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DESCUBRIR EL AGUA TIBIA, CUESTA, Y MUCHO


Enviado por   •  15 de Agosto de 2013  •  1.422 Palabras (6 Páginas)  •  268 Visitas

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La experiencia lo demuestra hasta el cansancio

Descubrir el agua tibia, cuesta, y mucho

Quienes padecemos la necesidad del servicio doméstico, soñamos con “la empleada ideal”, la triste y cruda realidad nos muestra una y otra vez, la imposibilidad de nuestro anhelo.

Por enésima vez, durante mas de dos décadas de duro y feliz matrimonio, nos enfrentamos, nuevamente, con la preocupante sensación del no saber que hacer para encontrar una nueva empleada del servicio doméstico.

Pese a provenir de una familia con todos los ribetes de tradición de nuestra cultura machista, conforme mi hogar con una mujer que, sin ser antimachista ni mucho menos feminista, demostró y remarcó, desde un comienzo, el no poseer en lo más mínimo espíritu de mujer hogareña.

La animadversión de mi querida esposa, por las labores domésticas, así como su brillantez, proyección académica y profesional, junto al deseo de construir una vida juntos, señalaron el camino o seguir o simplemente crearon la necesidad: contar con una empleada del servicio doméstico, y por supuesto de tiempo completo.

El perfil requerido, nada del otro de mundo: una trabajadora respetuosa, pulcra, de total confianza, quien se hiciese responsable de los oficios domésticos y de dar buen, racional y adecuado uso a los productos de la canasta familiar.

Dicha necesidad se hizo ineludible y perentoria con la llegada de nuestra bella y ansiada prole, por obvias razones, para también, cuidar y ayudar en la crianza de nuestros tesoros de carne y hueso.

A partir de este momento, recomendadas por familiares, amigos, vecinos, compañeros de trabajo o halladas en diversas agencias de empleo, han desfilado por nuestro hogar empleadas de todos los colores, condiciones, cualidades y sinsabores:

La olorosa:

Bertha, proveniente del área rural del municipio (tierra fría), donde en su momento residíamos y trabajábamos. Tierna y risueña, de buena voluntad y disposición por el trabajo. Ya fuese por la transpiración de una larga y diaria caminata o por la infrecuencia del aseo personal?, el fuerte hedor de su presencia era difícilmente soportable.

La dormilona:

Betsy, lánguida y triste cordobesa, todo el tiempo se hacía ver ocupada, pero nunca le alcanzaba el tiempo para cumplir con sus obligaciones. Las casualidades de la vida evidenciaron la razón de su incumplimiento: siestas prolongadas, de tan solo 3 ó 4 horas diarias, inmediatamente despachaba la niña para la guardería, sin perdonar día, dormía para despertar solamente con el sonido del claxon anunciando el regreso del trasporte escolar.

La beoda:

Nubia, de blanca tez y consistencia rolliza, ánimo plano, taciturno aspecto, honrada y hacendosa. Con el transcurrir del tiempo, y poco a poco, fue revelando su avidez por las mieles de Baco. Aparecieron las llegadas tarde al trabajo, o las inasistencias luego del fin de semana, siempre con inverosímiles excusas, muchas veces delatada por las evidencias de la inocultable resaca.

Posteriormente, se hizo evidente el colmo de la picardía, ingenuidad o simple descaro: consumía cualquier producto etílico que encontrase en la casa, si de botellas abiertas, se tratase, ingería su contenido reemplazándolo por agua; para botellas sin descorchar, se daba sus mañas para extraer y consumir el anhelado líquido, con jeringa para las de corcho, o mediante minúsculos agujeros, hechos con un alfiler o un pequeño clavo, por donde succionaba el producto de aquellas con tapa metálica.

La uraña:

Cecilia, de ensortijada cabellera y acneiforme faz, cumplidora de sus diarios quehaceres con estoica responsabilidad. A pesar de ser quien más tiempo pudo acompañarnos, y de ser una persona joven, jamás dejo ver un rostro amable, siempre se mostró triste o melancólica, de malas pulgas o enojada.

Su particular apariencia, ahuyentó siempre a cualquier visita. Quien iba una vez, difícilmente regresaba a nuestro hogar.

La castigadora:

Dora, la pecosa, capacitada y formada en la Fundación San Joaquín, reconocida y prestigiosa agencia, proveedora de personal de oficios domésticos, nos acompaño durante efímero período. Pronto, su irascible temperamento, hizo comprender el riesgo potencial de maltrato para nuestros pequeños hijos.

La amiga de lo ajeno:

Amapola, sonrisa a flor de labio, amabilidad a toda costa, laboriosidad constante, todo un encanto laboral.Pero como muchas cosas en la vida, ¡cuando menos se piensa, salta la liebre!, a la abuela se le perdió un dinero, nadie supo nada, probablemente la pérdida sucedió fuera de la casa, concluimos.

Rápidamente nuestra hija reporto la falta de un dinero guardado

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