Emprendedores
halmuna17 de Noviembre de 2013
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El contraataque de los emprendedores
A diferencia de los proyectos que sustentaron la burbuja de las puntocom, las empresas que hoy se están creando en el país buscan reencantar a los inversionistas con ideas aterrizadas, orientadas a la exportación y alto componente tecnológico. Se acabaron los tiempos de la plata dulce y de la improvisación.
• La cadena de apoyo
• De vuelta al colegio
• Llamadas más baratas
• Destapando el éxito
• Cómo vivir de un hobby
• Mirándolo todo
• Administrador on line
• La rentabilidad de tener "trillizas"
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21 de septiembre de 2003
Fuente: El Mercurio
Por: Laura Garzón y Sandra Novoa
La burbuja de las puntocom dejó a muchos fuera de combate, mareados con el éxito efímero. Pero lejos de desalentar a los espíritus emprendedores, fue una inmejorable lección en cuanto a que la osadía es insuficiente para flotar en el mercado.
Ahora un chispeante ambiente de nuevas iniciativas empresariales recorre al país por todos sus costados. Los debutantes tienen claro que ya no basta un power point para impresionar a los inversionistas, porque si bien la innovación sigue siendo clave, antes de desembolsar los recursos éstos exigen proyectos con planes depurados que den visos de viabilidad.
Esto ha obligado a los noveles empresarios a aterrizar sus ideas. Y a tener en cuenta reglas como concentrarse en nichos o allegarse al paraguas de una industria, como proveedor de bienes o servicios; que un negocio con perspectivas de crecimiento a tasas interesantes pasa por buscar alianzas y vender al mundo; manejarse con poca deuda y asumir que nadie sale adelante solo, por lo que es relevante incorporar socios con know how en el camino y hacerse de una buena red de contactos.
En todo caso, para que un país tenga una masa crítica de nuevas empresas que dinamice la economía es importante alentar una voluminosa base de experimentos, dado que la tasa de subsistencia es baja.
En Estados Unidos - según consigna el libro "El mito del emprendedor" de Michael Gerber- anualmente se crea cerca de un millón de empresas. De las cuales 40% desaparece en el primer año, 80% al cabo de cinco y del 20% que queda sólo sobrevive 4% transcurrida una década. Así y todo, el impacto de los emprendedores en la economía es relevante: en los últimos 20 años crearon 14 millones de empleos en ese país, mientras que las empresas más grandes, que conforman el ranking Fortune, destruyeron cuatro millones de ocupaciones.
En Chile un estudio de Gustavo Crespi entre 1995-2001 reveló que 60% de las compañías no llega a celebrar un lustro.
El perfil de los emprendedores lo resume José Fernández, profesor del Departamento de Ingeniería Industrial de la Universidad de Chile: "Por lo general son profesionales muy técnicos que buscan independizarse porque tienen una idea o perdieron su empleo, o jóvenes con una veta empresarial innata".
Es decir, se subdividen entre los por necesidad y los por pasión. Los primeros suelen tener sobre 35 años, mientras los segundos andan en los 25, casi siempre tienen problemas con el paradigma del dinero y cuesta aterrizarlos, pero sus ideas son buenas.
Muchos adolecen de dos características imprescindibles para el éxito: capacidad de dirigir y de emprender.
La cadena de apoyo
Tras el actual bullir de innovadores empieza a fortalecerse una red de apoyo estatal y privado, con el acicate de que la única forma de que un país crezca es que cree nuevas industrias que incentiven la inversión y generen empleo.
Uno de los primeros eslabones son los organismos que financian la creación de incubadoras - entidades que facilitan capital humano e infraestructura - y capital semilla. Un papel relevante ha jugado el Fondo de Desarrollo de Innovación (FDI) de Corfo, que sistematizó su acción en emprendimiento en 2001, con el financiamiento de incubadoras. Apoyan a nueve creadas al alero de universidades.
Como la plata del FDI sólo fluye durante tres años - el monto promedia los $ 250 millones- , en régimen las incubadoras deben autofinanciarse con la venta de servicios, el arriendo de sus espacios y la venta de sus participaciones en la propiedad de las empresas.
El capital semilla de este fondo consiste en un desembolso de hasta $ 35 millones para el despegue de proyectos. Desde que partió ha apalancado 42 iniciativas: 21 de tecnologías de la información, y el resto se reparte en actividades industriales, turismo y otras áreas.
Las incubadoras se han convertido en un puntal. Se estima que en el mundo hay unas 400.000, de las cuales no más de 10% son sustentables y sólo 5% son rentables.
