Costo De Oportunidad
LEONCICO1831 de Agosto de 2014
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Estado, economía y costo de oportunidad
Históricas son las discusiones sobre el papel que debe desempeñar el Estado en la economía, desde los que apoyan que ha de controlar toda la actividad económica como los que defienden que no debe tener ninguna participación.
Y una tercera visión que lo sitúa como un árbitro regulador que se desarrolla en el marco de un modelo que le facilita cumplir con dos funciones primordiales: corregir las fallas del mercado, y redistribuir la riqueza; manteniendo un rol secundario ante la iniciativa privada e interviniendo sólo en aquellas actividades económicas donde el Estado sea más eficiente.
Sea oportuno indicar dos aspectos:
- Un modelo económico es un proceso impulsado por el Gobierno en función de organizar la economía (qué debe ser, qué debe hacerse) para lo cual se formulan políticas económicas; y
- En una economía de mercado (distinto a libre mercado) el Estado suele intervenir (con precario éxito) de varias formas, por una parte, de precios entre ellas la regulación (basada, suponemos, en algún criterio compartido y aceptado entre las partes), y la congelación (fijación unilateral por parte del Gobierno); y por otra parte interviene en la fijación del margen de ganancia teniendo como premisa que dicho margen permita cubrir los costos de operación (gastos y costos de la actividad) y donde la fijación del precio se determine según el costo marginal (costo de la última unidad producida-vendida) o según el costo medio (costo total dividido por el número de unidades producidas-vendidas.
Es claro que estas tres formas de intervención gubernamental deben tener un límite en el tiempo, a menos que se esté aspirando una transición hacia una economía planificada y dirigida (socialista) donde la actividad económica está basada en la propiedad social de los medios de producción en procura de alcanzar el comunismo (año 2013 representan 0,01% del total de países); en actuación contraria a la tendencia mundial donde el Estado no interviene directamente en los mercados ni compite con el sector privado.
En referencia al costo de oportunidad, lo podemos entender como que escoger implica renunciar, es decir, al hacer una cosa no podemos concurrentemente hacer otra, habida cuenta que no podemos satisfacer simultáneamente todas nuestras necesidades. Esta realidad cobra mayor sensibilidad cuando se trata del costo de oportunidad del Estado ya que cuando un Gobierno participa en actividades inherentes al sector privado (importador/comerciante) se está desviando de su papel básico en cuanto a la atención de la salud, educación, justicia, seguridad, agroindustria, infraestructura, y un largo etcétera; con implícita renuncia a propiciar y crear las condiciones para alcanzar el bienestar general de la población observado como renunciar al valor de la mejor opción no realizada: la suprema felicidad.
Mención aparte merece la presencia del Estado regulador, ante lo fácil que resulta controlar las empresas que no son del Estado ya que sus efectos no recaen sobre el Gobierno (ni los gastos), pero subyacentemente puede estimular confrontaciones ideológicas y enfrentamiento entre bloques sociales; escenario distinto a intervenir para corregir fallas del mercado. La regulación, materializada como restricciones impuestas por el Gobierno sobre el poder de decisión de las empresas en materia de precios, cantidades, margen de ganancia, limitación de beneficios, y otros, tomadas en ambiente inflacionario (manteniendo los precios congelados y regulados) han de ser revisadas periódicamente, so pena de desestimular la producción como consecuencia a las expectativas de potenciales pérdidas, lo cual se traduce en una escasez que tiene efecto multiplicador sobre sí misma.
La intervención del
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