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Era Un Bendito

willianudt1012 de Agosto de 2014

399 Palabras (2 Páginas)427 Visitas

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El inspector se incorporó al mismo tiem-

po que exclamó: -el que lo dejó así no le

quería mucho. T

iene la cabeza completa-

mente hecha papilla.

-Debe haber huellas digitales ahí.

-dijo señalando con el pie un trozo de

tubo de hierro.

El joven policía apartó la vista del retor-

cido montón que estaba en el suelo, y que

pocas horas antes había sido un hombre vivo.

-La casera lo encontró- dijo roncamente-

había entrado aquí para cobrarle el alquiler.

Por culpa de un accidente de tren ocu-

rrido en Brighton, Albert Munder quedó

huérfano a los cinco años. Los siete años

siguientes los pasó entre varias familias de

la vecindad de los muelles. Esos cambios

fueron tanto a causa de que se evaporaba

la simpatía por su caso, como por el gasto

que representaba el tener una boca más de

alimentar.

Así, pues, a los doce años vendió perió-

dicos y luego, a base de un capital doloro-

samente reunido se compró un carrito de

mano y vendió verduras.

Al cumplir los diecisiete años fue cuan-

do empezó a comprar diariamente el perió-

dico. De vuelta a su cuartucho, después de

una fatigosa jornada de trabajo, lo estudia-

ba hasta que el sueño le cerraban los ojos;

pero ni una palabra le quedaba grabada,

pues Albert Munder no sabía leer.

El mundo no le resultaba agradable. A

veces no tenía lo sufi ciente para comer. Du-

rante doce años seguidos usó el mismo tra-

je de poco precio. Pero nunca, durante esos

años de lucha y anhelos olvidó comprar dia-

riamente su periódico, y nunca destruyó ni

un solo ejemplar.

Después de largas horas de remirar cada

página, lo doblaba cuidadosamente y lo co-

locaba sobre el anterior. La larga y estrecha

habitación que ocupaba en la calle Lemon

estaba completamente repleta de periódi-

cos am

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arillentos.

Alber Munder frisaba los sesenta cuan-

do trabó relación con Richard Blount. Fue

cuando Blount ocupó la habitación que co-

incidía con la suya en el piso de arriba. Era

un hombrecillo mustio, uno o dos años más

joven que Albert, cuya voz se había vuelto

áspera y rota de tantísimos tragos de gine-

bra que había bebido, sin que esto le haya

quitado su matriz culto y educado.

Entre ambos hombres se trabó amistad,

la primera asociación con un ser humano

que Alber Munder conociera. Casi todos los

anocheceres Blount llamaba a la puerta del

otro, entraba, se dirigía hacia la tronada

cama de ruedas en la que se dejaba caer,

y luego, intentaba enfocar con sus ojos la

forma desgarbada de Alber Munder que se-

guía estudiando su periódico.

Una noche Blount dijo:

-Albert, deberías ponerte gafas.

-¿Por qué lo dices?

-Porque, desde que he entrado, has es-

tado mirando esa página al revés

...

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