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Ensayo sobre Megaland: Más que un concierto

Daniela Cubillos RojasEnsayo25 de Mayo de 2017

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Daniela Cubillos Rojas

Megaland: Más que un concierto

Para los bogotanos escuchar la palabra Salitre Mágico evoca pensamientos como parque de diversiones, adrenalina, juegos e incluso miedo. No obstante, para el sábado 8 de noviembre, esta palabra trajo a flote una sola cosa: Megaland. Un concierto organizado por la emisora radial, La Mega, al que participaron en su mayoría jóvenes entre los 14 y 25 años – también hubo adultos, aunque fueron escasos –. Al llegar al parque, a pesar de no haber señalización como carteles o anuncios, se identifica una extensa y asimétrica fila. Es claro que es un índice de la entrada al evento. Las nubes rodean la ciudad y grandes gotas amenazan con arruinar el concierto para los jóvenes; aunque para otros augura una excelente oportunidad para las ventas de impermeables desechables.

El ambiente es denso y frustrante por la lluvia. Los vendedores gritan desaforadamente el precio de los impermeables e inclusive algunos ofrecen sus servicios para guardar correas, sombrillas y demás elementos prohibidos en el evento. ¿Por qué están prohibidos? La razón es porque agentes sociales que cumplen el rol de regulación en el evento,  proyectan dicha actividad como problemática. Esto explica la agresividad e irritación que expresan los policías. Permanecen con el ceño fruncido, sus gestos son violentos, su tono de voz demasiado alto y su vocabulario grotesco.  Requisan tanto a hombres como a mujeres. Las mujeres no reciben el mismo trato de los hombres, a los que les quitan sus pertenencias y revisan como si fueran ladrones. Este comportamiento deriva de experiencias pasadas y relaciones interpersonales conflictivas que amenazan con acabar la armonía. Y es que la ciudad tiene memoria social o mejor dicho, “historicidad”.

El evento se dividió en dos ambientes: el mundo electro y el live stage. Los ambientes no estaban cerca de las atracciones, las cuales estuvierom a la disposición de quienes hayan pagado $19.000 de más. Son apenas las 3 de la tarde y el espacio no se ha llenado. Las personas están dispersas, hay carpas de publicidad y de restaurantes reconocidos. Apenas sube a la tarima el primer artista, Pasabordo, comienza una tensión antagónica y competitiva entre los actores sociales. Poco a poco, la gente se atumulta e intenta posicionarse lo más adelante posible, sin importarle a quien hiera en el intento.

De forma espontánea  e informal, las personas se hallan a un entorno físico-social, donde la empatía juega un papel decisivo a la hora de establecer relaciones interpersonales amenas o de conflictividad. La gente está organizada generalmente en grupos de amigos, algunos grandes y otros pequeños. Esto no impide que se relacionen entre los grupos que no conozcan, ya sea para expresar una crítica, quejarse de algo o alagar el talento del artista.

Sin embargo, estas relaciones cambian abruptamente cuando se avecina la presentación de los cantantes de reguetton – al parecer los favoritos – y se da una lucha de significación entre quienes ven esto como señal de disfrute, emoción y felicidad; y los que intuyen peligro e inseguridad. Con cantantes como Maluma, Nicky Jam y Kevin Flores el caos se hace presente. En esos minutos parece que la normatividad y ética acordada por la cultura, despareciera. La gente empuja salvajemente. Con desespero todos anhelan aproximarse al cantante. Rápidamente se ve como los hombres protegen a las mujeres que están con ellos, encerrándolas entre sus brazos y abriendo los codos para que éstas tengan espacio.

Los grupos también se unen cuando alguien hace algo que al parecer es socialmente molesto en esos eventos. Como fumar o levantar a alguien en los hombros. Gritan a los de logística para que se detenga la acción, aunque los autores de estos actos molestos logran confundir al cuerpo de logística haciéndose pasar por los que reclaman también. Y para aquellos que se suben a los hombros, cuando logran bajarlos ya sea por gritos o empujones, se les aplaude.

Algunos no soportan ver como su burbuja intima es violada sin ningún recato. Los pisotones, la falta de aire y la sensación de claustrofobia traen como consecuencia un episodio de desmayos en serie. Se repite el mismo código: la persona se desmaya o entra en pánico y algunos los acusan de estar mintiendo para poder acercarse a la tarima; otros (la gran mayoría) grita para que el cuerpo de primeros auxilios acuda a ayudar a la persona y no solo gritan sino entre varios levantan a estas personas para que sean fácilmente identificadas o se abren para permitir que esta persona tenga aire. Está clara la cooperación de algunos y la intolerancia e ignorancia de otros.

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