El Investigador Errante

- El investigador errante -

¿Dónde se encuentra ahora, divagando por esos terrenos agrestes con su monóculo milenario recogido y atesorado gracias a tantos y tantos años de sumergirse en libros y documentos? Habrá de convertirse en el personaje de una obra maestra, para que al fin se llene su alma y cese la necesidad de practicar aquella estulticia de los cuerpos que obedece al goce de su pulsión, la que a veces serena, se oculta tras sus ojos oscuros y su mirada escurridiza.

Eso es. Es el pordiosero errante, el eterno pedigüeño que deambula, recogiendo admiraciones para convencerse de que es realmente el héroe de su propia epopeya. De aquella tristemente heredada, como la de tantos hijos de la misma tierra, de la misma historia, del mismo siglo. Los mismos a los que les toca transitar con las sandalias rotas en este siglo cibernético que no precisa zapatos, ni caminos, tan solo bytes y teras interminables para acoger, recoger y extraviar las humanidades que acoge. ¿Cómo desarrollarán su camino aquellos que siendo prestados del siglo pasado, deben alcanzar la cumbre de su travesía en un siglo ajeno, con otros cánones y otras ideas? Las mismas que nos alimentan y fortalecen, aquellas que ostentamos sacudirnos permanentemente y, sin embargo, siguen allí presentes a pesar de nosotros mismos. Aún alcanzamos a vivirlas siendo niños, las bebimos con la mamadera, esa de botella de pilsener con el chupete de goma café que de tanto calentarlo con agua hervida se tornaba gomoso hasta el extremo.

Los héroes, esos con los que tan absurdamente se emboban nuestros hijos, abducidos por ese constructo plasmático lleno de imágenes que los transporta a otros mundos, satisfaciendo el deseo profundo de gestar su propia epopeya; los héroes que aún desde tiempos remotos escapan a la hibris, para eludir el aluvión de los males eternos que esperan a quienes se alzan con tal gallardía.

Pero qué es un héroe, sino un loco desquiciado que parapetado en algún tipo de ideología proveniente de un teórico como él, osa llevar hasta el mundo real lo que se construye en el imaginario perfecto, como resultado del vértigo hacia el punto de fuga que le permita mantenerse vivo.

Deshaciéndose en medio de esta batalla, que ya es heroica en si misma, camina con su paso cansado, enarbolando sus conceptos, añorando con ansia encontrar la otra orilla, con el fin de descansar su humanidad errante y aún soñando que otros tantos, descubriendo las mismas faltas y traumáticas ausencias, le miren ansiosos y se lancen a continuar el mismo camino; uno más llano, pues ya ha sido conquistado por aquel Holmes de la psiquis del individuo y sus constructos sociales a los cuales no puede renunciar.

En esto precisamente yace su angustia, podrá algún otro, inexistente por defecto, desde su propia vía reconocer y emprender

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