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El Alma De La Toga


Enviado por   •  6 de Agosto de 2012  •  2.953 Palabras (12 Páginas)  •  379 Visitas

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EL ALMA DE LA TOGA.

En este libro podremos analizar sobre los valores de los abogados y poder guiar a los nuevos valores que están incursionando a la carrera, para inculcarles el verdadero valor de un abogado.

¿QUIEN ES ABOGADO?

El autor nos hace un llamado a definir correctamente el termino de ABOGADO, y nos dice que la abogacía no es una consagración académica, sino una concertación académica y ser abogado va más allá de haber recibido un título profesional de Licenciado en derecho, pues quien dedique su vida a dar consejos jurídicos y pedir justicia en los tribunales, será solo licenciado, pero no abogado.

Por lo tanto ser licenciado y abogado no es lo mismo, aunque al igual hay muchos abogados que ejercen su carrera con dignad, solo que se han encargado de darle mala reputación a esta.

Abogado es, en conclusión el que ejerce permanentemente la abogacía. Los demás serán licenciados en derecho, muy estimables, muy considerables, pero licenciados en Derecho nada más.

LA FUERZA INTERIOR.

Cuando el autor nos dice que en nosotros mismos hay fuerza, que no hallaremos en ningún otro lugar a mi parecer es muy atinado. Esta es la fuerza que nos ayuda a enfrentar las injusticias que se nos presentan, cuando nuestra dignidad se ve afectada por críticas o agresiones, debemos mantener nuestro orgullo en alto y hacer justicia o pedirla.

Siempre debemos encontrar esa fuerza dentro de nosotros que nos impulsa a seguir adelante y de no encontrarla, cambiar de oficio.

LA SENSACION DE JUSTICIA.

En la actualidad, muchos abogados han perdido el sentido de la justicia, ya que en nuestra sociedad implora el chapinismo, es decir solo el dinero y en realidad eso que llamamos dinero no es lo justo, equitativo, ni prudente y entonces esto es lo que hace que se trasquiversen las leyes y ganar dinero, sin importarles nada más, ya que ganar un caso no lo es todo, sino que debemos encontrar el equilibrio de las cosas, ósea brindarle la ayuda jurídica y moral al cliente, sin caer en la injusticia con todos los demás que tienen relación al asunto.

El autor nos dice que “la justicia no es el fruto del estudio sino una sensación” ya que la justicia no se aprende de los libros, sino de la vida propia.

LA MORAL DEL ABOGADO.

Un abogado defiende una causa justa y hace todo lo moralmente y justo necesario para defender a una persona, misma que se convierte en cliente, solo cuando acepta un caso.

La pregunta es que ¿Quién decide lo que es moralmente correcto y quien lo que no?, aquí entra otra cosa importante que nos menciona el autor “abogado que sucumba al que dirán, debe tener manchada su hoja de servicios con la nota de cobardía” ya que lo que para muchos es correcto para muchos no, y si nos dejamos llevar por lo que dicen los demás, jamás llegaremos a ser quien desde un principio soñamos que seriamos.

EL SECRETO PROFECIONAL.

El autor nos explica que no sabemos guardar secretos, que caemos al igual que todos, que nosotros le decimos a una persona de nuestra confianza y después esa persona se lo dice a otra de su confianza y así sucesivamente y lo hacemos pensando que no traerá consecuencias, pero en muchos casos si puede traer consecuencias.

Cuando nosotros revelamos el secreto de un cliente, puede ser realmente atroz para el veredicto de un juez y es que el abogado al aceptar un caso presuma que es por una causa justa.

Si al abogado se le confía algún secreto que muestre la culpabilidad del cliente, antes de revelar el secreto debería dejar el caso y no defender una causa que no es justa o en su defecto el abogado no debería atestiguar en contra de su cliente.

LA CHICANA.

Chicana: triquiñuela, enredo, arteria, mentira, embuste.

El abogado debe abstenerse en lo absoluto de la realización de todo trámite innecesario, y en especial de toda articulación puramente dilatoria, cuidándose de no entorpecer el normal desarrollo del juicio

Queda en la conciencia de cada abogado hacer o no una chicanearía, aunque hay casos en los que por un buen motivo sea necesario hacerlo. Hacer una chicana es como viciar la ley a nuestro beneficio, es decir en beneficio del cliente, siempre y cuando sea por una causa justa y moral.

LA SENSIBILIDAD.

La abogacía es una constante lucha de pasiones, pero está en nosotros sucumbir a ello, esto no quiere decir que debamos de ser fríos y escépticos y que no debemos involucrarnos, solamente lo necesariamente jurídico, como para ganar el caso con argumentos reales y válidos y sobre todo con bases a la ley, no solo para ganar dinero, porque eso nubla nuestro buen juicio.

El abogado no debe involucrarse sentimentalmente, no debe sentir el dolor de su cliente para poder ejercer el correcto uso de la ley, tomando en cuenta que cada caso es difícil para los clientes, pero al abogado solo nos queda aplicar la ley a cada uno de ellos.

EL DESDOBLAMIENTO PSIQUICO.

El llegar a conectarse con el cliente, es de gran importancia para proceder con óptimas condiciones en un juicio y sería bueno dejar a un lado nuestros intereses y nuestro bienestar y ponernos del lado del cliente, no es cuestión de olvidarnos de quienes somos, sino de renunciar a ciertas cosas que podrían interrumpir nuestro trabajo y utilizar nuestras facultades como buenos abogados ya el hombre tiene partes más nobles que esas de pura conveniencia.

Antes de aceptar una defensa debemos imaginar que precisamente sobre aquel tema hemos escrito un libro, para no excusarnos de contradecir nuestra obra, nuestros dichos o nuestras convicciones y no pasaremos de sustituir la toga por el bufonesco traje de arlequín.

LA INDEPENDENCIA.

Esta claramente definido que la abogacía se ejerce con libertad pero este a su vez puede ser influenciado por lo que un asesor o un allegado le sugieren.

Es difícil resistirse al llanto de una mujer o la involucración de un miembro de una familia, pero cuando ejercemos la abogacía debemos trasladarnos, cuando defendemos a alguien más, ya no somos solo nosotros, sino que está en nosotros velar por los mejores intereses de nuestro cliente, claro está sin que esto vaya a opacar nuestra moral u nuestro buen sentido de justicia

El letrado ha de sentirse siempre colocado en un grado de superioridad sobre su defendido, como el confesor, como el tutor, como el gerente. Por eso ha de huir cuidadosamente de los

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