Una de las con más historia en el país es Access Nova, de la Universidad de Chile. Partió formalmente en 2000 y en casi cuatro años ha formado 70 empresas. "En el primer año tira la toalla el 20%, pero la meta es lograr que pasados 10 años 40% subsista", dice su gerente general Alex Visic.
Octantis si bien nació en la Universidad Adolfo Ibáñez, no se define como "incubadora universitaria", sino como una sociedad hecha por la Adolfo Ibáñez, la consultora IGT de Invertec y la Corporación CEO. El gerente, Gabriel Hidalgo, enfatiza que está demostrado que las que sobreviven son las que funcionan como empresas. Aquí trabajan el concepto de incubadora conectada a redes de contacto (inversionistas, clientes estratégicos, proveedores) y ponen tutores a los proyectos.
Partieron en noviembre de 2002 y en un par de meses esperan tener en el mercado tres de las 12 iniciativas que componen su cartera. Un 40% corresponde a nuevos modelos de negocios apoyados en tecnologías de información para retail e industria financiera. Otros son innovaciones con impacto ambiental y también los hay en tecnologías de información, salud, biotecnología y farmacología.
Cuando las empresas salen de las incubadoras al mercado empieza a operar Endeavor, agente catalizador que llegó a Chile en 1997.
Aquí hacen una rigurosa selección anual de emprendedores - de 600 quedan no más de 6- y eligen a las con más potencial. Para asistirlas han reclutado a unos 100 profesionales, ejecutivos y empresarios de alto nivel.
"No invertimos en las sociedades, sólo jugamos un rol facilitador. La idea es que en la medida que se desarrollan devuelvan la mano con otros que están partiendo", explica Gonzalo Miranda, director ejecutivo.
Tratan de armar un mix variado: retail, insumos, construcción, biotecnología. A la fecha han apoyado a 35 emprendedores que formaron 20 empresas. La mayoría está en proceso de internacionalización, generan 1.200 empleos y ventas anuales por US$ 30 millones.
Otro motor de las innovaciones son los "inversionistas ángeles". Octantis en alianza con Access Nova se ganó un financiamento del Banco Mundial para constituir una red para los proyectos que salen de todas las incubadoras del país. Éstos son ejecutivos o empresarios exitosos que se incorporan tempranamente a la empresa y le dan el valor agregado de su expertise. En toda esta red de facilitadores existe la percepción de que existe un boom de emprendedores y cada uno puede desplegar una gama de ejemplos. Algunos miembros de este contingente cuentan su historia.
De vuelta al colegio
Emprendedores desde adolescentes, Ariel Gringaus (28 años) y José Manuel Barros (29) - uno vendía quesos a domicilio y el otro tenía un criadero de perros- se conocieron en la Universidad de Chile, donde ambos eran compañeros en ingeniería civil industrial. No tardaron mucho en asociarse y crear Sunset, una empresa de artículos promocionales textiles.
Pero empujados por su profesor Ernesto Tironi - que después se asoció con ellos- decidieron lanzarse en una aventura mayor. Así nació Colegium.com, un portal cuya base es un software orientado a apoyar la gestión de los colegios y permitir a los padres, a través de internet, seguir la trayectoria escolar de sus hijos (horario, asistencia, clases, notas, conducta, etc.). Para el establecimiento educacional, usar los servicios de Colegium permite ahorros importantes en horas de trabajo administrativo.
"Nos dimos cuenta que los colegios les daban poca información a los padres y se nos ocurrió que ahí había un nicho interesante", recuerda Gringaus, señalando que la base de partida fue el programa SchoolTrack creado por Alberto Bachler, quien también se sumó como socio, y que apuntaba a la gestión interna del colegio. Luego sumaron el SchoolNet, que permite que, a través de una clave, los apoderados accedan a la información.
La firma, que tiene 165 colegios particulares como clientes, lleva tres años funcionando y ha demandado una inversión de $100 millones, que vino de aportes de los socios.
El negocio consiste en que los establecimientos educacionales pagan una cuota mensual de entre 5 UF y 30 UF, dependiendo del plan que contraten. En facturación, este año esperan llegar a los US$400 mil, que subirían a US$500 mil en 2004.
"A finales de 2005 queremos tener el 80% de los colegios particulares de Santiago con más de 300 alumnos", indica Barros, apuntando que hoy llegan al 37% de los que se ubican en el sector oriente.
Salir de Chile es otra de las metas de estos emprendedores.
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