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El Monje Que Vendió Su Ferrari (Resumen)

pehsxlr828 de Octubre de 2013

11.446 Palabras (46 Páginas)1.791 Visitas

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ÍNDICE

Introducción……………………………………………………………………….1

Capítulo 1: El Despertar…………………………………………………………2

Capítulo 2: El visitante misterioso……………………………………………...4

Capítulo 3: La milagrosa transformación de Julián Mantle………………….5

Capítulo 4: Encuentro mágico con los Sabios de Sivana…………………..7

Capítulo 5: El alumno espiritual de los Sabios………………………………8

Capítulo 6: La sabiduría del cambio personal………………………………..9

Capítulo 7: Un jardín extraordinario………………………………………….11

Capítulo 8: Encender el fuego interior………………………………………..15

Capítulo 9: El viejo arte del autoliderazgo…………………………………...17

Capítulo 10: El poder de la disciplina………………………………………..22

Capítulo 11: La más preciada mercancía……………………………………24

Capítulo 12: El propósito fundamental de la vida………………………….26

Capítulo 13: El secreto de la felicidad de por vida………………………...27  

INTRODUCCIÓN

A Julián Mantle le dio un ataque cardiaco a la mitad de un juzgado en el tribunal, ahí se encontraba derrumbado como un pequeño niño indefenso con el deseo de sobrevivir.

Julián era un hombre duro, dinámico y siempre dispuesto a trabajar dieciocho horas diarias para alcanzar el éxito que según él era su destino.

Él era un gran abogado y su forma de trabajar en los tribunales era ya una leyenda.

Egresado de Harvard, y con una gran fortuna, tenía todo lo que un gran abogado pudiera desear.

Julián había escogido como ayudante y para formar un despacho de abogados a un compañero suyo de la universidad con quien habría compartido mucho tiempo junto, y al cual escogió por su sencillez, era John.

John esperaba con ansia que Julián se recuperara de ese terrible ataque cardiaco que había sufrido y que se reincorporara a la asamblea de abogados. Aunque si se recuperó, Julián no quiso regresar a la asamblea renunciando así a su gran vida laboral.

John se enteró de que Julián había vendido todas sus pertenencias, sus casas, su Ferrari, incluso una isla que tenía a su propiedad y que se había ido fuera del país, de ahí ya no supo más de su compañero y amigo que habría sido su gran maestro.

Un día John se encontraba en su departamento, cuando alguien llamó a la puerta, John abrió, y vio a un personaje, de tez bronceada, de cuerpo esbelto y delgado, una sonrisa en la cara que reflejaba salud, tranquilidad y paz interior.

John no pudo reconocer a Julián, tenía completamente otra apariencia, ya no tenía esa cara abotagada, las acumulaciones de grasa en su cuerpo, lucía completamente diferente.

Julián entro en el departamento de John y comenzaron a platicar. Julián le comento que se había ido a viajar alrededor del mundo para encontrar lo que realmente estaba buscando.

En la India, había conocido a un velador de un monasterio, el cual le dio algunos consejos, pero Julián no se sintió del todo satisfecho, y le preguntó dónde podía encontrar la felicidad. Él le comento de unos monjes que habitaban en lo alto de las montañas Himalaya. Julián le contó que subió, y tras 3 días de estar escalando encontró a un personaje que lo llevó hasta su refugio.

Julián había encontrado a los monjes "sabios de Sivana", de allí aprendió, por medio de técnicas que el yogui Raman le enseñó fundamentos de una vida autodiciplinada y feliz.

Así Julián le enseño a John los hábitos que el yogui Raman le enseño en lo alto de las montañas, y que le ayudaron a alcanzar plenitud en la vida. Le pidió que los enseñara a cuanta gente pudiera, como el yogui se lo había pedido a Él.

1 EL DESPERTAR

Se derrumbó en mitad de una atestada sala de tribunal. Era uno de los más sobresalientes abogados procesales del país; era también un hombre tan conocido por los trajes italianos de tres mil dólares que vestía como por su extraordinaria carrera de éxitos profesionales. Yo me quedé ahí de pie, conmocionado por lo que acababa de ver. El gran Julián Mantle se retorcía como niño indefenso postrado en el suelo, temblando y sudando como un maniaco.

¡Dios mío – gritó su ayudante, Julián está en apuros! Yo me quedé ahí parado sin saber qué hacer. No te mueras ahora, hombre, rogué. Es demasiado pronto para que te retires. Tú no mereces morir de esta forma.

Yo había conocido a Julián desde hace diecisiete años, cuando uno de sus socios me contrató como interino, siendo yo un estudiante de derecho. Por aquél entonces Julián lo tenía todo. Era un brillante, apuesto y terrible abogado con delirios de grandeza.

