Ensayo: Viviendo en comunión

Viviendo en comunión

Érase una vez, un joven apasionado a la lectura, el cual vivía en un lejano pueblo. Sus días trascurrían en historias relatadas en las profundas páginas de sus libros, bajo la sombra de un gran árbol. Un día, se presentó ante el un hechicero, de aspecto bastante peculiar. Al mirarlo impresionado, el joven decidió frotarse los ojos, pues no creía lo que ante a él se mostraba. “Acaso he sido víctima del síndrome Quijote, ¿ante tanta lectura he llegado a la locura?” El hechicero que solo lo observaba, procedió a pronunciar a viva voz: “Tu pueblo merece una redención y para eso tú te tendrás que preparar  para una gran misión” Dicho esto el hechicero despareció ante sus ojos.

Aquél joven no podía creer lo que le estaba sucediendo, pasaban los días y no lograba salir de  su asombro, preguntándose por aquella gran misión de la que le había hablado el hechicero. Al tercer día, bajo el inclemente resplandor del sol, se dirigió hacia la sombra del gran árbol. Al abrir las páginas de su libro, encontró una nota que decía: “Deberás lograr en tu pueblo que la literatura y el deport, convivan en armonía”. Pero ¿cómo podía ser esto posible? Si por años, la cultura y la tradición, dictaban que aquel que fuese para la literatura un genio, no tendría para el deporte un  buen desempeño.

El joven bajó de la colina y se fue a caminar al centro del pueblo, en el camino se encontró a un anciano. “Disculpe de qué cultura viene usted, amable Sr.” El anciano lo miró y le respondió: “Hasta a pregunta ofende joven lector, vengo del deporte, la actividad que nos entretiene, nos emociona y nos hace sentir parte de un colectivo”. En ese momento, un poco apenado, el joven agradeció al anciano por su descripción y continuó su camino. Pensativo por la respuesta del anciano, unido a la misión del hechicero, una luz se encendió en su cabeza, era una idea, una herramienta, la consecución de la redención. Ya no sería parte de un pueblo de dos tradiciones. Él, las unificaría.

Regresó a la sombra del gran árbol, comenzó a recordar todo lo conceptos que alguna vez había leído. Reducir, reutilizar, reciclar, crear, respetar, imaginar, soñar y jugar. Esos fueron sus elementos, para comenzar a escribir un libro, pasando de lector a escritor, desarrollando en el texto dos pasiones, literatura y deporte. Llenó las páginas de dibujos significativos, acompañadas de lecturas reflexivas que mostraban al deporte como una gran fuente de educación, a través de la actividad física para la instauración de valores.

Al pasar varios meses lo concluyó, en ese momento frente a él, el hechicero volvió a hacer acto de aparición. El joven esta vez fijo lo miró y dijo: “Mi libro potenciará la creatividad del pueblo y también transmitirá el amor por la literatura, dejando que se diviertan y que del deporte también aprendan” El hechicero lo miró sonriente, afirmo con su cabeza y se retiró entre la niebla. Desde entonces, en aquel lejano pueblo, todos vivieron en unión compartiendo ambas aficiones, rompiendo la tradición, pero viviendo en comunión.

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