Don Juan Tenorio Análisis Completo
susan_marlango7 de Diciembre de 2012
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RESUMEN
En Sevilla, don Juan, con antifaz, escribe en una mesa en la hostería de Buttarelli, que conversa con Ciutti, que funge como criado de don Juan. Hablan de su señor al que presenta como un caballero español, franco, rico, noble y valiente, del que sin embargo dice desconocer el nombre. Don Juan se dirige a Ciutti y le entrega una carta que le dice debe ser entregada a doña Inés dentro del Horario en que reza y que debe esperar de su dueña, que sabe de sus intenciones, una hora, una llave y una seña.
Habla don Juan con Buttarelli y le pregunta por don Luis Mejía. Buttarelli le dice que no se encuentra en Sevilla hace tiempo. Don Juan le pide alguna noticia de él y entonces Buttarelli recuerda que ese mismo día se cumple el plazo de un año en el que apostaron Luis Mejía y Juan Tenorio que quién haría más fortuna en un año.
Aparece don Gonzalo de Ulloa (comendador de Calatrava) y le pregunta a Buttarelli si don Juan tiene hoy aquí una cita. El posadero le pregunta si él es don Luis y contesta que no, pero que le interesa presenciar el encuentro. Buttarelli le ofrece prepararle otra mesa cercana y don Gonzalo le dice que le gustaría verlos pero oculto, a lo que Buttareli sugiere que, ya que se encuentran en carnaval, se ponga un antifaz. El comendador asegura que es por el bien de su hija por lo que se encuentra allí, ya que prefiere verla muerta que siendo esposa de don Juan.
Aparece también en la puerta don Diego Tenorio que pregunta también si va a darse cita allí don Juan Tenorio, y quiere contemplarlo también de manera discreta. Él se lamenta por su descendencia ruin.
Llegan el capitán Centellas, Avellaneda y dos caballeros para presenciar la apuesta. Comienzan a dar los cuartos de las ocho, entran varias personas a la hostería y, al dar la última campanada, don Juan, con antifaz, llega a la mesa preparada, inmediatamente llega hasta allí don Luis, también con antifaz.
Los dos se retan y dudan sobre su identidad. Entonces se quitan los antifaces y sus amigos se acercan a saludarlos. Pronto pasan a la apuesta: primero, don Juan cuenta sus aventuras en Italia, sus duelos y amoríos e, inmediatamente, don Luis hace lo mismo relatando lo sucedido en Flandes y París, cómo perdió tres veces su fortuna y cómo piensa reponerla, pues mañana se casa con doña Ana de Pantoja, rica doncella. Las dos historias de ambos son muy parecidas por lo que se disponen a revisar las listas que los dos llevan con sus muertos en duelo y sus mujeres seducidas. Al hacer la cuenta, don Juan aventaja en buen número a don Luis en ambos casos. Entonces, don Luis, desafiante, le dice que sólo le falta en la lista una novicia. Don Juan le dice que acepta la apuesta de conquistar a una novicia y que adjuntará a ella la novia de algún amigo que esté a punto de casarse, así le dice que piensa quitarle a doña Ana. Los dos aceptan la apuesta.
Don Gonzalo interpela entonces a don Juan y le advierte que su padre le había apalabrado una boda para hacerle bien y que verlo allí le avergüenza. Don Juan le dice que se quite el antifaz, así lo hace ante la sorpresa de Tenorio y se marcha diciéndole que se olvide de doña Inés. Pero don Juan le contesta que o se la da se la quitará él mismo. También se dirige a él don Diego, que lo reprende y reniega de él y le recuerda que hay un Dios justiciero. Preguntándose quién es aquel que le habla de aquella forma, le arranca el antifaz y se sorprende al ver a su padre.
Al salir de la hostería, don Juan y don Luis son apresados por los alguaciles que cada uno de sus criados había hecho llamar delatando al contrario. Pero, antes de separarse, reafirman que la apuesta sigue en pie. Quedan el capitán Centellas, Avellaneda y otros curiosos apostando cada quién por uno de ellos.
Aparece Don Luis Mejía escondido, merodeando el exterior de la casa de doña Ana. Aparece Pascual, criado de doña Ana y don Luis lo llama. Éste se muestra sorprendido de verlo allí ya que creía que estaba preso. Le dice que su primo, el tesorero real, le prestó dinero para que pudiera salir de prisión y le cuenta todo lo sucedido con don Juan, la apuesta y cómo teme por doña Ana, pues sabe de las habilidades de Tenorio. Después de expresarle sus temores don Luis le dice que la única forma en que se quedará tranquilo es pasando la noche dentro de la casa de doña Ana o que, de lo contrario, toma la calle aunque la justicia lo halle, pues si hay alguien de quien se fíe menos que de don Juan es de las mujeres. Pascual le reprende pero finalmente acepta que pase con él la noche en su cuarto, pero le pide silencio absoluto. Cuando don Luis se dispone a entrar, le dice que debe esperar a que su amo, don Gil de Pantoja, se retire a sus aposentos a las diez, así que le pide que a esa hora espere.
