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El Hombr Que Calculaba

davidquijano6917 de Noviembre de 2013

856 Palabras (4 Páginas)272 Visitas

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Introducción

Los países árabes han ejercido siempre una clara fascinación, por la

diversidad de sus costumbres, de sus ritos, y nada más adentrarnos en la

historia de las naciones ribereñas del Mediterráneo, nos salen al paso los

vestigios de aquella civilización, de la cual somos tributarios en cierto modo

principalmente en aquellas disciplinas que tienen un carácter científico: la

Matemática, la Astronomía, la Física y también la Medicina.

Los árabes, han sido siempre un pueblo paciente, acostumbrado a las

adversidades que les procuran la dificultad del clima, la falta de agua y los

inmensos páramos que les es preciso salvar para comunicarse con los demás

pueblos de su área. La solitud del desierto, las noches silenciosas, el calor

agobiante durante el día y el frío penetrante al caer el sol, impiden en realidad

una actividad física, pero predisponen el ánimo para la meditación.

También los griegos fueron maestros del pensamiento, principalmente

dedicado a la Filosofía y aun cuando entre ellos se encuentran buenos

matemáticos –la escuela de Pitágoras todavía está presente- fue una actividad

de unos pocos y, en cierto modo, era considerada una ciencia menor. Los

pueblos árabes, en cambio, la tomaron como principal ejercicio de su actividad

mental, heredera de los principios de la India a los que desarrollaron y

engrandecieron por su cuenta.

Asombran todavía hoy los monumentos que la antigüedad nos ha legado

procedentes de aquellos países en los que se observa, más que la inquietud

artística, muchas veces vacilante e indecisa, la precisión matemática.

Por esto, cuando en un libro como El Hombre que Calculaba se juntan estas

dos facetas tan distintas, a saber Poesía y Matemática, tiene un encanto

indiscutible y nos adentramos en lo que sería posible aridez en los cálculos, a

través de interesantes historias y leyendas, unas llenas de Poesía, otras de

humanidad y siempre bajo un fondo matemático en el que penetramos sin

darnos cuenta y, mejor dicho, con evidente placer y satisfacción.

Este es un aspecto que es menester resaltar porque, en general, existe una

cierta prevención o resistencia hacia el cultivo de la ciencia matemática para la

cual es menester una adecuación del gusto o una inclinación concedida por la

naturaleza. El educador sabe de cierto, a los pocos días de contacto con sus

alumnos, cuáles de ellos serán los futuros arquitectos o ingenieros por la

especial predisposición que demuestran, para ellos toda explicación relativa a

los números es un placer y avanzan en la disciplina sin fatiga ni prevención. Sin

embargo el número de alumnos que destaquen es limitado y, no obstante, no

se puede prescindir en manera alguna de esa enseñanza fundamental, aun

para aquellos que no piensan dedicar su actividad futura a una de aquellas

ramas, por una sencilla razón; que el cultivo de la Matemática obliga a razonar

de manera lógica, segura, sin posibilidad de error y ésta es un aspecto que es

necesario en la vida, para cualquiera actividad.

Creemos que este es el aspecto principal y que cabe destacar del libro El

Hombre que Calculaba toda vez que no nos presenta unos áridos problemas a

resolver, sino que los envuelve en un sentido lógico, el cual destaca,

demostrando con ello la importantísima función que esa palabra, la Lógica,

tiene en la solución de todos los problemas.

En el campo filosófico la Lógica toma prestada de la Matemática sus

principios y es con ellos y solo con ellos que se puede dar unas normas para

conducir

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