El Hombr Que Calculaba
davidquijano6917 de Noviembre de 2013
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Introducción
Los países árabes han ejercido siempre una clara fascinación, por la
diversidad de sus costumbres, de sus ritos, y nada más adentrarnos en la
historia de las naciones ribereñas del Mediterráneo, nos salen al paso los
vestigios de aquella civilización, de la cual somos tributarios en cierto modo
principalmente en aquellas disciplinas que tienen un carácter científico: la
Matemática, la Astronomía, la Física y también la Medicina.
Los árabes, han sido siempre un pueblo paciente, acostumbrado a las
adversidades que les procuran la dificultad del clima, la falta de agua y los
inmensos páramos que les es preciso salvar para comunicarse con los demás
pueblos de su área. La solitud del desierto, las noches silenciosas, el calor
agobiante durante el día y el frío penetrante al caer el sol, impiden en realidad
una actividad física, pero predisponen el ánimo para la meditación.
También los griegos fueron maestros del pensamiento, principalmente
dedicado a la Filosofía y aun cuando entre ellos se encuentran buenos
matemáticos –la escuela de Pitágoras todavía está presente- fue una actividad
de unos pocos y, en cierto modo, era considerada una ciencia menor. Los
pueblos árabes, en cambio, la tomaron como principal ejercicio de su actividad
mental, heredera de los principios de la India a los que desarrollaron y
engrandecieron por su cuenta.
Asombran todavía hoy los monumentos que la antigüedad nos ha legado
procedentes de aquellos países en los que se observa, más que la inquietud
artística, muchas veces vacilante e indecisa, la precisión matemática.
Por esto, cuando en un libro como El Hombre que Calculaba se juntan estas
dos facetas tan distintas, a saber Poesía y Matemática, tiene un encanto
indiscutible y nos adentramos en lo que sería posible aridez en los cálculos, a
través de interesantes historias y leyendas, unas llenas de Poesía, otras de
humanidad y siempre bajo un fondo matemático en el que penetramos sin
darnos cuenta y, mejor dicho, con evidente placer y satisfacción.
Este es un aspecto que es menester resaltar porque, en general, existe una
cierta prevención o resistencia hacia el cultivo de la ciencia matemática para la
cual es menester una adecuación del gusto o una inclinación concedida por la
naturaleza. El educador sabe de cierto, a los pocos días de contacto con sus
alumnos, cuáles de ellos serán los futuros arquitectos o ingenieros por la
especial predisposición que demuestran, para ellos toda explicación relativa a
los números es un placer y avanzan en la disciplina sin fatiga ni prevención. Sin
embargo el número de alumnos que destaquen es limitado y, no obstante, no
se puede prescindir en manera alguna de esa enseñanza fundamental, aun
para aquellos que no piensan dedicar su actividad futura a una de aquellas
ramas, por una sencilla razón; que el cultivo de la Matemática obliga a razonar
de manera lógica, segura, sin posibilidad de error y ésta es un aspecto que es
necesario en la vida, para cualquiera actividad.
Creemos que este es el aspecto principal y que cabe destacar del libro El
Hombre que Calculaba toda vez que no nos presenta unos áridos problemas a
resolver, sino que los envuelve en un sentido lógico, el cual destaca,
demostrando con ello la importantísima función que esa palabra, la Lógica,
tiene en la solución de todos los problemas.
En el campo filosófico la Lógica toma prestada de la Matemática sus
principios y es con ellos y solo con ellos que se puede dar unas normas para
conducir
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