El Alma De La Toga
javimatamoros6 de Agosto de 2012
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EL ALMA DE LA TOGA.
En este libro podremos analizar sobre los valores de los abogados y poder guiar a los nuevos valores que están incursionando a la carrera, para inculcarles el verdadero valor de un abogado.
¿QUIEN ES ABOGADO?
El autor nos hace un llamado a definir correctamente el termino de ABOGADO, y nos dice que la abogacía no es una consagración académica, sino una concertación académica y ser abogado va más allá de haber recibido un título profesional de Licenciado en derecho, pues quien dedique su vida a dar consejos jurídicos y pedir justicia en los tribunales, será solo licenciado, pero no abogado.
Por lo tanto ser licenciado y abogado no es lo mismo, aunque al igual hay muchos abogados que ejercen su carrera con dignad, solo que se han encargado de darle mala reputación a esta.
Abogado es, en conclusión el que ejerce permanentemente la abogacía. Los demás serán licenciados en derecho, muy estimables, muy considerables, pero licenciados en Derecho nada más.
LA FUERZA INTERIOR.
Cuando el autor nos dice que en nosotros mismos hay fuerza, que no hallaremos en ningún otro lugar a mi parecer es muy atinado. Esta es la fuerza que nos ayuda a enfrentar las injusticias que se nos presentan, cuando nuestra dignidad se ve afectada por críticas o agresiones, debemos mantener nuestro orgullo en alto y hacer justicia o pedirla.
Siempre debemos encontrar esa fuerza dentro de nosotros que nos impulsa a seguir adelante y de no encontrarla, cambiar de oficio.
LA SENSACION DE JUSTICIA.
En la actualidad, muchos abogados han perdido el sentido de la justicia, ya que en nuestra sociedad implora el chapinismo, es decir solo el dinero y en realidad eso que llamamos dinero no es lo justo, equitativo, ni prudente y entonces esto es lo que hace que se trasquiversen las leyes y ganar dinero, sin importarles nada más, ya que ganar un caso no lo es todo, sino que debemos encontrar el equilibrio de las cosas, ósea brindarle la ayuda jurídica y moral al cliente, sin caer en la injusticia con todos los demás que tienen relación al asunto.
El autor nos dice que “la justicia no es el fruto del estudio sino una sensación” ya que la justicia no se aprende de los libros, sino de la vida propia.
LA MORAL DEL ABOGADO.
Un abogado defiende una causa justa y hace todo lo moralmente y justo necesario para defender a una persona, misma que se convierte en cliente, solo cuando acepta un caso.
La pregunta es que ¿Quién decide lo que es moralmente correcto y quien lo que no?, aquí entra otra cosa importante que nos menciona el autor “abogado que sucumba al que dirán, debe tener manchada su hoja de servicios con la nota de cobardía” ya que lo que para muchos es correcto para muchos no, y si nos dejamos llevar por lo que dicen los demás, jamás llegaremos a ser quien desde un principio soñamos que seriamos.
EL SECRETO PROFECIONAL.
El autor nos explica que no sabemos guardar secretos, que caemos al igual que todos, que nosotros le decimos a una persona de nuestra confianza y después esa persona se lo dice a otra de su confianza y así sucesivamente y lo hacemos pensando que no traerá consecuencias, pero en muchos casos si puede traer consecuencias.
Cuando nosotros revelamos el secreto de un cliente, puede ser realmente atroz para el veredicto de un juez y es que el abogado al aceptar un caso presuma que es por una causa justa.
Si al abogado se le confía algún secreto que muestre la culpabilidad del cliente, antes de revelar el secreto debería dejar el caso y no defender una causa que no es justa o en su defecto el abogado no debería atestiguar en contra de su cliente.
LA CHICANA.
Chicana: triquiñuela, enredo, arteria, mentira, embuste.
El abogado debe abstenerse en lo absoluto de la realización de todo trámite innecesario, y en especial de toda articulación puramente dilatoria, cuidándose de no entorpecer el normal desarrollo del juicio
Queda en la conciencia de cada abogado hacer o no una chicanearía, aunque hay casos en los que por un buen motivo sea necesario hacerlo. Hacer una chicana es como viciar la ley a nuestro beneficio, es decir en beneficio del cliente, siempre y cuando sea por una causa justa y moral.
LA SENSIBILIDAD.
