El Arte De Ser Maestro

EL ARTE DE SER MAESTRO

Ser maestro en estos tiempos representa un reto, no solo profesional, sino, personal por todas las exigencias de un mundo donde el conocimiento fluye como un manantial y donde la incertidumbre es el pan cotidiano de los habitantes de este hermoso planeta.

El maestro o la maestra no solo debe dotarse de herramientas pedagógicas para desarrollar su labor académica, sino que debe armarse de estrategias que apunten a desarrollar integralmente a sus discípulos , creando ambientes sólidos para que las habilidades y destrezas sociales, los valores y principios sean parte del engranaje de su diario trajinar por las aulas de clase.

Parecería fácil, buscar dinámicas, cuentos, estrategias para que los estudiantes asuman estos pautas, pero no es así: la vida diaria en un aula se compone, de 40 a mas, mundos diferentes, está dotada, de 40 o más, caracteres distintos; rencores, amores, tristezas y alegrías con los que el maestro debe convivir y compartir. Esto no es nada fácil porque su agotamiento no solo es físico sino, emocional, su vida navega entre sus desafíos personales y profesionales y las metas que sus estudiantes se proponen.

Quienes somos maestros por vocación, sabemos, con particular claridad, que no hay profesión más gratificante que aquella en la que se pone en juego el propio valor personal —en la doble acepción del término: valía y valentía— para desarrollar el de otros seres; para encauzarlos nada menos que en el cumplimiento de su vocación.

El que escoge la profesión docente, comienza un camino que está profundamente marcado por el fin último y primera prioridad que incluye su práctica: que los estudiantes aprendan y se desarrollen.

Esa prioridad involucra una responsabilidad enorme, y requiere de personas que tengan grandes capacidades, difíciles de enumerar en dos párrafos. De lo que no hay duda es que esas capacidades involucran una gran exigencia, a la que en el día a día los profesores deben dar respuesta. Tenemos la opción de dejar que esa exigencia sea algo externo, en ocasiones molesto, o asumirla como propia

Ser maestro entonces, demanda gran dedicación, entrega y gran disposición para estar en permanente formación y actualización, desafiado por la tecnología y la ciencia, interesado en la demanda de una sociedad que divulga conocimiento renovado, inspira y promueve la investigación.

Ser maestro ayer, hoy y en el futuro ha sido, es y será una enorme responsabilidad la que, a la vez, se constituye en un privilegio singular que todos los que ejercemos esta labor loable y la conocemos. La posibilidad de contribuir a la formación de personas es, sin duda, una tarea ardua y, por qué no decirlo, envidiable, que hoy tiene posibilidades reales de tener alcance global.

A Todos aquellos que día a día se comprometen con su vocación y asumen

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