Don Luis, impaciente, se decide a llamar a la ventana. Allí le contesta doña Ana y él le cuenta de su miedo a don Juan. Ella le dice que no tenga cuidado, que confíe en ella, pues mañana será su esposa. Sin embargo, don Luis le pide por su tranquilidad que le conceda un favor.
Mientras conversan en el otro lado de la reja se encuentran don Juan y Ciutti. Éste le pregunta a su criado si ha cumplido bien sus encargos. Ciutti asiente y le entrega la llave del jardín del convento y dice que la beata le espera allí. El criado oye que hay alguien más en la reja y entonces, al darse cuenta don Juan que se trata de don Luis hablando con una dama, deciden tenderle una emboscada. Doña Ana y don Luis se despiden quedando en que ella le aguardará allí de nuevo a las diez y le entregará la llave de la casa. Oyen alguien que se acerca y se despiden. Es don Juan, que intercepta a don Luis, y cuando ambos desenvainan sus espadas, Ciutti con los suyos se colocan detrás de Mejía y lo atrapan.
Aparece Brígida, la beata, que le trae noticias de la novicia doña Inés. Don Juan le pregunta si su paje le ha entregado la carta, a lo que ella contesta que debe estar leyéndola ahora mismo. Le dice que es muy bella y que le ha hablado tanto de él, que no cree que no pueda caer rendida a sus pies. Don Juan parece conmoverse ante el retrato hace Brígida de doña Inés. Brígida le dice que las monjas ya deben estar recogidas y que con la llave que le ha dado puede entrar por el claustro y llegar fácilmente a su celda.
Ciutti le dice su escudero que por ahora está libre de don Luis y que se dispone a llamar a Lucía con una seña que tiene convenida con ella para que don Juan la pueda abordar. Llega Lucía y al verlo le pregunta qué quiere. Él le dice que quiere ver a Ana de Pantoja. La muchacha primero se escandaliza, pero rápidamente don Juan le ofrece una gran cantidad de dinero que de inmediato facilita que acceda. Quedan a las diez de la noche para que ella le entregue una llave.
En la celda de doña Inés, habla con ella la abadesa, que parece comunicarle la decisión de su padre de que permanezca de por vida en el convento. La abadesa alaba su suerte pues como no ha salido nunca de allí y no conoce el mundo exterior tampoco lo puede añorar y por tanto está libre de tentación.
Al marchar la abadesa, doña Inés oye las pisadas de Brígida, que al entrar cierra la puerta, aunque Inés le dice que es orden en el convento de que esté abierta. Brígida le dice que así podrán hablar mejor y le pregunta si ha mirado el libro que le trajo. Inés contesta que no tuvo tiempo pues vino la abadesa. Brígida le anuncia que el libro se lo envía don Juan. Inés emocionada abre el libro y cae una carta de entre sus hojas. Lee la carta de don Juan, que definitivamente la conquista. En ese momento se oyen pasos en la escalera y aparece don Juan.
Inés lo mira sorprendida, sin saber si es realidad o espejismo y de la impresión se desmaya. Don Juan la coge en brazos dejando caer de sus manos la carta que éste le envió.
Entra la abadesa preguntándose dónde estarán Inés y su dueña, pues no las vió en su celda. Aparece la hermana Tornera y le dice que un caballero anciano quiere hablar con ella, que sus fueros le autorizan a pasar al convento. Al saber la abadesa que se trata de don Gonzalo de Ulloa, comendador de la orden, lo hace pasar. Éste le cuenta todo lo que tiene que ver con don Juan y le pide que traiga a su hija, ya que él la quiere cuidar. La abadesa manda a la Tornera que busque a doña Inés que no se encuentra en su lecho. El padre se sobresalta pues sabe que ya es hora de que esté allí y entonces encuentra la carta de don Juan, que lee lamentándose.
En la quinta de don Juan Tenorio, cerca de Sevilla a orillas del Guadalquivir. En un balcón haban Ciutti y Brígida, que pregunta por qué no vino don Juan con ellos y él le responde que todavía debía arreglar unos asuntos en la ciudad. Ciutti le señala el bergantín que anclado en el río los espera para llevarlos a salvo a Italia cuando regrese don Juan. Doña Inés empieza a despertar y el escudero le dice a Brígida que se encargue de ella.
Despierta Inés sorprendida y Brígida le cuenta una historia de un incendio en el convento y como ella se desmayó y don Juan las salvó a las dos de morir asfixiadas y por ser tales horas intempestivas las llevó a su casa hasta la aurora. Inés le dice que se vayan de allá, pues ella tiene la casa de su padre y no le parece bien estar en la de don Juan, pero ella le dice que están lejos de Sevilla, al otro lado del Guadalquivir. En ese momento oyen ruido de remos en el río, es don Juan que regresa. Brígida le dice que sus hombres la llevarán a su casa, pero que antes deben despedirse de él.
Sale Brígida y don Juan despliega toda su galantería, prometiéndole con las palabras más bellas a Inés que su amor por ella es sincero y verdadero. Inés embriagada le dice que ella siente lo mismo
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