Todavía recuerdo una noche que estuve trabajando en la oficina y al pasar frente a su regio despacho divisé la cita que tenía enmarcada sobre su escritorio de roble. La frase pertenecía a Winston Churchil y evidenciaba qué clase de hombre era Julián “Estoy convencido de que en este día somos dueños de nuestro destino, que la tarea que se nos ha impuesto no es superior a nuestras fuerzas; que sus acometidas no están por encima de lo que soy capaz de soportar. Mientras tengamos fe en nuestra causa y una indeclinable voluntad de vencer, la victoria estará a nuestro alcance”.

Juan fiel a su lema era un hombre duro, dinámico y siempre dispuesto a trabajar dieciocho horas diarias para alcanzar el éxito que estaba convencido, era su destino. Oí decir que su abuelo fue un destacado senador y su padre un juez federal. Así pues venía de buena familia y grandes eran las expectativas que soportaban sus espaldas vestidas de Armani.

El extravagante histrionismo de Julián en los tribunales solía ser noticia de primera página.

Los ricos y famosos se arrimaban a él siempre que necesitaban los servicios de un soberbio estratega con un deje de agresividad.

Todavía no entiendo por qué me eligió a mí como ayudante para aquél sensacional caso de asesinato que él iba a defender durante ese verano. Aunque me había licenciado en la facultad de derecho de Harvard, su alma máter, yo no era ni de lejos el mejor interno del bufete y en mi árbol genealógico no había el menor rastro de sangre azul. Mi padre se pasó la vida como guardia de seguridad en una sucursal bancaria tras una temporada en los marines; mi madre creció anónimamente en el Bronx.

El caso es que me prefirió a mí antes que a los que habían cabildeado calladamente para tener el privilegio de ser su factótum legal. Julián dijo que le gustaba mi “avidez”. Ganamos el caso, por supuesto, y el ejecutivo que había sido acu- sado de matar brutal- mente a su mujer es- taba ahora en libertad (dentro de lo que le permitía su desordenada conciencia, claro está).

Por invitación de Julián, me quedé en el bufete en calidad de asociado y pronto iniciamos una amistad duradera. Admito que no era fácil trabajar con él. Ser su ayudante solía convertirse en un ejercicio de frustración. O lo hacías a su modo o te quedabas en la calle. Julián no podía equivocarse nunca. Sin embargo, bajo aquella irritable envoltura había una persona que se pre- ocupaba de verdad por los demás.

Aunque estuviera muy ocupado, el siempre preguntaba por Jenny, la mujer a quien sigo llamando mi prometida, pese a que nos casamos antes de que yo empezara a estudiar leyes. Al saber que yo estaba pasando por apuros económicos, Julián se ocupó de que me concedieran una generosa beca de estudios. Es verdad que le gustaba ser implacable con sus colegas pero, jamás dejó de lado a un amigo. El verdadero problema es que Julián estaba obsesionado con su trabajo.

Éramos esclavos del reloj, metidos en la sexagésimo cuarta planta de un monolito de acero y cristal mientras la gente cuerda estaba en casa con sus familias, pensando que teníamos al mundo agarrado por la cola, cegados por una ilusoria versión del éxito.

Cuanto más tiempo pasaba con Julián más me daba cuenta de que se estaba hundiendo progresiva- mente. Parecía tener un deseo de muerte, nada le satisfacía. Al final su matrimonio fracasó, ya no hablaba con su padre, y aun- que lo tenía todo aún no había encontrado lo que estaba buscando.

A sus cincuenta y tres años Julián tenía aspecto de septuagenario.

Las cenas a altas horas de la noche en restaurantes franceses, fumando gruesos habanos y bebiendo un coñac tras otro, le habían dejado más que obeso. Creo que su vida había perdido el rumbo. Decía que de joven había disfrutado con su trabajo, pese a que se había visto abocado a ello por los intereses de su familia. En aquél entonces era más que un joven rico de Connecticut; se veía a sí mismo como instrumento de la reforma social que podía utilizar su talento para ayudar a los demás.

Antes de que yo empezara a trabajar en el bufete, él había sufrido una gran tragedia; algo realmente monstruoso le había sucedió, según decía uno de sus socios pero no conseguí que nadie me lo contara. Sentía curiosidad por supuesto, pero sobre todo quería ayudarle. Julián no solo era mi mentor, sino mi amigo.

Y entonces ocurrió: el ataque cardiaco devolvió a la tierra al divino Julián Mantle y lo asoció de nuevo a su calidad de mortal.

2 EL VISITANTE MISTERIOSO

Era una reunión urgente de todos los miembros del despacho.

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