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El Ideal Pedagogico De Sarmiento


Enviado por   •  23 de Octubre de 2012  •  2.690 Palabras (11 Páginas)  •  579 Visitas

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Diseñada como queda la docencia de la colonia, la docencia en la cual se plasmó la personalidad de Sarmiento y, como la de Sarmiento, la de tantos próceres que participaron con singular eficacia en los acontecimientos de la independencia y en los de la organización nacional, corresponde indagar los verdaderos alcances de la mutación que liga el nombre del estadista al sistema escolar adoptado por la república. ¿Es que la reacción contra aquel orden docente respondió al deliberado designio de una suplantación radical de las orientaciones pedagógicas del genio nativo, o fue en el fondo, y no obstante la invocación de doctrinas extrañas, un sesgo inmanente del espíritu vernáculo determinado por las nuevas condiciones históricas?

La primera respuesta que recibe este cuestionario es, naturalmente, la que surge por sí sola del estado de cosas creado por la insurrección de 1810. Decididos a liberarnos del dominio español, dimos comienzo a la empresa con una enérgica negación de todo lo español. El régimen político, juzgado y condenado a la luz de las teorías desarrolladas por los filósofos y los enciclopedistas franceses leídos y estudiados en las tertulias del solar con un afán de traducir "el espíritu europeo al espíritu americano"; el sistema económico, desestimado a virtud de su incompatibilidad con las nuevas concepciones económicas impuestas por las corrientes industriales y comerciales procedentes de Estados Unidos y de las naciones más prósperas de Europa que abrían con las empresas del capital y del trabajo las fuentes de riqueza, antaño selladas por el misterio, descubiertas, explotadas y entregadas ahora al servicio del progreso y del bienestar material por las investigaciones de los laboratorios; la literatura y el arte, relegados a términos secundarios por la repentina adhesión a los productos del genio francés exornado por la elocuencia y el brillo de su constelación espiritual; las creencias, puestas en duda por una crítica demoledora cuyas consecuencias se expresaron con frecuencia en "un odio y desprecio de las cosas hasta entonces veneradas"; las tradiciones, negadas por un nuevo criterio de la marcha de la humanidad; las costumbres y los hábitos de vida, dislocados por la obra, cauta y silenciosa pero perceptible en todas las manifestaciones cotidianas, de las transformaciones que afectaban el trato social, la moda, el menaje, el gusto estético y las, relaciones familiares, sobre todo las que se referían a la situación de la mujer; todo fue alcanzado y pulverizado por la negación del trance revolucionario. Todo, incluso, desde luego, la educación comunal que, no obstante tener a su favor el desempeño que queda expresado, fue declarada insuficiente para lograr las finalidades prometidas al nuevo orden nacido de la revolución por el espíritu del tiempo que ganaba las conciencias y concitaba las voluntades a las tareas de la organización nacional.

Pero esta respuesta es, como se ve, de términos generales y,. por eso mismo, inapropiada para darnos claridad sobre las intimas motivaciones de la reacción, sobre los contenidos pedagógicos y sobre los fines ideales que presidieron la política escolar propiciada y propugnada para la escuela argentina. Toda vez que una secesión política no supone necesariamente una ruptura de la continuidad histórica, la respuesta concreta y precisa al interrogante propuesto necesita referirse a las razones específicamente educativas de la fundamental discrepancia con la docencia comunal, prescindiendo, en todo lo posible, de su correspondencia accidental con las repercusiones de la lucha con el poder metropolitano. Esto es tanto más indispensable cuanto que la instauración de nuestra política escolar comenzó en una época en la que para nosotros era ya un hecho consumado la caducidad de la dominación española.

Esas razones específicamente educativas están consignadas en la obra de Sarmiento, especialmente en su Educación Popular, el libro del ideario del orden docente que reemplazó al orden docente comunal, pari pasea con el proceso sociológico en cuya virtud las comunas de origen se insertaron en el ordenamiento político de la sociedad argentina.

En rigor de verdad, las concepciones pedagógicas expuestas ahí no difieren en lo esencial de las ideas consagradas en Francia por la obra legislativa posterior a 1189, en perfecta consonancia con el pensamiento impregnado de filosofía cartesiana. Por lo consiguiente, responden a la consideración que resuelve la tarea escolar en un proceso calculado para formar el tipo de hombre destinado a vivir y a realizar la estructura política de la democracia ecualitaria. El ciudadano idóneo y nacionalista es su ideal. De aquí que lo que importa sea, por una parte, la educación del elector -y electores son todos los miembros del demos- en modo que esté capacitado para ejercer los derechos políticos, en la paridad de condiciones que entraña la abolición de los estamentos con sus distinciones y rangos y el reconocimiento del principio según el cual es incuestionable "el derecho de todos los hombres a ser reputados suficientemente inteligentes para la gestión de los negocios públicos"; y, por otra parte, la preparación de todos los individuos para el trabajo, el comercio, la industria y, en general, todas las actividades cuyo ejercicio reconocen y sancionan las leyes de la República. "El poder, la riqueza 'y la fuerza de una nación dependen -según se dice en uno de sus pasajes de la capacidad industrial, moral e intelectual de los individuos que la componen; y la educación pública no debe tener otro fin que el de aumentar estas fuerzas de producción, de acción y de dirección, aumentando cada vez más el número de individuos que las posean".

¿Ha de inferirse de aquí que el desacuerdo de Sarmiento con el orden escolar preexistente afectara, de un modo deliberado y querido, tanto a la enseñanza en sí misma como al ideal propuesto a las actividades de esa enseñanza? Si se tiene en cuenta que Educación Popular es una obra completamente desprovista de especulaciones teóricas, parece indudable que sus móviles no fueron más allá de la aplicación práctica inmediata de medidas concomitantes con las actividades construtivas de la política, aconsejadas por las gestiones gubernativas. La comparación de los programas de las escuelas del silabario con los programas de las escuelas de Francia había inculcado al espíritu de su autor la conciencia de las enormes desventajas de la educación comunal en los términos de una conclusión pedagógica tan evidente que, dando fácil pábulo a su juicio, notoriamente imbuido de la idea progresismo, sobre el atraso intelectual y la incapacidad industrial que después de haber reducido a España a "una colonia en el seno de la Europa misma", había hecho de los Estados sudamericanos

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