguaje. Falta todavía la experiencia del Crátilo y sobre todo los pasajes finales del Fedro (275a sigs.) en los
que el logos adquiere una determinada entidad histórica. De todas formas, tal vez los eslabones de esa cadena de que Sócrates habla en el Ion sean las palabras, el lenguaje como vínculo intersubjetivo capaz de
crear, en su retícula abstracta, la concreta realidad de la Polis (Aristóteles, Política 1253a).
NOTA SOBRE EL TEXTO
El Ion, que indudablemente es una obra de juventud y cuya redacción puede situarse entre los años 394-391 a. C., se ha conservado en más de 20 manuscritos, de los que sólo se han colacionado 12, y de los cuales se utilizan 5 en las ediciones usuales. Para la traducción se ha seguido la edición de 1. BURNET, Platonis Opera, 5 vols., Oxford, 1900-7, aunque, comparándola con otras, como la de L. MERIDIER (París, 1931). Son valiosas también las de V. ALBINI, Ione, con introduzione
e commentario, Florencia, 1954, y H. FLASHAR, Ion. Griechisch- deutsch, Munich, 1963. Excelente introducción ofrece la edición de J. D. GARCÍA BACCA, Platón: El Banquete, Ion, México, 1944. De las ediciones antiguas es todavía utilizable la de ST. G. STOCK, The Ion of
Plato, with introduction, text and notes, Oxford, 1909.
3
Cf. E. LLEDÓ, El concepto Poiesis en la filosofía griega, Madrid, 1961, especialmente el capítulo IV; también del mismo autor, «Demócrito, fragmento 18», en Actas del primer Congreso español de
Estudios Clásicos, 1958, págs. 327-333, y ROSEMARY HARRIOT, Poetry and Criticism before Plato, Londres, 1969.
ION
SÓCRATES, ION
530a
SOCRATES. - ¡Bienvenido, Ion! ¿De dónde nos acabas de volver ahora? ¿De tu patria, Efeso?
ION. - De ninguna manera, oh Sócrates, sino de Epidauro, de las fiestas de Asclepio.
Sóc. - ¿Celebran, acaso, los de Epidauro en honor del dios, juegos de rapsodos?
ION. -Ciertamente; y además de todo lo que tiene que ver con las musas.
SÓC. - ¿Y qué? Seguro que has competido. ¿Qué tal lo has hecho? ION. - Nos hemos llevado los primeros premios, Sócrates.
SÓC. - ¡Así se habla! Procura, pues, que sea nuestra también la victoria en las Panateneas 1.
ION. -Lo será, si el dios quiere.
b
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SÓC. - Por cierto, Ion, que muchas veces os he envidiado a vosotros, los rapsodos, a causa de vuestro arte; vais siempre adornados en lo que se refiere al aspecto externo, y os presentáis lo más bellamente que podéis, como corresponde a vuestro arte, y al par áecesitáis frecuentar a
todos los buenos poetas y, principalmente, a Homero el mejor y más divino de ellos, y penetrar no sólo sus palabras, sino su pensamiento 2.
Todo esto es envidiable. Porque no sería buen rapsodo aquel que no entienda lo que dice el poeta. Conviene, pues, que el rapsodo llegue a
ser un intérprete del discurso del poeta, ante los que le escuchan, ya que sería imposible, a quien no conoce lo que el poeta dice, expresarlo bellamente. ¿No es digno de envidia todo esto?
ION. -Verdad dices, oh Sócrates. A mí, al menos, ha sido esto lo más trabajoso de mi arte, por eso creo quede todos los hombres soy quien dice las cosas más hermosas sobre Homero; de manera que ni
Metrodoro de Lamsaco, ni Estesímbroto de Tasos, ni Glaucón 3, ni ninguno de los que hayan existido alguna vez, han sabido decir tantos y
tan bellos pensamientos sobre Homero, como yo.
SÓC. - ¡Magnífico, Ion! Es claro, pues, que no rehusarás hacer una prueba ante mí.
ION. - Antes al contrario, Sócrates, creo que es digno de oírse lo bien que he adornado a Homero, de modo que me considero digno de ser
coronado por los homéridas 4 con una corona de oro.
c
d
1
Más importante que las fiestas de Epidauro, en honor del dios de la medicina, era el gran festival que Atenas organizaba Para honrar a su diosa. Entre otras competiciones, destacaban los concursos entre rapsodos.
Es interesante la distinción que surge en este pasaje. Lo dicho -ta
legómena- precisa de s nesis, de percepción auditiva inteligente. El verbo syní mi, uno de los que constituyen el campo semántico del
conocimiento, tiene el sentido de captar algo por el oído y seguir mentalmente esa percepción; un pensar constituido, pues, por la interpretación de lo dicho; un primer brote hermenéutico que florecerá en el Fedro. La terminología de todo lo que dice Sócrates a Ion en este pasaje alude a esta dualidad entre lo dicho y su sentido.
Metrodoro de Lámpsaco, discípulo de Anaxágoras, explicaba
alegóricamente los poemas homéricos. Los héroes eran fuerzas cósmicas, y el Olimpo, una especie de organismo. - Estesímbroto de Tasos era también otro rapsodo del siglo V, del cual hay abundantes
referencias. Más difícil de precisar es Glaucón, tal vez el de Región, autor de un tratado sobre los antiguos poetas y al que Aristóteles menciona en su Poética (1461b 1), o bien el de Teos, del que también
habla en la Retórica (1403b 26).
Homéridas, rapsodos de Quíos, que se decían descendientes de
Homero. Cf. Zs. RITOOK, «Die Homeriden», Acta Antiqua, 1970,1- 29.
2
3
4
531a
SÓC. -Yo, por mi parte, me tomaré tiempo para escucharte; pero ahora respóndeme a esto, ¿eres capaz únicamente de hablar sobre Homero, o también sobre Hesíodo y Arquíloco?
ION. - No, no, únicamente sobre Homero. A mí me parece ya bastante.
SÓC. - ¿Hay algo sobre lo que Homero y Hesíodo dicen las mismas cosas?
ION. - Ya lo creo, y muchas.
SÓC.- Y acerca de ellas, ¿qué expondrías
...