La abogacía es una constante lucha de pasiones, pero está en nosotros sucumbir a ello, esto no quiere decir que debamos de ser fríos y escépticos y que no debemos involucrarnos, solamente lo necesariamente jurídico, como para ganar el caso con argumentos reales y válidos y sobre todo con bases a la ley, no solo para ganar dinero, porque eso nubla nuestro buen juicio.
El abogado no debe involucrarse sentimentalmente, no debe sentir el dolor de su cliente para poder ejercer el correcto uso de la ley, tomando en cuenta que cada caso es difícil para los clientes, pero al abogado solo nos queda aplicar la ley a cada uno de ellos.
EL DESDOBLAMIENTO PSIQUICO.
El llegar a conectarse con el cliente, es de gran importancia para proceder con óptimas condiciones en un juicio y sería bueno dejar a un lado nuestros intereses y nuestro bienestar y ponernos del lado del cliente, no es cuestión de olvidarnos de quienes somos, sino de renunciar a ciertas cosas que podrían interrumpir nuestro trabajo y utilizar nuestras facultades como buenos abogados ya el hombre tiene partes más nobles que esas de pura conveniencia.
Antes de aceptar una defensa debemos imaginar que precisamente sobre aquel tema hemos escrito un libro, para no excusarnos de contradecir nuestra obra, nuestros dichos o nuestras convicciones y no pasaremos de sustituir la toga por el bufonesco traje de arlequín.
LA INDEPENDENCIA.
Esta claramente definido que la abogacía se ejerce con libertad pero este a su vez puede ser influenciado por lo que un asesor o un allegado le sugieren.
Es difícil resistirse al llanto de una mujer o la involucración de un miembro de una familia, pero cuando ejercemos la abogacía debemos trasladarnos, cuando defendemos a alguien más, ya no somos solo nosotros, sino que está en nosotros velar por los mejores intereses de nuestro cliente, claro está sin que esto vaya a opacar nuestra moral u nuestro buen sentido de justicia
El letrado ha de sentirse siempre colocado en un grado de superioridad sobre su defendido, como el confesor, como el tutor, como el gerente. Por eso ha de huir cuidadosamente de los siguientes peligros:
Del pacto de una cuota Litis, de la mujer a quien ama, de la familia, del sueldo, y de la política.
EL TRABAJO.
Este es un trabajo que necesita de mucha dedicación y esfuerzo, pero más que todo, necesita ser amado. Involucra muchos sacrificios, como el dedicarle muchas horas de sueño cuando sea por un caso que así lo requiera, el autor dice que es mejor dedicarle las primeras horas porque así serán nuestros primeros esfuerzos, que para un abogado no hay horarios y solo serán por las necesidades de los clientes y para que los clientes tengan un asunto, puede ser en cualquiera de las veinticuatro horas del día.
En este trabajo hay que saber un poco de todo, preparaciones diferentes. A la hora de elegir un abogado, generalmente se busca por recomendaciones de otro cliente, por el número de los casos ganados, por su currículo, por ser el bufete más prestigiado, porque el abogado tiene el gran don de la palabra y de persecución, pero finalmente el trabajo de cada uno habla de nosotros mismos.
LA PALABRA.
Debemos utilizarla correctamente para la comodidad del juez, que debemos de ser breves y claros para que el juez pueda poner más atención sin aburrirlo y pueda dar un mejor fallo a nuestro favor, ya que el constantemente está escuchando tantos argumentos y tan diferentes, que lo más breves y claros que sean el pondrá más atención. Es cierto que tanto la cordialidad hacia las otras personas, como el uso correcto del léxico hacia otras personas, ya sea el abogado o el juez es importante, porque expresamos de forma concreta y precisa lo que queremos que ellos entiendan de nosotros y de la amenidad, diremos que es mucho más agradable a una persona que nos habla con calidez y sencillez que a la que habla de manera tosca.
La palabra es un don, al mismo tiempo puede ser un arma.
EL ESTILO FORENSE.
La abogacía es una profesión par ser amada y de no ser así tendríamos que considerar otras profesiones, además de tener la necesidad de sentir esa pasión por la justicia y por querer hacer justicia, por lo que el autor dice que “se puede vivir si belleza, sin riqueza y hasta sin salud, MAS NO SIN JUSTICIA”
El abogado debe ser artista, quizá no desde su nacimiento, pero ha de prepararse hasta lograr perfeccionar el arte de la escritura y de la oratoria, y adecuar sus capacidades como narrador, historiador, novelista, psicólogo y dramaturgo, para no tener que adular al juez, sino para hacer captar nuestra atención por medio de nuestras palabras para que él pueda
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