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El Jinete Insomne


Enviado por   •  27 de Febrero de 2015  •  1.851 Palabras (8 Páginas)  •  194 Visitas

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20 de febrero de 2015

Raúl Brasca: "El escritor de microficción sólo cuenta con dos materiales para trabajar este género: las palabras y el silencio, y el secreto radica en lograr que ambos sean igualmente significativos"

"Si consideramos la literatura oral (valga la paradoja) -dice la escritora argentina Ana María Shua (1951)- la microficción es el género más antiguo del mundo, el primer formato en el que las personas empezaron a contarse historias. De hecho hay muchas microficciones en textos tan antiguos como el 'Calila e Dimna' (primer libro editado en español que se conoce, traducción de un original de la India) y en muchos otros como 'Las mil y una noches'. Pero como literatura de autor, la microficción es contemporánea, es un género del siglo XX. Kafka fue uno de los primeros, y los 'Cuentos breves y extraordinarios' de Borges y Bioy Casares sería la primera antología del género que se publicó en América Latina". Pero la expansión de las historias brevísimas, el fenómeno de la microficción, vive un auge arrollador en el presente comienzo de siglo, un apogeo que no pocos atribuyen a Internet o a los mensajes lacónicos de Twitter. En 1979 el escritor, ensayista y crítico literario argentino Enrique Anderson Imbert (1910-2000) señalaba en su "Teoría del cuento" que el origen de las formas breves podía rastrearse en los inicios de la literatura (en los antiquísimos textos sumerios y egipcios) y más tarde en la literatura griega como digresiones imaginarias con una unidad de sentido relativamente autónoma. En el mismo sentido, en la introducción a la antología "Los cuentos más breves del mundo. De Esopo a Kafka" aparecida en 2008, el escritor y periodista argentino Eduardo Berti (1964) explicó que la paradoja de la microficción era que, a pesar de ser considerado como el género más nuevo, sus fuentes y raíces eran las más antiguas, ya que entre las formas que la prefiguran hay muchas que pertenecen a la tradición oral o a la literatura proveniente de fábulas, apólogos, chistes, leyendas, anécdotas y casos. Agitador, divulgador y uno de los autores más reconocidos del género en el ámbito local, Raúl Brasca (1948) no recuerda cuál fue la primera ficción hiperbreve que leyó, pero sí la primera que lo impresionó. Se trata de una leyenda que tiene una abundante diversidad tanto de versiones como de títulos, aunque el más difundido de ellos sea "El gesto de la muerte", que el escritor francés Jean Cocteau (1889-1963) intercaló a modo de pasaje en su novela "Le grand écart" (La gran separación). Leer esa pequeña historia a Brasca le produjo simultáneamente una luminosa impresión de belleza y una sensación de precariedad, más que de la vida, del poder de la inteligencia y el sentido común. "Fue la primera vez que experimenté esa alianza, y resultó inolvidable", dice. En los años '80, luego de estudiar Ingeniería Química y ejercer durante años como profesor en la Universidad de Buenos Aires, Brasca escribió sus primeros cuentos y microrrelatos, los que irían apareciendo sucesivamente en sus libros "Las aguas madres", "Las gemas del falsario", "A buen entendedor", "Todo tiempo futuro fue peor" y "Últimos juegos", y en distintas antologías, revistas y suplementos literarios de diversos países, tanto de América como de Europa. Actualmente escribe crítica literaria en el suplemento de cultura del diario "La Nación" y colabora en publicaciones internacionales. Fue miembro fundador y codirector de la revista literaria "Maniático textual" y compilador de numerosas antologías, la mayoría de ellas de microficciones, algunas en colaboración con el escritor, crítico y editor argentino Luis Chitarroni (1958). Además fue conferencista en congresos internacionales, ha dictado clases magistrales, talleres y seminarios en varias universidades europeas y americanas y se desempeñó como jurado en certámenes literarios nacionales e internacionales. En el siguiente compendio de entrevistas, a cargo de Mónica Cazón para el periódico "La Gaceta de Tucumán" en su edición del 12 de mayo de 2013, y de Diego Erlan, publicada el 10 de mayo de 2014 en el nº 554 de la revista "Ñ", Brasca analiza el fenómeno del género de los hiperbreves.

¿Por qué eligió el género breve?

No lo elegí, él me eligió a mí. La primera microficción que escribí, la escribí como descanso en la corrección de un cuento largo. Cuando la leí a otros escritores provocó tanto entusiasmo que me asombró. Entonces comprendí que había encontrado mi forma natural de expresión. Poco después, le propuse a Mario José Grabivker de Editorial Desde La Gente, hacer una antología de este tipo de textos. Tuvo tanto éxito que se hicieron tres ediciones. Así empecé, y llevo ya más de veinticinco años escribiendo, pensando y difundiendo el género.

¿Qué busca en la microficción?

La microficción es un modo de decir. Ya no los detalles naturalistas, ni la aseveración terminante y, por lo general, ingenua. La microficción procede a desmontar las diversas capas de la apariencia, a veces a valorizar detalles que parecían irrelevantes, a revisar los lugares comunes del pensamiento y también los del lenguaje. Todo eso para permitir que aquello que se quiere transmitir emerja por sí mismo y súbitamente al final. Lo transmite sin explicitarlo. Los finales pueden ser de índole diversa y hasta no existir, pero siempre la última línea provoca un efecto conclusivo que aparece en el lector un segundo después de terminada la lectura. La microficción es tiro por elevación y lo que busco en ella es que dé en el blanco. Cuanto más impensable y necesario es el recorrido de la bala, mayor es el deslumbramiento que produce si da en el blanco.

¿Existe un "método" para escribir minificciones?

No hay métodos ideales en literatura; lo que funciona

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