Dr. Frankl
TONY090791Informe11 de Julio de 2012
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Dr. Frankl tiene de enfocar la teoría y la terapia con la obra de su
predecesor, Sigmund Freud. Ambos doctores se aplican
primordialmente a estudiar la naturaleza y cura de las neurosis.
Para Freud, la raíz de esta angustiosa enfermedad está en la
ansiedad que se fundamenta en motivos conflictivos e
inconscientes. Frankl diferencia varias formas de neurosis y
descubre el origen de algunas de ellas (la neurosis noógena) en la
incapacidad del paciente para encontrar significación y sentido de
responsabilidad en la propia existencia. Freud pone de relieve la
frustración de la vida sexual; para Frankl la frustración está en la
voluntad intencional. Se da en la Europa actual una marcada
tendencia a alejarse de Freud y una aceptación muy extendida del
análisis existencial, que toma distintas formas más o menos
afines, siendo una de ellas la escuela de logoterapia. Es
característico del abierto talante de Frankl el no repudiar a Freud,
antes bien construye sobre sus aportaciones; tampoco se enfrenta
a las demás modalidades de la terapia existencial, sino que
celebra gustoso su parentesco con ellas.
El presente relato, aun siendo breve, está elaborado con arte y
garra. Yo lo he leído dos veces de un tirón, incapaz de
desprenderme de su hechizo. En alguna parte, hacia la mitad del
libro, Frankl presenta su propia filosofía de la logoterapia: lo hace
como sin solución de continuidad y tan quedamente que sólo
cuando ha terminado el libro el lector se percata de que está ante
un ensayo profundo y no ante un relato más, forzosamente, sobre
campos de concentración.
Es mucho lo que el lector aprende de este fragmento
autobiográfico : aprende lo que hace un ser humano cuando, de
pronto, se da cuenta de que no tiene "nada que perder excepto su
ridícula vida desnuda". La descripción que hace Frankl de la
mezcla de emociones y apatía que se agolpan en la mente es
impresionante. Lo primero que acude en nuestro auxilio es una
curiosidad, fría y despegada, por nuestro propio destino. A
continuación, y con toda rapidez, se urden las estrategias para
salvar lo que resta de vida, aun cuando las oportunidades de
sobrevivir sean mínimas. El hambre, la humillación y la sorda
cólera ante la injusticia se hacen tolerables a través de las
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imágenes entrañables de las personas amadas, de la religión, de
un tenaz sentido del humor, e incluso de un vislumbrar la belleza
estimulante de la naturaleza: un árbol, una puesta de sol.
Pero estos momentos de alivio no determinan la voluntad de
vivir, si es que no contribuyen a aumentar en el prisionero la
noción de lo insensato de su sufrimiento. Y es en este punto
donde encontramos el tema central del existencialismo: vivir es
sufrir; sobrevivir es hallarle sentido al sufrimiento. Si la vida tiene
algún objeto, éste no puede ser otro que el de sufrir y morir. Pero
nadie puede decirle a nadie en qué consiste este objeto: cada uno
debe hallarlo por sí mismo y aceptar la responsabilidad que su
respuesta le dicta. Si triunfa en el empeño, seguirá
desarrollándose a pesar de todas las indignidades. Frankl gusta de
citar a Nietzsche: "Quien tiene un porque para, vivir, encontrará
casi siempre el como".
En el campo de concentración, todas las circunstancias
conspiran para conseguir que el prisionero pierda sus asideros.
Todas las metas de la vida familiar han sido arrancadas de cuajo,
lo único que resta es "la última de las libertades humanas", la
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