El método Langford
Bardhy FaríasInforme5 de Agosto de 2015
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Silvia Langford lleva más de 20 años en Chile. Llegó desde el Reino Unido siendo muy joven. Fue deportista (jugaba hockey) y luego entrenadora donde comenzó a darse cuenta de una realidad: los niños se frustraban con facilidad y no lograban encajar en lo que el deporte exigía desde la perspectiva de los hábitos, los valores y la disciplina.
Por ello decidió estudiar sicología. Y en base a la observación y la búsqueda de respuestas en una serie de ámbitos educativos nació el método que hoy la tiene dictando charlas en todo Chile y en el “top five” de los textos más vendidos en el país con su último libro: “Upps!! Formé un mamón” donde sistematiza de una manera didáctica parte del llamado Método Langford.
Pero ¿qué es esto? Se trata de un método que ella misma creó de la observación y el trabajo en terreno con un centenar de centros educativos, más de 9.000 personas y recorriendo más de 300 mil kilómetros por todo Chile. Se basa en una serie de programas para desarrollar habilidades emocionales, sociales y cognitivas, la voluntad, la actitud de hacer y los hábitos.
Los programas incluyen material audiovisual y escrito y se aplica para trabajar con niños, jóvenes y adultos. Sin ir tan lejos, el Método Langford está siendo en la educación preescolar municipal de la comuna de Gorbea, donde –dice la sicóloga- han tenido interesantes resultados.
De paso, aclara que no se trata de un método pedagógico, sino un trabajo sistemático que conlleva una mirada integradora del desarrollo del ser humano en todas sus dimensiones, sin importar su condición individual ni contexto socio-cultural.
Es decir, explica Langford, el sistema parte de la reflexión para lograr que el adulto sea un guía de los niños y jóvenes y logre desarrollar su tranquilidad, paciencia, claridad, cercanía y coherencia. Todo esto permite ser autoridad y lograr un ambiente de serenidad y armonía para que los adultos puedan desarrollar sus labores educativas y formativas y los niños y jóvenes que logren sus procesos de aprendizaje; es decir, ambientes libres de estrés.
En paralelo con el trabajo del adulto, es necesario también fomentar el desarrollo de las habilidades cognitivas y emocionales en los niños y jóvenes, de modo que sean capaces de obtener sus propios logros y estén mejor preparados para hacerse cargo de sus vidas, comenzando por su labor en el ámbito educativo.
CONVIVENCIA
A su juicio, esto además tiene un impacto en la buena convivencia escolar, la que desde su perspectiva debe ser una consecuencia más que una causa. “Hay que trabajar desde la perspectiva de la paz y no de la no violencia. La paz es una forma de vida. Lo que se hace habitualmente es aplicar normas para evitar la violencia. Pero yo creo que esto no es natural al ser humano”, señala.
-¿Y dónde está la clave de la convivencia escolar?
-Yo soy de la idea de que debemos volver a conectarnos con nuestra esencia. Y nuestra esencia es estar en armonía y en paz. No es un eslogan. Muchas veces me preguntan si yo trabajo para la paz mundial. Pero yo me tomo de las palabras de Gandhi que dice que uno mismo debe ser el cambio que quiere para el mundo.
-Lo cierto es que hoy es habitual ver problemas de convivencia escolar y violencia en las comunidades educativas…
-Cuando fui creando el método yo me pregunté cómo podía trabajar la formación humana. Y yo creo que la convivencia escolar se relaciona mucho con esto, porque nos referimos a hábitos y valores. Y eso es lo que se ha perdido. Un director en Puerto Cisnes me dijo que lo que pasaba hoy con los niños era un trastorno de hábitos. Y siento que tiene toda la razón. ¿Por qué aceptamos que los niños mientan, muerdan, escupan o peguen? La violencia no puede ser una forma de expresión. ¿Por qué los niños lloran? Para conseguir lo que quieren. El tema es que cuando ese llanto no sirva para negociar, va a dejar de llorar.
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